Reyes sin reino
Tratando de evitarles a los niños un trauma imaginario a los ocho años, se les provoca uno real a los 18
Parece ser que se ha detectado otro ataque a la tradición, con niños de por medio, en la ciudad de Madrid: no todo iban a ser malas noticias. El Ayuntamiento ha dado permiso a la organización de una de las 17 cabalgatas de Reyes, la de Vallecas, para incluir una carroza por la igualdad y diversidad, algo que ha despertado el espíritu de No te lo Perdonaré Jamás, un movimiento ciudadano surgido espontáneamente para defender que lo que se le enseñe a un niño en casa se le enseñe a todos fuera.
La oposición de PP y Ciudadanos demuestra que el esfuerzo hecho por la sociedad española para que buena parte de la derecha reconociese que los homosexuales pueden casarse tiene que dirigirse ahora a hacerle comprender que esos seres tan rentables políticamente no brotan de la tierra a edad adulta, sino que nacen al mismo tiempo que los demás niños, crecen al mismo ritmo y, en lugar de empezar a gustarles alguien de sexo contrario en el colegio, les gustan del mismo. Esos niños, en un mundo infantil pendiente de normalizar, siguen creyendo antes a los 12 años en los Reyes Magos que en su integración.
La respuesta alterada a una iniciativa escasa e inocua ha descubierto a cargos de Ciudadanos y PP reivindicando el Día del Orgullo de la manera que se sospechaba que lo reivindicaban: como un día. Una ocasión especial, un momento pintoresco sin significado más allá de la fiesta; nada que ver por tanto con la visibilidad social. Los Reyes Magos seguirán siendo los Reyes Magos en Vallecas, es decir, señores disfrazados, y en cualquier caso si hay algo difícil en la cabalgata de una gran ciudad es distinguirlos entre tanta carroza y disfraz; lo que debería hacer el Ayuntamiento es premiar a los niños que acierten, entre semejante jaleo, el sexo de cada participante.
Básicamente, el principal reproche que se le hace al Ayuntamiento de Madrid —la asistencia de niños a una cabalgata con una carroza por la diversidad sexual— es la principal razón por la que ha de hacerse. Para que los niños se acostumbren a ver cómo los espacios pueden ser ocupados por todos, independientemente de su sexo o de su orientación, incluidos aquellos en los que resulta más creíble la presencia de un rey de Oriente que una transexual. El movimiento LGTBI ha encontrado un respaldo mayoritario en la sociedad con una condición muy sensible en los sectores más recalcitrantes: mantenerlo alejado de los niños; sí a todo, pero con aviso reflectante. Por eso a muchos, tratando de evitarle un trauma imaginario a los ocho años, se le provoca uno real a los 18.
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