Milán recupera su amor por la logomanía

El final de la Semana de la Moda de hombre de Milán el pasado lunes ha dejado un rosario de tendencias inequívocas como, por ejemplo, la logomanía, los gorros de pescador o el pantalón ancho de pana en una variada gama de colores. La fiebre por los logos y los gorros de pescador es irónica: hacerle un guiño a la ostentación del hip hop de los primeros ochenta y versionar la estética rave de los noventa están a la orden del día. Pero también hay una realidad literal, y es que la moda de lujo está incluyendo en su propuesta prendas fáciles de ver en el móvil, fáciles de integrar en un armario lleno de ropa de marcas de streetweary que revelen rápido el estatus de su joven usuario.

Por ejemplo, Fendi, que cerró los desfiles el lunes por la tarde con una efectiva colección de corte deportivo inspirada en los aeropuertos y los turistas —incluidos monos de operario y gorros con paraguas—, cubiertas por la doble F de la casa. O Miuccia Prada, que para conectar con los tiempos solo ha tenido que reeditarse a sí misma. Primero ha rescatado el pocone, ese nailon negro con una chapa triangular con el logo de la firma que le dio la fama cuando lo introdujo en la mochila Vela en 1984, y que ahora vuelve en forma de cuatro accesorios diseñados por los arquitectos Rem Koolhaas, Herzog y De Meuron y los diseñadores Konstantin Grcic y Ronan y Erwan Bouroullec. Segundo, ha recuperado estampados de archivo, que se enfrentaban por mitades en camisas y cazadoras amplias y tiesas. E incluso ha resucitado Prada Sport, la línea deportiva cuyas prendas, atravesadas por una línea de plástico roja, hacían soñar a sus fans de 1997. Un brillante revival del año con el que, casualmente, sueñan los herederos de aquellos admiradores hoy.

Fama y fiesta

Otros diseñadores confían su eterna juventud a la infalible receta de fama, fiesta y felicidad. La top Bella Hadid abrió el desfile mixto de DSquared2, un glamouroso espectáculo de vaqueros y lentejuelas. Para Dolce & Gabbana, la fama estaba representada por su ya habitual reunión de influencers posadolescentes, la felicidad por la sastrería barroca y el sport aristocrático; y la fiesta por una actuación de Maluma, que cantó su Felices los cuatro enfundado en un traje de lentejuelas plateadas.

Los huecos en el programa que han dejado las ausencias de nombres importantes como Gucci o Bottega Veneta, que se han mudado al calendario femenino, han permitido que emerja el talento joven de verdad.

El de Francesco Risso en su segunda colección para Marni, un ejercicio libre de sastrería surrealista, abrigos-manta y golpes de color. Y Sunnei, una pareja de diseñadores que goza de la bendición de estar libre de tener que comportarse como una marca de lujo. Lo suyo son las sudaderas, la ropa enorme de skater de los noventa, los colores de videojuego y una sana dosis de ironía milénica: el motivo clave de la colección es un corazón tatuado con la palabra Internet en el centro.

Ellos podrían ser los inesperados ganadores de la última edición de Milán, junto con Giorgio Armani. El patriarca de la moda de Milán ofreció una colección de ropa suave, en tonos neutros y de proporciones generosas, que no extremas. Prendas que, entre otros, cumplen un cometido fundamental: que quien vista de un diseñador no parezca ir vestido por nadie más.