Javier León, o cómo trabajar desde Cádiz y triunfar en Los Ángeles
Iba para ingeniero naval hasta que a mitad de carrera descubrió el universo de los videojuegos. Ahora es uno de los grandes artistas en 3D del mundo, ha sido nominado a los Emmy por 'The Crown' y trabaja con los mejores de la industria de la animación desde la isla de San Fernando, en Cádiz
DOS AÑOS y medio. Ese es el tiempo que Javier León suele aguantar en una compañía o dedicar a un proyecto profesional. Pasado ese plazo, este experto en animación 3D, uno de los grandes artistas digitales del mundo, necesita un cambio. Estar a su aire. Preferiblemente, en Cádiz. León sabe que los grandes de la industria se encuentran en Estados Unidos, pero él está amarrado a la sal del levante, a la isla de San Fernando, a la tranquilidad del sur. Desde el bajo de una antigua casona situada en el centro de la ciudad, el gaditano, de 44 años, dirige Leon Studio, una compañía de animación que realiza dibujos en tres dimensiones para los anuncios publicitarios de las mejores marcas, desarrolla efectos especiales de películas (como hizo en Ágora, de Alejandro Amenábar) y gráficos para videojuegos.
Su último gran triunfo ha sido la realización de las imágenes que aparecen en los títulos de crédito iniciales de The Crown, la exitosa serie de Netflix que cuenta la vida de la reina Isabel II de Inglaterra, y con la que ha conseguido su primera nominación a los Emmy de este año. En ellas se ve cómo una pieza de oro se funde hasta dar forma a una corona que representa a la monarquía británica. “Todo surgió por un trabajo que colgué en mi web”, revela el isleño. Entonces muestra el retrato enmarcado de una mujer de piel oscura que cubre su cabeza con un casco dorado y sobre cuyo torso desnudo revolotean cucarachas del mismo color. “Ella no existe. Está realizada en el ordenador, al igual que los insectos. Y los bichos suelen generar repulsión o fascinación”, explica. Al que sí le gustó fue a Patrick Clair, director creativo del drama televisivo, que le llamó para proponerle que desarrollara esa idea.
Antes de convertirse en un maestro de la ilusión digital, León iba para ingeniero técnico naval, pero en tercero de carrera el camino que le había trazado su padre se torció. “La verdad es que nunca me gustó”, confiesa. Aquel año descubrió en la Universidad de Cádiz un departamento multimedia que desarrollaba programas informáticos para empresas y decidió meter la cabeza. “Cuando le dije que quería hacer videojuegos se lo tomó fatal, pero yo lo tenía muy claro”. Se libró de la mili y pasó el año de objetor de conciencia enseñando a los chavales de San Fernando a utilizar los ordenadores. Cuando acabó, el padre le propuso ayudarle con el proyecto final de carrera de ingeniería. “Pero yo no pensaba hacerlo”. Entonces encontró empleo en una empresa de programación de Pontevedra, a unos mil kilómetros de casa.
Poco después le llamaron de Pyro Studios, la compañía que creó Commandos, el videojuego español más vendido de la historia, y se fue a Madrid. “Participé en la segunda parte, hacíamos los escenarios, y allí aprendí todas las herramientas de la animación 3D”, reconoce. Luego recibió una oferta de Toby Gard, creador de Tomb Raider y Lara Croft, y se fue a Bristol (Reino Unido). “En esta profesión no se miran los títulos, sino los trabajos, y los míos cada vez eran mejores”, dice. Pasaron otros dos años y se volvió a cambiar de compañía para participar en Worms, otro conocido videojuego de estrategia militar. Después descubrió el mundo de la publicidad (“Y no quería hacer otra cosa. Soy muy obsesivo”). Se mudó a Barcelona (“En esa época hice un anuncio del Rasca de la Once, de Cruzcampo… que recuerde”). Finalmente acabó en San Fernando.
Su proyecto más largo se llama María Jesús García, su mujer, que le acompaña desde que se conocieron en el patio del colegio. “Ella es la primera que ve mis diseños y se encarga de la administración de Leon Studio”, dice. Tienen dos hijas, que estudian hoy en el mismo centro de sus padres. “Y que está justo enfrente de la oficina”. Las campanadas de una iglesia cercana tocan las dos de la tarde. “Ahora salen de clase y María va a recogerlas para ir a casa a comer”. El bullicio de la calle se cuela por los ventanales del bajo en el que trabaja León, un espacio diáfano y algo desordenado que parece de Silicon Valley. Aquí uno puede pisar un peluche de Pikachu, apoyarse en un cojín de Yoda o tener un playmobil gigante encima de la mesa. Javier sigue afanado con su equipo. Algunos irán a comer a casa un poco más tarde. Otros se calentarán el tupper allí mismo. Hoy tienen una entrega para un cliente estadounidense que debe enviarse antes de las siete de la tarde. Tres relojes negros en la pared marcan la hora de España, Nueva York y Los Ángeles. “¿Por qué triunfamos con las grandes productoras de animación 3D desde Cádiz? Porque apuesto por los proyectos propios y he conseguido buenos contactos”, explica. ¿Y por qué no cruzar el charco? “Ya viví en Nueva York. Está bien por poco tiempo, pero yo quiero estar a mi aire, tener mi empresa. Y en San Fernando hay mucha más calidad de vida”.
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