La ciudad africana busca servirse de la cultura para prosperar
Entrevista a Jenny Mbaye, experta en indústrias creativas de la City University de Londres y coordinadora del programa de Red de Ciudades Africanas Creativas.
La investigadora y profesora de Cultura e Industrias Creativas de la City University de Londres, Jenny Mbaye, de paso por Saint Louis (Senegal), explica el programa de Red de Ciudades Africanas Creativas que coordina para Arterial Network y reflexiona sobre la manera en que los diferentes actores deben apropiarse el proyecto para construir una ciudad "más ciudadana".
- P. La Red de Ciudades Creativas se basa sobre el caso de Ségou (Mali) de la que Arterial Network ha formado parte. ¿Cuáles son las particularidades de esa experiencia modelo?
El gran éxito de la experiencia de Ségou, es que en diez años ha conseguido consolidarse como capital cultural de Mali a fuerza de voluntad y de una creencia fuerte en el potencial de la cultura y del arte para acompañar la transformación de una ciudad. A partir de un evento cultural, como es el Festival sobre el Niger, su Fundación, acompañada del Ayuntamiento de Ségou y el apoyo de Arterial Network, ha conseguido crear una vida creativa y cultural dinámica, respondiendo a las necesidades de la ciudadanía y accesible a todas y todos.
Esto se ha concretizado en la creación de un Consejo de la Promoción de la Economía Local (CPEL) que es una asociación público-privada que ha culminado el proceso de ciudad creativa con la certificación del sello Ségou ville creative que ha puesto por ejemplo al tapiz de algodón, al mercado de artes visuales Ségou’Art o a la gastronomía local. La lección del caso de Ségou es que ha conjugado una visión política pero también una acción endógena, anclada en la realidad del terreno, que es lo que permite una transformación más duradera. Las diferentes energías vivas de la ciudad se han comprometido verdaderamente con el proyecto. Siguen allí tras diez años y actualmente están redactando un borrador de política cultural para la ciudad.
- P. El programa pretende replicar esta experiencia en otras cuatro ciudades africanas de cuatro regiones del continente, ¿cuáles son los puntos clave que se pueden exportar?
La experiencia de Ségou ha inspirado a los miembros de nuestra red por lo que decidimos abrirnos a otros operadores culturales establecidos en diferentes ciudades con un evento, ya sea festival, música o teatro y acompañarlos en esa incidencia política y de sensibilización a población e instituciones públicas. Además de Ségou, la Red interviene en Nouakchot (Mauritania), Victoria Mahe (Seychelles), Harare (Zimbawe) y Pointe-Noire (República del Congo).
Cada ciudad tiene sus propios retos y una concepción de identidad cultural que quieren preservar y promover de forma diferente. Por ejemplo, en Nuakchott hay una gran insistencia en crear puentes entre las diferentes etnias que allí conviven por lo que el foco se quiere poner sobre la cultura urbana para crear un espacio de encuentro. En Victoria, el esplendor de la naturaleza ha hecho sombra a la creatividad cultural, por lo que el debate se centra en lo que ésta puede ofrecer a la ciudad. Cada uno se busca a sí mismo y nosotros apoyamos. El trabajo de Arterial es de acompañamiento, a través de tres ejes:
- Incidencia política cultural.
- Refuerzo de capacidades.
- Y puesta en red.
- P. ¿Por qué es importante crear una red de Ciudades Creativas africanas?
Arterial Network es una red panafricana que quiere crear puentes entre ciudades que, aunque tengan sus especificidades, tienen muchas cosas en común. Queremos construir mercados culturales, comenzar a conocernos a nosotros mismos, sensibilizar a nuestros públicos y audiencias pero también a nuestros creadores de que en África hay un patrimonio cultural muy diverso del que podemos inspirarnos.
- P. ¿Cuáles son las diferencias entre este programa y otros similares como el de la UNESCO?
Hay otras redes de ciudades creativas como la de la UNESCO o la de la Agenda 21 pero lo interesante es que este programa se apoya en las fuerzas vivas, pioneras, innovadoras que emanan de la sociedad civil y que existían previamente. Es un proceso endógeno y se apoya en lo existente, sin pasar necesariamente por las fuerzas estatales como hacen los otros dos programas, por la naturaleza de sus instituciones.
- P. Tras el comienzo del programa en el mes de mayo, ¿qué es lo que se ha hecho hasta ahora y cuál es el balance que hacéis desde Arterial?
En estos meses hemos hecho el lanzamiento del programa en todas las ciudades en paralelo al evento faro del operador, por ejemplo el Festival Assalamalekum en Mauritania, y un taller de identificación de elementos a preservar en cada caso. Paralelamente, se ha comenzado con el intercambio de experiencias en red: una banda de Harare ha tocado en Ségou, una joven cantante de allí participará en el evento de Pointe-Noire, y se están seleccionando a artistas plásticos para participar en la exposición panafricana de Seychelles.
Como lección, decir que ha habido poderes públicos que no nos han acompañado tanto como esperábamos, y como sorpresa, el compromiso de los actores de la sociedad civil. Nuestra conclusión es que con poco presupuesto se puede hacer mucho y que tanto creadores como público está listo para la apertura y cambio de mentalidad.
- P. ¿Cuáles son los retos de las siguientes fases?
