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Oryzon se fue de Barcelona “para proteger a los pacientes y a los inversores”

El director general de la biotecnológica, que desarrolla fármacos contra el alzhéimer o el cáncer, explica las razones por las que se convirtió en la primera compañía en dejar Cataluña tras el referéndum ilegal

Carlos Buesa con 'Materia'

Carlos Buesa, director general de Oryzon Genomics, la compañía que logró el mayor acuerdo para desarrollar un fármaco de la biotecnología española

Gepostet von El País am Montag, 27. November 2017

Los últimos meses han sido agitados para Carlos Buesa, director general de Oryzon Genomics, la empresa que en 2014 logró el mayor acuerdo de la biotecnología española. El pasado mes de julio, la farmacéutica Roche decidió romper el acuerdo millonario al que habían llegado para desarrollar su molécula ORY-1001, que había mostrado potencial en fases experimentales para tratar la leucemia mieloide aguda y algún tipo de cáncer de pulmón. En una conversación en un Facebook Live de EL PAÍS, Buesa ha reconocido que aquella decisión fue inesperada y supuso un contratiempo para la empresa, pero no ha disminuido su confianza en la molécula. “Hubiera sido grave que nos devolvieran la molécula porque no funcionaba o porque era peligrosa, pero eso no ha ocurrido”, explicaba. “En Roche se decidió que otras moléculas tenían más posibilidades de llegar antes al mercado y dar un interés a sus inversores y abandonaron otras que podían no ser tan rápidas”. “Ahora tenemos que poner a caminar de nuevo la molécula, y volver a hablar con farmacéuticas que estuvieron interesadas en su día y lo volverán a estar, o con algunas grandes empresas biotecnológicas”, añade.

Poco después de ese contratiempo, Oryzon volvió a tener protagonismo en los medios por otras razones. Poco después del referendum ilegal para la independencia de Cataluña, la biotecnológica se convirtió en la primera empresa que anunciaba su cambio de sede fuera de esa comunidad autónoma para trasladarse a Madrid: “Fue una decisión muy meditada que tomamos por tres motivos. El primero es que nos debemos a nuestros pacientes. Cuando empiezas un ensayo de alzhéimer, que va a durar dos o tres años, no quieres decirle a un paciente que venga a trabajar con nosotros, para luego, dentro de año y medio, tener una situación regulatoria o jurídica donde se pone en duda si Oryzon puede tener un permiso de la agencia española o europea porque estamos en un limbo jurídico. En segundo lugar, también tenemos que estar atentos a nuestros inversores, porque son los que permiten que estos ensayos se hagan. En abril hicimos una ampliación de capital de 20 millones de dólares con un banco de inversión norteamericano y dos españoles. Cuando hablas con un fondo israelí, uno de Nueva York o uno de San Francisco, ellos se preocupan y tú no quieres andarles explicando detalles que ellos tampoco quieren saber. Ellos quieren saber en qué aplican los recursos o cómo van tus ensayos clínicos. Creíamos que esto introducía una distorsión enorme en nuestro plan de negocio y para salvaguardar la seguridad jurídica y salvaguardar la relación con los inversores y blindar la relación con nuestros pacientes y nuestros ensayos clínicos, pensamos que era la decisión que había que tomar”.

En España podemos hacer ciencia del nivel de empresas en Boston con una inversión mucho más baja

Lo que quería salvaguardar Buesa lo ha explicado con detalle en la conversación con EL PAÍS. A la espera que buscar una nueva vida para la molécula ORY-1001, su producto estrella es ORY-2001, otra molécula que ataca la misma diana farmacéutica, la proteína epigenética LSD1. Esta proteína actúa como un interruptor molecular que abre y cierra zonas del cromosoma de tal manera que los genes que se encuentran en ese trozo del cromosoma se encienden o se apagan. “Sabemos que LSD1 es una proteína muy importante durante el desarrollo embrionario. De hecho, en animales de experimentación, cuando suprimes el gen, se produce un aborto”, señala Buesa. Después del nacimiento, al menos en seres humanos, hay tres tejidos en los que LSD1 desempeña un papel importante: la médula ósea, donde se produce la maduración de las células de la sangre y de ahí su importancia en leucemias; tiene un papel muy importante en el epitelio pulmonar, y de ahí su importancia en cáncer de pulmón; y también tiene un papel importante en el desarrollo del sistema nervioso.

Esta última faceta de LSD1 es la que están aprovechando para combatir la esclerosis múltiple, donde ya van a iniciar un ensayo clínico de fase II (de un total de tres fases para llegar al mercado), y alzhéimer. Para esta última enfermedad, ya han observado en modelos animales la capacidad del fármaco para reducir la agitación y la agresividad. “Este problema es la primera barrera que tiene el paciente con el cuidador o los familiares y es la primera causa de institucionalización de estos enfermos”, explica Buesa. “Estamos viendo que esta molécula tiene una aproximación holística. Con ella reducimos agresividad, inflamación, apatía o mejoramos la memoria”, continúa. “Siempre que se desarrolla un fármaco, tenemos la pregunta de cómo va a funcionar en el cerebro humano algo que hemos visto funcionar en un modelo animal, pero tenemos buenos resultados con siete modelos diferentes. Estamos viendo que somos capaces de reprogramar la expresión genética de las neuronas y resetearlas, y logramos que las neuronas que no han muerto puedan recuperarse y devolver al animal a la normalidad”, asevera.

Aunque se ha visto afectado por vicisitudes políticas muy locales, Buesa reivindica la “vocación norteamericana de la compañía”. “Tenemos oficina en Boston (EE UU), yo paso el 40% de mi tiempo allí y queremos ampliar nuestras actividades en el país”, asegura. Pero también reconoce que, más allá de su vínculo con España, este país también tiene ventajas para una empresa como la suya. “Tenemos hospitales y científicos de primer nivel mundial y a nivel de costes un ensayo en España es mucho más barato que en EEUU, donde se multiplican por cinco o seis. Podemos hacer ciencia del mismo nivel que compañías de Boston con una intensidad de inversión mucho más baja. Aparte del romanticismo hay un componente práctico”, concluye.

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