Pulka: atención médica rodeados de violencia armada
El coordinador de Médicos sin Fronteras en Nigeria visita el estado de Borno, epicentro del conflicto entre el Ejército y Boko Haram, donde se duplican los desplazados
Pulka es un pequeño pueblo del estado de Borno (noreste de Nigeria). También es un enclave aislado y acordonado por el Ejército en medio de un territorio prácticamente inaccesible debido a la violencia del conflicto entre los militares y los grupos armados conocidos como Boko Haram. El pueblo se encuentra a unos 100 kilómetros de Maiduguri, la capital de dicha región. Nuestros equipos deben cubrir esta distancia en helicóptero, en los vuelos programados por Naciones Unidas, para salvaguardar la seguridad.
Antes del conflicto contaba con 30.000 habitantes, pero ahora la población se ha duplicado con la llegada masiva de desplazados debido a los combates en la zona.
Visité Pulka recientemente. Allí Médicos sin Fronteras (MSF) provee a la población de atención médica primaria y secundaria, incluyendo servicios de emergencias, salud materna y atención en salud mental.
Uno de los días en los que estuve en los campos de desplazados, cuyas carpas levantadas con maderas y lonas blancas forman parte ya del lugar, una mujer me contó que, además de hacerse cargo de sus cuatro hijos, debe ocuparse de otros cuatro, pues la madre de estos permanece desaparecida. Me decía que lo estaban pasando muy mal, pues no disponía de la tarjeta de distribución para esos niños y tenía que compartir la comida con todos ellos.
Durante mi estancia seguí reuniéndome con las familias desplazadas en los campos. Principalmente, mujeres y niños. Hay pocos hombres en los asentamientos. Algunos querían quedarse en sus pueblos para vigilar su casa y sus campos. Otros tenían miedo de huir.
Me hablaban de sus necesidades básicas: agua y comida. La población, tanto los locales como las personas desplazadas, no puede acceder a los campos de cultivo en las afueras de la ciudad —su único recurso para vivir— por el alto riesgo de ser atacados. El Ejército de Nigeria les permite salir hasta una cierta distancia, así que deben limitar sus cosechas a ese perímetro. También recogen madera para cocinar, pero no es suficiente para cubrir todas las necesidades.
Muchas mujeres se quejaban del tiempo de espera para poder acceder a los escasos puntos de agua que se han implementado. Los niños andan por los campos de desplazados y por el pueblo sin nada que hacer, pues las escuelas han cerrado, los profesores se han ido a Maiduguri y no hay actividades para los críos, excepto algunas que organiza MSF. Otras se lamentaban de la poca ropa que pudieron llevar consigo y sobre la falta de medicinas. La mayoría de los desplazados tuvo que huir de sus aldeas de un momento a otro.
Este colectivo sufre grandes traumas a consecuencia del conflicto. Gran parte de ellos, también los niños, ha visto a personas de su comunidad, incluso de su familia, morir violentamente. Muchas mujeres, hasta las más jóvenes, han sufrido violencia sexual. El apoyo en salud mental que proporciona MSF es vital para ellos. Algunos han huido cuando llegaron los grupos armados, matando gente y quemando casas. Otros tuvieron que quedarse y sufrieron también luego el conflicto antes de poder huir a Pulka.
Sin tiendas suficientes
No son solo desplazados. Hablamos también de retornados, personas que huyeron de Pulka hacia Camerún y otras poblaciones de Nigeria, como Maiduguri, y que comienzan a regresar ahora animados por el Gobierno nigeriano. Sin embargo, están regresando a un lugar que no ofrece condiciones dignas. La población aquí depende totalmente de la ayuda humanitaria. Una ayuda que además escasea. No hay ningún tipo de servicio público: ni administración, ni escuelas… Y la incapacidad para cultivar sumada a la falta de trabajo remunerado hace imposible vivir sin ayuda alimentaria.
La mayoría de los proyectos humanitarios se concentran en la capital del estado. Las pocas organizaciones que operan en Pulka no tienen el personal adecuado, entrenado o con la suficiente experiencia y, por tanto, son incapaces de atender las necesidades humanitarias. El hospital de MSF allí ha contratado a 200 trabajadores sanitarios para cubrir las demandas de la población.
Cuando los desplazados alcanzan Pulka, lo hacen a menudo después de haber caminado durante días sin poder comer y ni beber nada. A su llegada, lo primero que tienen que hacer es someterse a un control de seguridad por parte del Ejército. Luego, acceden a los primeros servicios humanitarios: registro, atención médica, distribución de alimentos de urgencia y vacunación.
La población de Pulka no puede acceder a los cultivos —su único recurso para vivir— por el riesgo de ser atacados
Pero estos servicios no se dan en las condiciones que deberían y, además, se hacen bajo el escrutinio de las fuerzas de seguridad. Una vez registrados, pasan a las tiendas comunes en espera de una tienda familiar, proceso que puede llevar meses.
Actualmente, hay miles de personas a la espera de refugio. Muchas de ellas viviendo a la intemperie y expuestas a las frías noches del lugar. El retraso en la entrega de tiendas familiares significa que nuestros equipos deben llevar a cabo distribuciones de emergencia de mantas para ayudar a la población a hacer frente a las bajas temperaturas.
Estamos atentos también a las condiciones sanitarias, pues el riesgo de brotes epidémicos como sarampión y meningitis es mucho mayor debido a la falta de alojamiento adecuado. Además, la exposición a bajas temperaturas aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias, especialmente en la población infantil.
Una de las preguntas que suelen hacernos es si el conflicto en el noreste de Nigeria es causa o consecuencia de la crisis en esta región. Las necesidades humanitarias de la población son el resultado tanto de los enfrentamientos como de los problemas estructurales de Borno. Los bajos estándares en sanidad ya existían antes del conflicto, pero se han agudizado por el desplazamiento masivo de los ciudadanos, la falta de acceso a los servicios básicos y el nivel insuficiente de ayuda humanitaria.
Luís Eguiluz es coordinador general de MSF España en Nigeria
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