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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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La historia rima

El concepto del derecho y la valía asociados al sitio donde se nace o al origen familiar está cada vez más aceptado

Portada del libro 'Bajo el signo de una esvástica'
Portada del libro 'Bajo el signo de una esvástica'

En mayo de 1933, pocos meses después de que Adolf Hitler se erigiera como canciller imperial, el periódico español Ahora envió al periodista Manuel Chaves Nogales a cubrir lo que estaba pasando en Alemania. Bajo el signo de la esvástica recoge varias de las piezas publicadas por el periodista durante ese viaje.

“¿Cuál es esa misión providencial? La de salvar la raza aria; la de evitar que perezca la civilización occidental; la de impedir la invasión de Europa por los negros”.

Resulta terrorífico pensar cuán actuales son esas declaraciones de un "alemán medio" recogidas por Chaves Nogales hace 80 años. Si quitamos el concepto de raza aria que está todavía mal visto seguramente por el sesgo adquirido por su uso durante el nazismo, el resto podría formar parte de cualquier de los discursos antimigratorios que pueblan la oratoria de los nuevos líderes de extrema derecha europeos. Las explicaciones que los entrevistados por el periodista dan para justificar lo que luego se convertiría en uno de los genocidios más notables de la historia aparecen en 1933 en el formato de un discurso lleno de lógica y sentido en el que prima la marcada división entre dos tipos de ciudadanos, los de pleno derecho y los otros. El acceso a los derechos se asocia directamente al lugar de nacimiento y al origen de los abuelos, porque los ciudadanos de pleno derecho tienen una historia que se inició en 1830, apenas 100 años antes.

“¿Es un poco grotesco, verdad?”. Efectivamente, era grotesco en 1933 y lo sigue siendo ahora, pero sorprendentemente el concepto del derecho y la valía asociados al sitio donde se nace o al origen familiar está cada vez más aceptado y vigente en nuestros días, sin que la mayoría de los ciudadanos que se creen con plenos derechos sean conscientes de ello.

“Lo verdaderamente serio e importante (…) [es] la implacable línea de conducta seguida por un régimen (…) contra una masa de ciudadanos”.

En los artículos de Chaves Nogales también se explica muy claramente como la disminución de los derechos de una parte de la población se lleva a cabo de forma progresiva ante la inacción tanto de la población afectada por esas medidas como por el resto. La población afectada se calla por miedo a que las medidas perjudiciales se incrementen, más vale malo conocido. El resto de la población ha ido normalizando acciones y comportamientos de segregación y discriminación hasta llegar a un punto donde no son conscientes de que dichos comportamientos son inaceptables.

Los textos de Chaves Nogales presentan muchos más paralelismos con la situación que vivimos en nuestros días. La educación como una forma de imponer la nueva estructura social, la precariedad laboral aceptada por la mayoría de la población, la búsqueda de la vuelta a la bonanza previa a la guerra, la venta de armas de la República española a Alemania, presentan un panorama de enfoques− en muchos casos muy incongruentes−, dirigidos a crear un espacio de falsa seguridad a través de la ley, el orden y la militarización.

Como señalaba al principio, en la mayoría de los países de Europa están emergiendo nuevos líderes cuyo discurso de segregación y discriminación va directamente dirigido a todos aquellos ciudadanos extranjeros, principalmente del Cono Sur. Estos enfoques están afectando a todo el marco de las políticas de relación con dichos países, empezando por las políticas de desarrollo que se están convirtiendo en una herramienta para intentar frenar los movimientos de las personas que en muchos casos son necesarias para completar mercados de trabajo en destino.

Nunca antes en la historia de la humanidad estuvo todo tan interrelacionado. La globalización afecta no solo a nuestra forma de vestirnos, sino también a nuestra forma de concebir nuestra humanidad y nuestras relaciones con todos los demás. Ahora más que nunca la lucha por los derechos universales cobra un sentido y debe ser el eje sobre lo que se construyan todas las relaciones internacionales de forma global si no queremos acabar repitiendo grandes errores pasados.

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