"También es culpa de los restauradores italianos, que no ofrecen platos regionales, sino solo pasta y pizza", explica Bonato. Para la mayoría, saber cocinar un risotto es ya para nota. Ni hablamos de una frittata, el equivalente a nuestra tortilla de patata. "Puede llevar cebolla, puerro, tomate seco, calabacín, patata, pero siempre añadiendo parmesano y un poco de mozzarella", apunta Enrica Barni, propietaria de la tienda-escuela Accademia del Gusto (Madrid). O de un ossobuco, un codillo "con cebolla, apio, zanahoria, tomate y caldo, y cuatro o cinco horas de cocción". Al estilo romano se hace con guisantes, precisa Angelo Marino, chef y propietario de Merca- to Ballaró, "y es el único plato que se come con rissotto".