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carta blanca
Columna
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Tres años que te fuiste

La psicóloga, escritora y profesora evoca una intensa y larga amistad llena de viajes, lecturas y emociones compartidas que quedó rota por la enfermedad.

MI QUERIDA CALELI SEQUEIROS: “Tú que en ninguna, en todas partes, sombra no proyectas, / Eres ya todo lo que amabas”. Estas palabras de Kathleen Raine parecen escritas para ti, Caleli, que hace ya casi tres años que te fuiste. Fueron más de dos décadas de amistad. Tantos años dan mucho de sí. Dan para vivir diversas vidas; tiempos de compañía, conversación y silencio, paseos y viajes. Nos conocíamos poco, básicamente de vernos por los pasillos de la Facultad. Pero fue un encuentro fortuito en un supermercado —al que nunca había ido y nunca más he vuelto— el que marcó el inicio de nuestra amistad. No me cabe duda de que ese encuentro lo dispusieron las diosas. Ambas nos encontrábamos en un momento en el que buscábamos nuevos caminos. Fue entonces cuando empezamos a compartir lecturas, hallazgos y emociones en torno al feminismo; a encontrar en él palabras que traducían, con una precisión deslumbrante, lo que sentíamos. Leíamos textos y autoras que expresaban aquello para lo que hasta el momento no teníamos nombre y que nos había hecho sufrir bastante. Como tú decías, nos abría la posibilidad de transportarnos “de la tortura al éxtasis”. A partir de ahí, el feminismo fue para nosotras una revelación, una luz, una guía que nos acompañó y nos dio palabras y paz. Selló nuestra amistad y nos permitió saber que, como solías decir a menudo, “nada malo podía pasarnos”.

Fueron más de dos décadas de amistad. Tantos años dan mucho de sí. Dan para vivir diversas vidas; tiempos de compañía, conversación y silencio, paseos y viajes.

Y sin embargo, lo cierto es que en estos largos años pasaron muchas cosas en nuestras vidas. También en las de nuestras amigas. Tú, Caleli, estabas al tanto de toda vicisitud y tu generosidad hacía que ningún dolor te fuera ajeno. Tú, como todas, también tuviste momentos duros y, entre bromas y veras, dejabas entrever las carencias que te dolían pero, como tenías claro que “sofocones, los precisos” —otra de esas expresiones tuyas que ya forman parte de mi lenguaje propio—, salías adelante. Te gustaba saber, conocer. Hasta el final fuiste una preguntona indomable. En ti se combinaba armoniosamente lo terrenal y lo espiritual, de manera que, según el momento y la circunstancia, podías aplicar una mirada trascendente o salir con una frase humorística y desdramatizadora, de gran poder conciliador. Con tu especial capacidad para acercarte a cada persona, creaste y mantuviste vínculos con mujeres de diversos entornos. Fueron mujeres que te acompañaron siempre, especialmente en el tiempo del desconcierto. Precisamente en ese periodo mantuviste algunas solidaridades que tenían que ver con la experiencia del cáncer. Fue entonces cuando trataste de seguir de cerca y compartir esa travesía con quienes también la recorrían.

Llevo tiempo tratando de hacerme a la idea de que ya no puedo disfrutar a tu lado. Sigo agradeciendo haber tenido tiempo para despedirme de ti, haberte dicho cuánto te quisimos, y me consuela saber que te fuiste envuelta en el amor y el cuidado de tantas personas a las que tú antes amaste y cuidaste. 

Anna Freixas es psicóloga y autora del libro Sin reglas (Capitán Swing, 2018)

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