Halloween: cinco historias de muñecas con las que no querrás jugar
Si ‘Chucky’ te quitó el sueño, no sigas leyendo
Las sombras de Nagoro
Japón
Doppelgänger es un término alemán utilizado para designar al doble fantasmagórico o maligno de una persona viva. La palabra proviene de doppel, que significa doble, y gänger: andante, el que camina a tu lado, tu sombra oscura.
En Nagoro, una aldea japonesa de 40 habitantes, la población doppelgänger —en forma de muñecos de trapo de tamaño natural que representan a los habitantes del pueblo ya fallecidos— supera a los humanos en una proporción de casi cien a uno. Las misteriosas figuras son obra de Tsukimi Ayano, una vecina del pueblo que decidió perpetuar su recuerdo de una forma tan peculiar como aterradora.
La isla de las Muñecas
Ciudad de México
Pocas cosas dan tanto yuyu como la horripilante visión de centenares de viejas muñecas desmembradas, decapitadas o con las cuencas de los ojos vacías que cuelgan de los árboles de esta chinampa (balsa de cañas cubiertas de tierra que se emplea para cultivar flores y verduras en las lagunas del valle de México) escondida en los canales de Xochimilco, en Ciudad de México. “Nadie sabe el secreto que ahí se guarda…. pero si miras fijamente a los ojos de las muñecas ellas te lo contarán”, se dice en el cortometraje de terror Muñecas, de Jorge Michel Grau (México bárbaro, 2015).
La espeluznante colección, que se ha convertido en una morbosa atracción turística (solo se puede acceder en barca, en un viaje de dos horas por los canales), es obra del antiguo dueño de la isla, Julián Santana Barrera, quien creía que las muñecas ayudaban a ahuyentar el espíritu de una niña que encontró ahogada en el lago. En 2001, el cadáver de Santana apareció flotando junto a la Isla de las Muñecas.
La niña de las catacumbas
Palermo (Sicilia)
El habitante más famoso de las catacumbas de los Capuchinos en Palermo (Sicilia), un lugar espeluznante que tiene la propiedad de momificar los cadáveres, es una niña pequeña. Rosalía Lombardo, “La Bella Durmiente”, murió de neumonía el 6 de diciembre de 1920, siete días antes de su tercer cumpleaños.
Rosalía se hizo famosa post mortem, cuando su inconsolable padre, Mario Lombardo, encargó al químico Alfredo Salafia que conservase su cadáver mediante una novedosa técnica de embalsamamiento inventada por él. Hizo tan bien su trabajo, que más que muerta la niña parece dormida. Y ahí no acaba la historia: muchos visitantes de las catacumbas aseguraban haber visto cómo sus ojos se abrían y cerraban.
Los monstruos de Confucio
Haw Par Villa (Singapur)
Si Disneyland París te provoca escalofríos espera a conocer Haw Par Villa, un parque temático construido hace siete décadas en Singapur para enseñar ética y moral (y aterrorizar) a los niños pequeños. Cerca de un millar de delirantes esculturas y 150 dioramas basados en la cosmología china y el confucianismo muestran los severos castigos —gente desmembrada por copiar en los exámenes, por ejemplo— que os aguardan si os portáis mal. Como el Infierno de El Bosco, pero en versión oriental.
La bella durmiente con dientes
Iglesia de Santa María della Vittoria (Roma)
La iglesia romana de Santa María della Vittoria es conocida por albergar el Éxtasis de Santa Teresa (Entre 1647 y 1651), la obra maestra de Bernini y una de las esculturas más sensuales del arte: la santa, de mármol blanco, pone los ojos en blanco al recibir el fuego divino de un ángel, como en una petite mort.
Justo enfrente, en una urna de cristal, yace la figura de una bella durmiente coronada de rosas blancas: Santa Vittoria, virgen y mártir. Parece una muñeca de tamaño natural, pero si se mira de cerca, se ven los dientes de una calavera asomando en su boca entreabierta: bajo el maquillaje de cera y la peluca rubia de cabellos humanos está la momia de Vittoria. Y te manda besitos.
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