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Columna
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¿Por qué se echan a la calle?

Una explicación clásica es que es una reacción a la “hostilidad” anticatalana del Estado

Tractores procedentes de diferentes puntos de Cataluña son interceptados por los Mossos d'Esquadra.
Tractores procedentes de diferentes puntos de Cataluña son interceptados por los Mossos d'Esquadra.Quique García (EFE)
Xavier Vidal-Folch

¿Por qué tantos catalanes se echan a la calle? ¿Por qué la movilización independentista es tan nutrida?

Una explicación clásica sostiene que es una reacción a la “hostilidad” anticatalana del Estado, o al menos al neocentralismo. Y apunta a la sentencia del Tribunal Constitucional del 28 de junio de 2010 que recortó el Estatut de 2006 como génesis de la rebeldía moderna.

Esa resolución, dictada tras un recurso del PP, provocó gran “desafección” popular, en expresión del entonces president, José Montilla. Más que por el afeitado cuantitativo, por el cualitativo, al producirse tras haber sido votado el texto en referéndum (legal): la contraposición de legitimidades.

Pero eso no impidió que los dos grandes partidos de la derecha nacionalista —la española, el PP; y la catalana, CiU, que pronto pasarían de la oposición a gobernar—, siguieran colaborando fraternalmente ¡durante dos años! Se prestaron socorros mutuos: el PP al heredero de Jordi Pujol, Artur Mas, desde finales de 2010, cuando este sustituyó al tripartito de izquierdas; CiU a Mariano Rajoy en su primer año de Gobierno, al menos hasta la Diada de septiembre de 2012. ¿Hostilidad?

Así que la sentencia fue un hito clave, pero no La Causa.

El Cafarnaúm se originó por la gestión de la crisis económica. Cataluña la sufrió con especial crueldad, sobre todo en sus clases medias, sustento de CiU. Antes incluso de Rajoy, la Generalitat de Mas abanderó hasta el éxtasis la política de austeridad. Ya a final de 2010 sajó un 10% del presupuesto, 10% en bienestar, 7,4% en educación; 6,5% en salud (¿Cataluña independiente?, Catarata, 2013). Y de 2009 a 2015 se redujo el gasto social en un 26,26% (por una media española del 14,53%, Cinco Días, 28/9/2017).

Como ello no restablecía el equilibrio (tendría que solicitar en 2012 el rescate del Fondo de Liquidez Autonómica), el Astuto buscó un chivo expiatorio que le desviara las protestas. La crisis no provenía de Estados Unidos ni del sobreendeudamiento; el malestar de las laboriosas clases medias catalanistas que veían gripado el ascensor social para sus hijos, tenía culpable: Madri-T. La manipulación oficial de las cifras del déficit fiscal (saldo entre lo aportado y lo recibido), hasta la exagerada cifra de 16.409 millones, un 8,4% del PIB catalán, catapultó el lema, inmoral, pero efectivo: “España nos roba”.

Artur Mas se erigía así en heraldo de Donald Trump: la España de aquel era lo que México para este. O de Theresa May: el Madri-T del pujolismo equivalía a la UE demonizada por la pandilla brexitera.

El sambenito de la culpa se endosó al Otro. A esta insidia, y a la lógica y amplísima reivindicación social de mejoras (sociales, por los quirófanos cerrados y las rentas mínimas sociales canceladas; e infraestructurales: aeropuerto, corredor mediterráneo, inversiones) le respondió la sordera del Gobierno central.

Y, ay, un lustro de su siesta, de su parálisis: sin respuestas, ni ofertas, ni argumentos, ni cifras, ni diálogo. Así que la bandera secesionista ocupó enteramente la plaza vacía de la política. No había otra cosa.

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