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El hombre que susurraba a los pingüinos

El biólogo Andrés Barbosa es un referente internacional del estudio de estas aves en la Antártida

Andrés Barbosa, en una pingüinera de la península Byers, en la isla Livingston.
Andrés Barbosa, en una pingüinera de la península Byers, en la isla Livingston.

Viajar a la Antártida no solo va a suponer para mí una increíble experiencia personal; participar en la XXXI Campaña Antártica Española también me está permitiendo conocer a algunos de nuestros científicos polares que, desde hace años, desarrollan una importante labor investigadora en aquellas frías y remotas regiones de nuestro planeta. Uno de ellos es el biólogo Andrés Barbosa, investigador científico en el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y actual gestor del Programa de Investigación Polar de la Agencia Estatal de Investigación.

Barbosa, en una fotografía tomada desde la cubierta del 'BIO Hespérides' durante una campaña antártica anterior.
Barbosa, en una fotografía tomada desde la cubierta del 'BIO Hespérides' durante una campaña antártica anterior.

La actividad científica de Andrés en la Antártida se ha centrado en el estudio de los pingüinos, donde es un referente tanto a nivel nacional como internacional. En la presente campaña —y tiene ya 11 a sus espaldas— este veterano científico es el investigador principal del proyecto PINGUFOR, cuya principal misión es investigar la interacción de distintas funciones fisiológicas de las tres especies de pingüinos que habitan en la zona de las Shetland del Sur, donde se localizan las bases españolas —pingüino barbijo, de Adelia y papua—, con la manera en que se alimentan en mar abierto, para lo cual van a adosar a varios pingüinos un pequeño instrumental que, aparte de tenerlos geolocalizados durante sus inmersiones, ofrecerán muchos datos de interés.

Andrés Barbosa tiene claro la importancia de hacer investigación en las regiones polares, en particular en la Antártida. Los cambios que se empiezan a observar allí, no solo en los pingüinos que centran sus investigaciones, sino en cualquier otro aspecto medioambiental (el hielo, las corrientes marinas...), son buenos indicadores de los impactos ambientales que, a nivel global, causan las actividades humanas. En aquel remanso de paz y de vida salvaje, donde Andrés ha forjado grandes amistades con otros muchos colegas antárticos, se esconden algunas de las claves que pueden ayudarnos a comprender mejor la magnitud del cambio climático actual y sus previsibles impactos.

Grupo de pingüinos barbijos en la isla Livingston.
Grupo de pingüinos barbijos en la isla Livingston.JOSÉ VICENTE ALVERO
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Los pingüinos de las Shetland del Sur son una buena fuente de información. Gracias a los minuciosos estudios llevados a cabo por Andrés Barbosa y otros investigadores también españoles y de otras nacionalidades, se ha detectado a lo largo de los últimos 20 años una disminución de la población de pingüino barbijo y de Adelia de un 36%. Esa caída se constata tanto en la pingüinera de la isla Decepción, donde Barbosa ha centrado su trabajo de campo, como en otras de la zona. Por el contrario, la población de pingüino papua —la tercera especie que habita en aquel archipiélago— ha aumentado.

Entender estas tendencias a largo plazo es el principal reto científico al que se enfrentan Andrés y sus colegas biólogos. Estudiar a fondo el sistema inmunitario de los pingüinos, su vulnerabilidad ante determinadas enfermedades, o su grado de tolerancia y adaptación a los cambios ambientales que pudieran estar aconteciendo en su hábitat, son cuestiones que el hombre que susurra a los pingüinos en la soledad que le brinda la Antártida tiene apuntadas en su agenda de trabajo de los próximos años.

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