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Columna
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Vuelve la peste

La democracia camina al borde del abismo. El bacilo del racismo amenaza por doquier

Sami Naïr
La exdiputada francesa y miembro del Frente Nacional, Marion Marechal-Le Pen, fue invitada el pasado 22 de febrero, a la cita anual de los conservadores estadounidenses (Maryland).
La exdiputada francesa y miembro del Frente Nacional, Marion Marechal-Le Pen, fue invitada el pasado 22 de febrero, a la cita anual de los conservadores estadounidenses (Maryland).REUTERS

Bien conoce Europa esta enfermedad que surgió no sólo a finales de la Edad Media como una epidemia que arrasó una parte importante de su población, sino también en pleno corazón del siglo XX, cuando estalló disfrazada de ideología totalitaria y arrojó al caos a los países occidentales.

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Son conocidas las características de esta segunda versión: es un movimiento de masas, construido en torno a capas sociales vulneradas por las mutaciones económicas, con pérdida de poder adquisitivo, amenazadas de marginación social y que necesitan de una explicación, aun falsa, para comprender su suerte. Los partidos fascistas difunden entonces el bacilo responsabilizando a un enemigo definido, un adversario exterior o exteriorizado (los judíos, por ejemplo) culpable de robarle a los ciudadanos sus riquezas y sus empleos, y que pudre, al mismo tiempo, la “pureza” de la nación. Este cóctel se administra a la sociedad enferma con una receta simplista y aliviosa: el chivo expiatorio, figura maldita del Otro, único culpable de las desgracias de los tiempos.

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Dicho de otro modo, el odio racista deviene un motor banal de la vida política. Ese odio que fue la figura de la peste del siglo pasado y que se consideraba definitivamente vencido después de la Segunda Guerra Mundial… ¡está aquí otra vez!

Hoy vivimos desagregaciones sociales provocadas por una globalización sin reglas, incompetencia e impotencia de las élites políticas, crisis de las referencias morales, angustia ante el futuro. Cuando se declaró el primer caso de envergadura en Francia, con la aparición electoral del Frente Nacional en 1983, pensábamos que era un fenómeno coyuntural y explicábamos que desaparecería vencido por el nuevo relato imperante, “el sueño europeo”.

Treinta y ocho años después, Europa está bloqueada, el sueño sufre profundas dudas y el ejemplo francés se expande por doquier. El chivo expiatorio inmigrante sirve ahora de parangón a todos los movimientos europeos de la misma fracción: últimamente en las elecciones austriacas, holandesas, alemanas o británicas, así como también el odio al inmigrante, preferiblemente musulmán o subsahariano, llena de esperanzas a varios partidos en las próximas elecciones italianas del 4 de marzo.

Otra vez la democracia camina al borde del precipicio. Mientras tanto, silencio de las élites políticas y culturales democráticas. Unos consideran que es un viento maloliente pasajero; otros que sí es peligroso, pero cuesta mucho electoralmente combatirlo. La conclusión es pesimista: la sociedad está irremediablemente afectada.

El gran historiador Zev Sternhell, uno de los mejores conocedores de la historia del fascismo, patriota israelí incuestionable, en una tribuna en Le Monde (19-02-2018) sobre la desastrosa condición de los palestinos en su país, ha tenido la valentía de decir que ésta se parece cada vez más a la de los judíos durante el comienzo del nazismo en Alemania. Son palabras duras, quizás exageradas, pero tienen el mérito de avisarnos de que el bacilo funesto del racismo amenaza por doquier.

Blog: elpulsodelmundo.com

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).

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