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MIRADOR
Columna
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Medusa

Recuerdo que en mis años mozos Golpes bajos, un grupo de la movida, cantaba justo todo lo contrario: No mires a los ojos de la gente

Imagen de la Basílica sumergida de Estambul.
Imagen de la Basílica sumergida de Estambul.© GETTY IMAGES

El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, recomendaba a sus seguidores que miraran a los ojos a los alcaldes que se niegan a prestar las instalaciones municipales para el referéndum ilegal del 1 de octubre y les preguntaran por qué no les dejan votar. Días antes, el futbolista Cristiano Ronaldo se dirigía a la juez que lo interrogaba por presunta evasión fiscal con estas palabras: “Míreme a los ojos, señoría. ¿Cree que la estoy mintiendo?”. Parece que mirar a los ojos se está poniendo de moda o que mucha gente se ha aficionado a exigir al prójimo que lo haga, como si los ojos fueran ya la única parte del cuerpo de la que se fían.

Recuerdo que en mis años mozos Golpes Bajos, un grupo de la Movida, cantaba justo todo lo contrario: No mires a los ojos de la gente. Así que yo crecí en el convencimiento de que los ojos de las personas no transmitían nada bueno, por lo que los evitaba siempre que podía, como los antiguos evitaban mirar a la Medusa, aquel ser mitológico que, amén de tener serpientes por cabellos, te petrificaba con sus ojos si la mirabas de frente. Tanto era así que sus representaciones en piedra se colocaban cabeza abajo y a ser posible bajo la tierra, o bajo el agua, como en la llamada Basílica Sumergida de Estambul, en realidad el depósito de agua dulce del palacio de los sultanes turcos. El Basilisco, variante aún más monstruosa de la Medusa (e inspirador de otros personajes fantásticos y de ficción como la serpiente Kaa, de El libro de la selva, que hipnotizaba a los demás seres con la mirada), no deja de confirmar esa convicción por más que Gustavo Bueno lo eligiera como símbolo de su revista de filosofía, que uno leía con devoción cuando estudiaba en la Universidad de Oviedo.

Entre el consejo de Puigdemont, que incluye una clara amenaza, y las palabras del futbolista Ronaldo, más ingenuas en tanto en cuanto cree que la juez se va a fiar más de sus ojos que de los documentos de la Hacienda Pública, hay una gran diferencia, pero en ambos se atisba una prepotencia que a uno le hace pensar en otros personajes que se creyeron inmunes a la mirada de la Medusa y acabaron mal. Que un futbolista halagado por todos se lo crea, uno lo puede entender, pero que todo un presidente de una nacionalidad, país o lo que quiera que sea Cataluña se lo crea también le lleva a uno a dudar de su inteligencia y su sano juicio y a comprender en manos de quiénes estamos, no sólo los catalanes, sino todos los españoles, en este momento crítico de nuestra historia.

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