En la 2ª etapa, que comenzará en 2018, se realizarán talleres de refuerzo de capacidades según las necesidades identificadas, y en la 3ª fase se multiplicarán las cinco ciudades a diez. Los criterios serán, como en la primera ocasión, el tener una voluntad de hacer del arte un eje de vertebración del desarrollo de la comunidad para la transformación social y la demostración de una capacidad previa de movilización y de gestión.
Tenemos como reto buscar más socios financieros para acompañar las etapas del proyecto y de aligerar el trabajo de las personas que se han implicado voluntariamente, aunque no son necesarios grandes medios sino voluntad, apropiación e implicación de las partes.
- P. La cultura, o su gestión en particular, se ve a veces restringida a una élite intelectual. ¿Cómo se consigue que la gente se apropie del proyecto de ciudad creativa?
Efectivamente, el reto del programa es la gobernanza de la cultura, conseguir un proceso de co-diseño, coproducción y co-realización por parte de la ciudadanía. Para ello, desde Arterial ponemos el acento no tanto en el objeto (monumento, realización) sino en el proceso, en el sujeto: cómo dialogamos, cómo creamos lo común. La ciudad es su pueblo. Una ciudad creada por y para sus ciudadanos, estará más cuidada y atraerá a otras personas.
Entendemos que la creatividad más sensata es la más real, aquella que se produce en los territorios de manera natural. Por eso es necesario que todo el mundo pueda participar, como dice Bowen, a la altura de sus posibilidades. No esperamos de todos la misma fuerza de implicación, pero es importante que todo el mundo se sienta parte de esto. Así, cada actor tiene sus responsabilidades: la de los promotores es la de ser accesibles. Los eventos que apoyamos son ante todo fiestas populares, que permiten a la población "osar participar": hemos visto gente asistir a una obra de teatro incluso en una lengua extranjera… A veces también hay que deconstruir los términos, evitar tecnicismos.
No hay que perder de vista para quién queremos crear ciudad y hasta qué punto fomentamos su apropiación: si hay espacio para recibir propuestas o criticas, en qué lengua se comunica, a quién se deja fuera, etc. El diseño también es útil. No podemos crear sin una intención de cara a los usuarios y éstos no deben ser visitantes, inversores o extranjeros, sino la ciudadanía. La política cultural es un diálogo de la ciudad consigo misma: se trata de quiénes somos pero también quiénes queremos ser mañana.
- P. ¿Cómo aborda el programa la implicación de las mujeres y de las personas que están en la diáspora?
Desgraciadamente, vivimos en un mundo de hombres y el sector de la cultura no es una excepción. El programa parte de lo existente, y no de lo que debería ser, por lo que, a falta de paridad, en cada ciudad, promovemos que las mujeres formen parte de la comisión de trabajo y del equipo de organización, con proyectos y contribuciones generalmente muy pertinentes.
En cuanto a la diáspora no es una cuestión que haya sido abordada directamente, pero sí ha habido casos, por ejemplo, de actores de Brazzaville que se han implicado en el proyecto porque eran originariamente de Pointe-Noire. También en Harare hemos visto muchos miembros activos que o bien procedían o están basados en Bulawayo pero que se se sienten profundamente concernidos por la escena cultural de su capital.
- P. Pese a que las directrices internacionales señalan la importancia de la cultura y la ligan estrechamente al desarrollo económico y a la cohesión social de una comunidad, ésta sigue ocupando un segundo plano en muchas agendas políticas. ¿Por qué ocurre esto?
En primer lugar creo que hay una falta de comprensión de nuestros políticos, que no tienen siempre conciencia de cuáles son sus roles y responsabilidades en el ámbito cultural. Son cuestiones complejas de entender, muchas veces intangibles. Además, está la cuestión de la voluntad política y de la temporalidad, ya que el tiempo del mandato político es diferente al tiempo de la transformación, por lo que no es rentable electoralmente.
- P. ¿Es posible que el sector cultural se mantenga al margen de las subvenciones públicas?
Actualmente lo que no es viable es depender de fondos públicos. Es necesario que los agentes culturales busquen un modelo de negocio que sea innovador. Los espacios de coworking o los fab lab han sabido ver otro modelo de viabilidad económica que se debería compartir con otros actores y con la comunidad donde se integran para impregnarse de la idiosincrasia local.
El rol de los agentes privados también es clave. El mecenazgo que ha funcionado en Europa aquí no está muy desarrollado, incluso habiendo grandes fortunas en África. La herencia francófona de algunos países africanos hace que la cultura se perciba como algo financieramente no viable. No como un mercado sino como un sector bajo tutela del estado. Por otra parte, la intervención pública se ha hecho a través de donaciones, cuando hay otras formas de participar que son más estructurantes para el sector, como la reducción de impuestos para empresas culturales.
Hay que concienciarse de que trabajar por la cultura no crea menos empleos, ni es menos viable, ni menos lucrativo, ni menos benéfico socialmente que otros sectores, pero que lleva su tiempo.
Laura Feal es periodista freelance y técnica de cooperación desde hace más de doce años en países africanos. Actualmente está afincada en Senegal, donde trabaja con diferentes actores locales e internacionales en temas de seguridad alimentaria, género, cultura y migraciones.
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