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George MacKay, la estrella emergente que coge el metro

Este veinteañero inglés, que acaba de estrenar ‘El secreto de Marrowbone’, todavía no sabe lo popular que es. Por eso se comporta como cualquier chaval de su edad

George Mackay posa para ICON vestido con americana, camisa y pantalón, todo, Prada.
George Mackay posa para ICON vestido con americana, camisa y pantalón, todo, Prada.Phil Dunlop/Santi Rodríguez

Una pausa larga. Y otra. Los segundos se hacen eternos mientras George Mackay (Londres, Reino Unido, 1992) se piensa su respuesta. Prácticamente escuchas los engranajes de su cabeza trabajando para evitar lo superficial y lo manido. El actor, además del colmo de lo educado, es así de reflexivo. Estamos en una cafetería londinense y se le acaba de preguntar sobre el Brexit. “En cierto modo, me inspira”, dice por fin Mackay. “No necesariamente desde un punto de vista artístico, pero sí como llamada de atención. Me di cuenta de que hasta entonces había estado dormido, de que no había valorado suficientemente ciertas cosas. El día después del referéndum estaba en Asturias y allí sentí que [como país] habíamos perdido el espíritu de compartir cosas con los demás. Tenemos que buscar una manera de lograr un cambio, porque la vulnerabilidad nos volverá inseguros”.

El disgusto pilló al actor en Pravia, durante el rodaje de El secreto de Marrowbone, debut como director de Sergio G. Sánchez, guionista de El orfanato y Lo imposible. La película (actualmente en cartel) cuenta la historia de cuatro hermanos que tras la muerte de su madre temen ser separados y se esconden en una granja abandonada. Allí les espera algún que otro sobresalto, por decirlo de alguna manera. Mackay, como en Captain Fantastic, interpreta al mayor. “Sergio es maravilloso: ambicioso, sensible y entusiasta”, dice del director. Aunque comparte el suspense de los trabajos anteriores de Sánchez, su protagonista asegura que es más que un filme de género: “Es poético. Tiene algo de cuento de hadas, pero la oscuridad que yace en su interior es particularmente aterradora”.

George MacKay en ‘El secreto de Marrowbone’, de Sergio G. Sánchez.
George MacKay en ‘El secreto de Marrowbone’, de Sergio G. Sánchez.

Los dos meses de rodaje fueron una especie de campamento veraniego en Pravia, que arrancó con la invitación del alcalde a celebrar la noche de San Juan: “La mejor manera de empezar un trabajo”, recuerda. “Bailamos alrededor de la hoguera, bebimos y comimos”. A juzgar por la expresión de placer que se le escapa, dedicó la mayor parte de su tiempo libre a la gastronomía asturiana: “Me encantaron las fabes, los huevos rotos y el cachopo, claro. En el equipo decíamos que estábamos encachopados cuando acabábamos muy llenos después de una comida”.

“No quiero sonar condescendiente, pero haber trabajado solo de actor me hace sentir inseguro. Por otro lado soy muy feliz. No lo cambiaría por nada”

Aquí nadie le mira. Su mochila, complexión adolescente y pase de transporte público en el bolsillo (rechazó un taxi porque prefirió volverse en metro tras la entrevista) no dan pistas. Sin embargo, Mackay es uno de los jóvenes actores con más proyección. Su papel en la ya mencionada Captain Fantastic, un adolescente erudito que pide en matrimonio a la primera chica a la que besa, robó más de un corazón y fue su carta de presentación al gran público. Pero ha dejado huella como activista gay apoyando a los mineros británicos durante la huelga de 1984 (Pride) o dando la réplica a James Franco en la serie 11.22.63. Pronto lo veremos como Hamlet en Ophelia y como vástago de un oficial de las SS en plena Alemania del Tercer Reich en When hands touch.

Hijo de dos profesionales de los escenarios (diseñadora de vestuario y productor), Mackay nació para actor. Acompañaba a sus padres al ballet y al teatro y fue descubierto en su colegio para su primer papel, uno de los niños perdidos en la versión de Peter Pan de P.J. Hogan. Se podría decir que, a pesar de su aparente normalidad, es una anomalía. Terminó el instituto sin faltar a clase, y nunca tuvo que dedicarse a nada más que la interpretación. “He sido afortunado”, admite casi disculpándose. “No quiero sonar condescendiente, pero haber trabajado solo en esto me hace sentir inseguro. Por otro lado soy muy feliz y no lo cambiaría por nada.”

Camiseta de cuello vuelto y camisa Calvin Klein.
Camiseta de cuello vuelto y camisa Calvin Klein.Phil Dunlop/Santi Rodríguez

Por edad, 25 años, es millennial de pura cepa, pero sus costumbres son analógicas. Mantiene el contacto con sus amigos por canales de comunicación tan 1999 como las llamadas telefónicas y prefiere preparar la cena a sus colegas veganos que actualizar sus redes sociales. “No estoy online porque no soy muy técnico”, ofrece como explicación. Ni su relación con su ex, la actriz Saoirse Ronan, le ha hecho experimentar los inconvenientes de la falta de privacidad.

Sus aspiraciones se centran en profundizar en su trabajo y no intentar abarcar demasiado antes de tiempo. “En el futuro me gustaría explorar otros aspectos, pero se me ha dado la oportunidad de mejorar como actor y quiero comprometerme con ello. Quiero aprender la profesión a fondo antes de mirar hacia otra dirección”.

Y, volviendo al tema Brexit, ¿le ha afectado para elegir trabajos? “Ahora quiero formar parte de historias que exploren la naturaleza humana, ya sea a pequeña escala o en un sentido político más amplio. Todo crece de las mismas semillas”. Ya terminada la entrevista, agarra su mochila, y como si fuera uno de los tantos aspirantes a actores que hay por Londres, se marcha a por uno de esos insípidos sándwiches británicos y a sentarse a leer un nuevo guion.

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