Cuatro días que cambiaron el mundo
SI NO SUPIÉRAMOS que se trata de Ángel Nieto, pensaríamos que se trata de un héroe de la aviación de la I Guerra Mundial, quizá de la II, pues los cambios entre una y otra, en lo que nos ocupa, no fueron tan grandes. A esa estética responden el casco y las gafas del corredor de motos, incluso su mirada, dirigida hacia ese punto del infinito donde nos aguarda la gloria (a quien le aguarde). El blanco y negro contribuye también a la creación de esa atmósfera que nos lleva tan lejos cuando en realidad estamos tan cerca. No se pierdan la hebilla del barboquejo, que debe de pesar más que un candado. El casco de un niño actual de cuatro años que estrena su primera bicicleta es sin duda más ligero, funcional y seguro que el del antiguo campeón del mundo.
Tal avance en la calidad de los materiales y en la eficacia de las formas, que se ha producido en apenas cuatro días, ha afectado a cuanto nos rodea, incluidas las raquetas de tenis, las baterías de cocina y la utilería doméstica en general (por no hablar de la aparición de Internet). Tampoco las motos de ahora tienen mucho que ver con aquellas sobre las que cabalgó Nieto. El cambio ha sido exponencial. En unos pocos años, la realidad ha sufrido más transformaciones que en todo el siglo anterior, quizá que en los dos siglos anteriores. Significa que vamos hacia el futuro (sea lo que sea el futuro) a velocidades que el señor de la foto jamás soñó en alcanzar sobre su montura. Señalar por último que se pasó la existencia jugándose la vida sobre un artefacto de dos ruedas para ir a morir sobre uno de cuatro. El destino.
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