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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nadie quiere ver a Cifuentes muerta, solo escrutada

Todo indica que la presidenta de Madrid va a tener que dimitir y que, en todo caso, está quemada

Berna González Harbour
Cristina Cifuentes, en la Asamblea de Madrid.
Cristina Cifuentes, en la Asamblea de Madrid.Víctor Sainz

Increíble que haya que aclarar obviedades, pero la ministra de Defensa nos ha colocado en esta tesitura: Dolores de Cospedal, también secretaria general del PP, ha atribuido a los que exigimos lógicamente una claridad sobre el expediente académico de Cristina Cifuentes y sobre la gestión de una universidad que pagamos todos, la Rey Juan Carlos, un deseo de ver muerta a la presidenta de Madrid. Sí, es cierto, lo dice en su tuit, léanlo: “No todo vale en política. Las actuaciones de estos días contra @ccifuentes son mezquinas, machistas y miserables. Parece que a algunos les gustaría conseguir lo que no consiguió un accidente de tráfico mortal. Retomando sus palabras de ayer: a seguir todavía con más fuerza”.

Además del guiño interruptus al feminismo que intenta hacer Cospedal al recurrir al victimismo fácil de la mujer atacada frente al enemigo machista —y que no cuela— el tuit y esta situación, están llenos de insultos ya no a la inteligencia, sino a los ciudadanos.

Cifuentes, autoerigida en bandera de la honestidad frente a la corrupción extendida en su partido, firmó un acuerdo de investidura con Ciudadanos que la obliga a dimitir en caso de falseamiento del currículum o el expediente académico. Y todo indica que va a tener que dimitir y que, en todo caso, está quemada. El escándalo desvela suficientes irregularidades en torno a un máster de notas cambiadas, con un trabajo final que nadie recuerda, con profesores fantasmas que estaban o no estaban y una extraordinaria desmemoria que resulta insultante para tantos universitarios que trabajan denodadamente por culminar los suyos.

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Un viejo homólogo de Cospedal, el ministro alemán Karl Theodor zu Guttemberg, dimitió fulminantemente en 2011 de su cargo por acusaciones de plagiar el 20% de su tesis doctoral. Dos semanas antes era el político alemán más valorado, con un 70% de apoyos, pero eso no importó. La sociedad alemana fue capaz de someter a escrutinio a sus gobernantes y Merkel tuvo que sacrificar en segundos a su mayor activo.

Las crisis y escándalos no penalizan necesariamente a quien los protagoniza, sino a quien no sabe o logra gestionarlos bien. El ministro de Industria José Manuel Soria tuvo que dimitir no exactamente por los papeles de Panamá, que recogían actividades de empresas familiares radicadas en paraísos fiscales, sino por los errores que cometió en sus explicaciones.

La exigencia de escrutinio, ministra Cospedal, es lo que nos salva como democracia. La necesidad de limpieza, de aclaraciones, de transparencia y honestidad no implica machismo, miseria ni deseos de ver muerta a la presidenta.

La crisis del máster de Cifuentes coloca también a Ciudadanos ante su prueba más difícil desde que vive un importante auge en las encuestas: si el acuerdo de investidura que firmó con el PP de Madrid se incumple, tendrá que exigir su dimisión. Y sin tardar mucho. Han sido firmes con el escrutinio a la senadora Pilar Barreiro. También deben serlo con Cristina Cifuentes. A la que nadie quiere muerta, por Dios, solo sometida —como todos— al cumplimiento de sus compromisos y al escrutinio de la ley.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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