“No hay que esperar a que se agote el crudo para que acabe la ‘Edad del Petróleo”
El físico Massimo Inguscio asegura que acercar la investigación a la gente es crucial para contrarrestar la manipulación de la ciencia con usos políticos y avanzar hacia la descarbonización
Igual que la Edad de Piedra no acabó porque se agotaran las piedras, no hay que esperar a que se agote el crudo para cerrar la Edad del Petróleo. El físico italiano Massimo Inguscio (Lecce, 1950) usa este lema para insistir en la importancia de actuar de manera rápida para salvar el planeta, sin esperar a que se produzcan situaciones extremas. Sin embargo, sabe que esto será posible solo si todos los actores se comprometen a avanzar hacia la descarbonización, sacrificando sus intereses particulares.
Para Inguscio, que desde febrero 2016 preside el Consejo Nacional de Investigación (CNR) italiano, la comunicación de la ciencia desempeña un papel fundamental en esta cruzada y que hay que desenmascarar su manipulación con fines políticos. Así lo cuenta desde el simposio Enfrentarse al cambio climático: calentamiento global y descarbonización, organizado por la Universidad Internacional de Venecia y la empresa italiana Alcantara en Venecia a principios de este mes de marzo.
Pregunta. Existe una brecha entre los avances de la ciencia y la información que finalmente llega a los ciudadanos. ¿De quién es la culpa?
Respuesta. No es culpa de nadie, pero hay que intentar llegar a un número cada vez mayor de gente, no solo a aquellos que sienten curiosidad hacia la ciencia. Se puede ofrecer formación a un investigador para que sepa comunicar mejor el resultado de su esfuerzo o al periodista para que tenga más herramientas para interpretarlo, pero es necesario establecer nuevas dinámicas.
El problema es el uso político que se hace de las cuestiones relacionadas con la ciencia
P. ¿Qué falla entonces en el actual sistema de comunicación si, por ejemplo, en EE UU aún hay mucho escepticismo hacia el cambio climático y en Europa un elevado porcentaje de ciudadanos piensa que este fenómeno no está vinculado con la actividad humana?
R. Es muy raro que esto ocurra en EE UU. Trabajé durante una temporada en Boulder (Colorado), cerca de la sede del NOOA (Administración nacional de Océanos y Atmósfera). De manera periódica abrían sus puertas a los vecinos de la ciudad para que conocieran de primera mano su actividad y entendieran por qué es importante pagar impuestos para financiar la investigación. El problema es el uso político que se hace de las cuestiones relacionadas con la ciencia. La gente tiene que entender que todo se basa en la ciencia y en la investigación antes de creer al político de turno que dice que el calentamiento global no existe.
P. ¿Cree que para la gente es más fácil pensar que la responsabilidad recae en los políticos y las empresas antes de hacer un examen de conciencia y cambiar su estilo de vida?
R. El problema somos nosotros. Existe cierta tendencia a pensar que el mundo siempre ha ido así y, finalmente, siempre ha seguido adelante. Sin embargo, ahora nos enfrentamos a algo totalmente distinto. Tenemos que aprender a cambiar nuestro estilo de vida. Las personas creen que su impacto es desdeñable, pero, lamentablemente, no es así. La actitud de cada uno, en un contexto global tremendamente complejo, cuenta.
P. ¿Qué consecuencias tiene pensar que fenómenos como El Niño o el frío polar que recientemente ha azotado a Europa representan la nueva normalidad?
R. En ciencia existe el concepto de la duda razonable. Por ejemplo, vemos Roma cubierta por la nieve y decimos que no es grave, porque ya ha ocurrido en el pasado, aunque de manera muy esporádica. En el Acuerdo de París no se afirma que sea “cierto” que el hombre es el responsable de estos fenómenos extremos, sino que es “muy probable”. Existen siempre márgenes de duda. Este año, por ejemplo, se ha observado que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida se está reduciendo. Esto nos puede llevar a pensar que, efectivamente, si cambiamos nuestros hábitos hay un impacto. Pero la duda permanece.
P. ¿La solidaridad entre países desarrollados y el Sur en este ámbito puede funcionar para evitar que las regiones más pobres paguen el precio más elevado?
R. Espero que sí. Tenemos que actuar a escala global. Los países más pobres reivindican su derecho a crecer, pero carecen de la tecnología para hacerlo de manera sostenible. Las regiones más adelantadas deben ayudar desde este punto de vista, sobre todo si pensamos que nuestro estilo de vida y de consumo está en la raíz del problema.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.