Orfebrería de precisión
Las célebres pulseras de ‘charms’ han convertido a la marca danesa Pandora en una de las firmas de joyería más populares del mundo. Una de las claves de su éxito reside en las manos de los artesanos de Tailandia, el país donde tienen sus plantas de producción. Entramos en una de ellas para descubrir algunos de los secretos de sus creaciones.
EN LA LINDE de Bangkok, en medio de una vegetación exuberante que va ganándole terreno a la desigual arquitectura, se levanta el polígono industrial Gemópolis, un espacio compartido por diferentes negocios dedicados al tratamiento de diamantes y gemas. Aquí se ubican parte de los cerca de 12.400 artesanos a los que Pandora emplea en Tailandia.
Desde su fundación en 1982, Pandora ha abierto 2.100 tiendas en todo el mundo, 64 en España, y emplea a casi 18.000 personas
Ellos atesoran el secreto de la empresa danesa que se ha hecho famosa en todo el mundo gracias a sus pulseras de colgantes o charms. Las propietarias de estas joyas pueden añadir figuritas, que se pueden adquirir en más de 600 formas y colores, bien para conmemorar momentos importantes o, simplemente, a capricho. Fabricadas en materiales como la plata, el oro o el cristal de Murano, sus precios oscilan entre los 10 y los 400 euros.
En 1989, el matrimonio fundador, formado por el orfebre Per Enevoldsen y su esposa, Winnie, decidió instalarse en aquella efervescente “tierra de la libertad”, que es lo que significa Tailandia. Llevaban siete años importando joyas al por mayor para su tienda en Copenhague desde aquel país, cuyo PIB per capita es unas 10 veces menor que el de Dinamarca (48.400 euros frente a 5.339 a fecha de 2017, según el FMI). “Ellos sabían que la artesanía asiática es la mejor: por su delicadeza, gran habilidad y mucho talento. Los dueños comenzaron con un pequeño negocio aquí, y cuando vieron que funcionaba, empezaron a crecer”, subraya un entusiasta NakarinThongla, director de planificación de desarrollo de producto en la fábrica de Bangkok, la más importante de la marca.
Desde aquellos inicios, la firma ha abierto más de 2.100 tiendas en Europa, Asia Pacífico y América, 64 de ellas en España. Según la lista Forbes, emplea a 17.770 personas en todo el mundo, tiene un valor de mercado de unos 10.000 millones de euros a fecha de mayo de 2017 y ocupa el puesto 1.312 entre las 2.000 mayores compañías públicas globales, ya que cotiza en la Bolsa danesa. Su sede y oficina corporativa se encuentran en Glostrup, cerca de Copenhague. Pero su corazón late a miles de kilómetros: en Tailandia.En la fábrica de Bangkok, un ejército de hombres y mujeres —en su mayoría jóvenes, procedentes de diferentes regiones— uniformados con sus camisetas granates y sus pantalones negros, han llegado hasta allí gracias a sus “manos delicadas”. “Cuando alguien entra en Pandora, los primeros cuatro meses se dedican a la formación, porque el conocimiento de la orfebrería es la base de este trabajo”, señala Thongla. “Es en ese periodo cuando se decide cuál es su habilidad más destacada. Las mujeres son capaces de encajar las piedras más pequeñas, así que ellas suelen ingresar en el departamento de engastado”.
Un ‘charm’ mide un centímetro y caben un centenar de piedras. Huelga señalar la pericia necesaria para engastarlas
Si un charm de Pandora mide en torno a un centímetro de diámetro y en él se pueden llegar a contar hasta un centenar de piedras decorativas, huelga señalar el nivel de precisión, pericia y paciencia necesario para desempeñar esta labor.Perfectamente alineados, muchos con la pupila agigantada por las lupas dispuestas en sus mesas, los empleados de la fábrica no dan en ningún momento la impresión de enfrentarse a una tarea compleja. Aunque lo sea, y mucho. Al ritmo de la radio que suena por un hilo musical, las manos operan con velocidad y precisión milimétrica, ya sea para aplicar una gota de esmalte o para engastar un brillante en un hueco de tamaño microscópico. “Si se te da bien, después de un tiempo puedes elegir pasar a otro departamento”, apunta el ejecutivo. “Es decir, que los empleados pueden decidir cuál es el siguiente paso que quieren dar, pero antes tienen que demostrar que pueden hacer este trabajo”.
En el proceso artesanal de la producción de joyas de Pandora, el primer estadio lo representa el vaciado a la cera perdida: se realiza un molde de cera que se recubre de metal y, cuando la cera se funde en el horno, se introduce más metal en el hueco que deja. De ahí surgen una especie de árboles cuyas ramas son los charms u otras figuritas. Cuando estas ramas se cortan, se obtiene cada una de las piezas individuales, que se van puliendo hasta quedar perfectamente terminadas.
Llegado este punto, comienza la labor puramente orfebre, que depende del objeto final y abarca técnicas como la soldadura, el engastado, el chapado, la oxidación o el lacado. Entre que se recibe un pedido y se finaliza, suele pasar poco más de un mes. “Cada semana enviamos de media 2,5 millones de piezas al extranjero”, presume Thongla, que se muestra exultante con su suerte. “Creo que nuestro éxito es merecido”, se jacta, “y pienso que se debe a que nuestros productos están conectados con el consumidor a través de una historia”.
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