La Unesco declara Barcelona Ciudad de la Literatura
La capital catalana se suma a la red junto a urbes como Edimburgo, Dublín y Praga
Una década después de que la ciudad reivindicara su peso literario con los actos del Año del Libro y la Lectura hijos del 400 aniversario del Quijote (1.900 actividades), Barcelona ha visto recompensado su esfuerzo en no olvidar su histórico vínculo con el mundo del libro ya que la Unesco acaba de declarar Barcelona Ciudad de la Literatura, en el marco de la Red de Ciudades Creativas de este organismo.El club es selecto y reducido: Barcelona recibe este reconocimiento tras Edimburgo y Norwich (Reino Unido), Melbourne (Australia), Iowa City (Estados Unidos), Dublín (Irlanda), Reikiavik (Islandia), Cracovia (Polonia), Heidelberg (Alemania), Praga (República Checa), Dunedin (Nueva Zelanda) y Granada (España). Junto a la capital catalana también han sido nombradas Bagdad (Irak), Lubiana (Eslovenia), Lviv (Ucrania), Montevideo (Uruguay), Nottingham (Reino Unido), Óbidos (Portugal), Tartu (Estonia) y Ulyanovsk (Rusia).
Promovida por el Institut de Cultura del Ayuntamiento (ICUB), que ha encabezado una oficina impulsora del proyecto junto al Instituto Ramon Llull, la Institució de les Lletres Catalanes y el Consorcio de Bibliotecas de la ciudad, la candidatura, si bien se empezó a preparar en 2014, fue presentada formalmente el pasado julio y reforzada hace apenas dos meses, en octubre, con la visita de una delegación barcelonesa a los responsables de la Unesco en París; una presencia que, vista la nominación, debió dar sus frutos.
La comitiva, encabezada por el tercer teniente de alcalde y titular de la cartera de Cultura, Jaume Asens, aprovechó el viaje para estudiar el modelo de la capital francesa para proteger los comercios culturales en el centro de la ciudad, especialmente de las librerías. Barcelona se ha cobrado en los últimos años ilustres víctimas en ese tipo de tiendas, entre ellas la histórica Catalònia (enero de 2013) o la carismática Negra i Criminal en el barrio de La Barceloneta el mismo octubre pasado.
Amén de etiqueta en el escaparate de una Barcelona que no pierde ripio para venderse como reclamo turístico, la ciudad que desde 1882 ofrece cada domingo un mercado de libro viejo en Sant Antoni y que en 1926 se inventó la Diada de Sant Jordi (que hace exactamente 20 años inspiró a la Unesco declarar el 23 de abril Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor) tiene de natural un ecosistema literario y libresco bastante completo, que se traduce en que representa casi la mitad de su industria cultural. Una red de 40 bibliotecas públicas y ser la sede de 272 editoriales (que ocupan casi a 5.000 personas, editaron 31.759 títulos y facturaron 1.209 millones de euros el año pasado) son algunos de los puntos fuertes de la flamante Ciudad de la Literatura de la Unesco, que además potenciará ese perfil con diversas iniciativas, algo necesario ante la voluntad del organismo internacional de endurecer tanto el acceso a la red de las ya actualmente 116 ciudades creativas (de diseño, arquitectura, cine, literatura…) como su permanencia en este cada vez más restrictivo club: se desea, a lo sumo, tres por Estado y que no se sobrepasen en el mundo las 200 entre todas las disciplinas.
En ese contexto, entre las iniciativas para reforzar el nuevo papel internacional estaría, según constaba en la candidatura presentada a la Unesco, reforzar el contenido literario de centros como el CCCB y la potenciación del papel de la capital catalana como puente entre los editores de América Latina y del resto de Europa. Para esto último, el hasta ahora Consejo Promotor de Barcelona Ciudad de la Literatura (que ha contado con una oficina con un presupuesto de 170.000 euros y que tendrá su primera reunión ya como órgano consultivo en enero) trabaja ya en un encuentro internacional de editores, que se querría anual, a imagen del que se hacía en Santander. Para el primer año del debut está prevista, amén de un programa de movilidad e intercambio de escritores entre las diversas Ciudades de la Literatura, la puesta en marcha, también, del notable centro de divulgación literaria de Vil·la Joana, en Vallvidrera, donde pasó Verdaguer sus últimos meses de vida, y que gestiona el Museo de Historia de Barcelona.
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