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El injustificado pesimismo latino

Los latinoamericanos piensan que están peor que hace 50 años, pese a que los datos dicen lo contrario. Algunas de las mentes más innovadoras de la región se reúnen en la Asamblea del BID para construir el futuro sobre los logros del pasado

Pablo Linde

Es probable que la fama de los latinos de alegres, hospitalarios y extrovertidos sea cierta. Pero tras ella se esconde un cierto pesimismo a la hora de ver la realidad. O, al menos, una melancolía que les lleva a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Una encuesta reciente mostraba que la mayoría de los habitantes de Latinoamérica afirma estar hoy peor que hace 50 años; de los ocho países encuestados, solo en Chile sucede lo contrario, al igual que en la mayoría de los europeos y asiáticos que participaron en el estudio.

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Cada año, desde hace 12, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que colabora con la logística para esta cobertura, reúne a algunas de las mentes más creativas de la región para mostrar los impresionantes avances que se han producido, pero sobre todo los que se están gestando. “Tenemos sesgos cognitivos que hacen que nos preocupen más los problemas de hoy que los que dejamos por el camino. Es natural que ajustemos nuestras expectativas hacia arriba y nos concentremos en lo que todavía nos falta, pero nos preocupa que infravaloramos el enorme progreso que hemos logrado. Esa distorsión afecta a nuestra visión para lograr el futuro”, reflexionaba su presidente, Luis Alberto Moreno, en la apertura del foro Idear Soluciones, que dio inicio el pasado jueves 22 a la asamblea anual de la entidad en Mendoza (Argentina).

Con todos sus problemas, Latinoamérica está hoy mucho mejor que hace medio siglo, como sostuvo Moreno mostrando varios datos que lo indican muy claramente: en los años sesenta la mayoría de los países vivía bajo dictaduras militares, mientras que hoy el 95% de los ciudadanos disfrutan de democracias; la esperanza de vida ha aumentado 20 años; una de cada tres personas era analfabeta, ahora menos de un 10%; esta tasa era 20 puntos superior en mujeres que en hombres, mientras que en la actualidad ellas son más que ellos en las universidades; el avión, un medio de transporte en el que en 2018 viajarán más de 250 millones de latinoamericanos era, en palabras de Moreno, “para ricos y famosos”.

Mirar al pasado para afrontar el futuro era la propuesta del presidente del BID. En Idear Soluciones pasaron por el estrado algunos de quienes están ya construyendo este futuro, con el foco centrado en las industrias creativas, los empleos que vienen, la innovación en las ciudades y su resiliencia ante los cambios sociales y ambientales que se avecinan. Porque aunque hoy estemos mejor que hace 50 años, nadie asegura que esto vaya a seguir en la misma senda. Para continuar evolucionando hacen falta esfuerzo, creatividad y adaptación.

La creatividad será básica para que Latinoamérica se adapte a un futuro donde el trabajo será diferente

Uno de los principales retos es adaptarse a un mercado laboral cambiante. 15 es el número clave, en opinión de Marcelo Cabrol, gerente del Sector Social del BID. Es la cantidad de trabajos que tendrá en promedio alguien que accede ahora al mercado laboral. El 65% de los niños que están en la escuela tendrán empleos que hoy no existen. Es un futuro en el que también aumentará el número de trabajadores por cuenta propia frente a las relaciones laborales a las que estamos acostumbrados. “El reto que tenemos es garantizar el bienestar de la gente en esas nuevas condiciones”, afirmó Cabrol.

En este escenario, Latinoamérica parte con ventaja. Es lo que afirma Nicolás Jodal, fundador de la empresa tecnológica GenExus. “Si el siglo XX llenó el mundo de petróleo, el XXI hará lo mismo con software. Las tareas repetitivas desaparecerán. Nosotros vivimos en una región donde la creatividad tiene más potencia que en otras culturas. En este nuevo mundo, se nos presentan mejores oportunidades que con el petróleo”.

Y esta creatividad es la clave de la llamada economía naranja, aquella que trabaja en bienes y servicios cuyo valor reside en la propiedad intelectual. Cine, música, videojuegos y arte forman parte de un ecosistema que ya genera casi dos millones de empleos en América Latina y el 2,2% de su PIB. Una industria que no es solo entretenimiento, sino una fuente de riqueza que puede ser muy fructífera si se le da el suficiente apoyo.

La clave para estas transformaciones está en una palabra inventada por Gloria Ortega, gerente de Bancard: la rehabilidación. Si el mundo cambia, las personas tienen que hacerlo para adaptarse a él. “Si piensas que estudiaste seis años y te vas a jubilar con eso, probablemente estés equivocado. Pero por suerte tienes la posibilidad de adquirir nuevas habilidades que probablemente te llevarán menos tiempo”, aseguró. Como ejemplo, habló del primer cajero automático de Paraguay, su país, que puso ella misma: “Eso iba a quitar miles de trabajos… pues no lo hizo; la tecnología pueda cambiar la vida para bien o para mal, y eso depende de las personas”. ¿Un ejemplo de rehabilidación? “Encontré que uno de los empleos más buscados era ingeniero de auto no tripulado. Y vi que en tres meses había cursos de capacitación. Pensé que requeriría una cualificación previa: era matemáticas, las que aprendemos en la escuela, y [el conocimiento del lenguaje de programación] Python. Comprobé que esto último se puede aprender en un año. Así que en un año y tres meses alguien puede estar trabajando como ingeniero de autos no tripulados”.

Hoy el 95% de los ciudadanos disfrutan de democracias; la esperanza de vida ha aumentado 20 años; y menos de un 10% de la población es analfabeta

Un día después del primer atropello mortal de un coche autónomo quizás no era el ejemplo más evocador, pero como subrayó Agustín Aguerre, gerente de infraestructuras del BID, “probablemente el primer Ford T también atropelló gente y por suerte la industria del automóvil continuó”.

Este nuevo escenario laboral es también una oportunidad para las mujeres. Silvina Moschini, CEO de SheWorks y fundadora de TransparentBusiness, sostuvo que este ecosistema tecnológico propiciará la igualdad: “Las mujeres logran más educación universitaria y más posgrados, pero la mitad dejan sus empleos por falta de flexibilidad. En este nuevo mundo se podrá contar con talento sin importar dónde está. Necesitamos crear ecosistemas laborales en los que se valore el trabajo, no que monitoree a las personas”.

Estos fueron algunos de los muchos ingredientes que se propusieron en Mendoza para imaginar el 2068 que proponía Luis Alberto Moreno, en el que “el próximo Zuckerberg tenga apellido Ramírez o Da Silva”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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