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¿Cuántas conferencias más sobre deforestación?

Un foro internacional sobre los bosques en Roma deja a los asistentes con la pregunta en la boca: ¿No es mejor dejar de hablar y ponerse ya manos a la obra para preservarlos y proteger a quienes los habitan?

Árboles talados para abrir espacio al cutivo de palma en el norte de Liberia.
Árboles talados para abrir espacio al cutivo de palma en el norte de Liberia.MARCO LONGARI (AFP)
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Tras días de debates y encuentros, con expertos en bosques y representantes del sector forestal intercambiando impresiones y datos, la conferencia internacional contra la deforestación celebrada en Roma (Italia) se preparaba este jueves para elaborar unas conclusiones finales, unos "mensajes clave" y una "llamada a la acción", en la jerga de Naciones Unidas. Pero en una sala de conferencias de la sede de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), el embajador holandés Hans Hoogeveen hacía una reflexión: "¿No nos hemos ya puesto de acuerdo muchas veces en esos mensajes clave? He visto llamadas a la acción en las que ya coincidimos todos en 1996. Y ha habido progresos, pero no los suficientes. Podríamos pedir disculpas por ello. Quizá ese podría ser un mensaje clave".

Esa sensación de día de la marmota flotaba en un ambiente en el que se analizaba la responsabilidad de cada sector y se compartían cientos de iniciativas para frenar una deforestación que, si bien se ralentiza, no termina de frenar. Y que cada día se revela más dañina para la Tierra pero, sobre todo, para nosotros. "No se trata de salvar el planeta, sino el bienestar humano", apuntaba la antropóloga costarricense Christiana Figueres. 

Porque los bosques, además de secuestrar carbono, previenen la erosión de la tierra y proveen agua para los cultivos (e incluso, parece según los últimos estudios, también influyen en la distribución de las lluvias). Por eso es una peligrosa paradoja que cada vez se talen más para la actividad agrícola, como se ha repetido en esta conferencia. La directora general adjunta de la FAO, Maria Helena Semedo, puso un punto optimista al señalar que en los últimos 25 años, más de 20 países han mejorado su situación alimentaria al tiempo que mantenían o aumentaban su cubierta forestal. Pero entre 2000 y 2010, el mundo perdió siete millones de hectáreas forestales y ganó seis millones de hectáreas para cultivo o pasto de animales, según el último informe de la FAO. En los trópicos, 4 de cada 10 hectáreas de bosque talado se destinaron a la agricultura comercial.

Y si parte de esa deforestación es achacable a grandes explotaciones e inversores (hasta el 40% en las áreas tropicales), también son muchos los casos (un 33% en el trópico) en que los pequeños productores de subsistencia que viven junto al bosque se ven empujados a abrir hueco para sus animales, o para plantar algo que les dé de comer (y de vivir). Roselyn Fosuah Adjei es coordinadora del programa REDD+ (que busca incentivar a los países a reducir las emisiones de carbono que proviene de la pérdida de árboles) en Ghana, e insistía en esto: "Muchas veces es un problema de formas de ganarse la vida. Mientras no demos a la gente que vive junto al bosque una alternativa para ganarse la vida, o métodos para cultivar sin dañarlo, podemos seguir discutiendo eternamente". Adjei apuntaba que, con la cantidad de fondos que se han movilizado hasta el momento se podrían haber conseguido resultados, de haberlos dirigido a generar oportunidades para los habitantes de las zonas boscosas en países como el suyo. "Porque ellos dicen: 'yo no puedo perder mi medio de vida solo porque la ciencia lo diga", ilustraba.

La ciencia, los expertos académicos, han estado presentes en Roma junto a representantes de comunidades forestales, ONG o agencias. "Los bosques parecen estar en una sala de baile, esperando a que les inviten a bailar", comentaba el embajador holandés. "En la conferencia de los océanos de Nueva York cuatro fundaciones privadas pusieron 4.000 millones de dólares para la causa de los mares: los bosques también tienen que pedir un baile, con ayuda de la ciencia". Esa ciencia que, convenía Vincent Gitz, director del Centro de Investigación Forestal Internacional (Cifor, por sus siglas en inglés), tiene que seguir revelando nuevas utilidades de los bosques y nuevas formas de medir su importancia para que protegerlos empiece a verse de verdad como algo prioritario por los Gobiernos. "Porque no veo muchos ministros aquí", lamentaba Hoogeveen.

Y también por las empresas, prácticamente ausentes del encuentro. Christopher Stewart, director de Responsabilidad Social Corporativa del gigante agrícola Olam, lamentaba haber participado en tres mesas de debate por la incomparecencia de otras compañías del sector. Esa falta de implicación viene, según Stewart, de una concepción errónea de la sostenibilidad. "Muchas empresas llevan años pensando que sostenibilidad es hacer algo bien para que las ONG no se te echen encima. Pero ser sostenible, realmente, es garantizar tu futuro y por tanto ser más competitivo".

Si se muestra al sector privado ese valor, se interesarán por la deforestación. En caso contrario, según Stewart, sus asientos volverán a estar vacíos en la próxima reunión. Esa a la que la joven bióloga peruana Carla Madueño se negaba a asistir. "No quiero volver a sentarme aquí en 30 años para decir de nuevo lo importantes que son los bosques", ha aseverado. "No sé cuántos acuerdos necesitamos, lo que sé es que necesitamos más convicción. Ya no se trata de avanzar o estar parados: tenemos que ponernos a volar".

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