Soy musulmán y soy como tú
Convivir se ha convertido en el reto de la humanidad. Evolucionamos, sí, pero, seguimos estancados en el mismo punto que nuestros antecesores
Quizás habrás escuchado en más de una ocasión aquello de que todos los seres humanos somos iguales pero diferentes. En las últimas décadas se ha convertido en la copia europea del movimiento Black Power americano para luchar contra la creciente lacra de discriminación étnica, cultural, religiosa y sexual. La controvertida frase ha sido muy discutida por muchos expertos en temas sociales.
En los días en los que vivimos, donde el que se hace escuchar es el que más miente y el que llega a más gente es el que más bonito lo hace, se hace necesario dejar claro que todos los seres humanos somos diferentes. Y no somos iguales, más bien tenemos los mismos derechos a ser tratados de igual forma, sin discriminaciones ni peros que valgan. Somos una multitud a la que, desde los principios de nuestra corta vida, le ha costado vivir en armonía. Siempre han existido batallas y guerras que la han desestabilizado y han fragmentado la paz mundial. ¿En serio somos la especie más inteligente de los seres vivos? Júzgalo tu mismo.
No existe país alguno donde las personas vivan en felicidad y armonía. Quienes son felices no disfrutan de una armonía con los demás y viceversa. Convivir se ha convertido en el reto de la humanidad. Después de mejorar y evolucionar con los progresos que cierto grupo de personas han hecho posible, seguimos estancados en el mismo punto que nuestros antecesores. ¿Hasta cuándo el otro merece lo mismo que yo?
Si sumamos las desigualdades e injusticias que vivimos o vemos vivir a otros a diario, nos percataremos de haber creado un Frankeinstein social, es decir, una red de diversas comunidades existentes y vivientes pero carentes de la inteligencia y la falta de oportunidad que posibilitan la convivencia.
La convivencia no es mera coexistencia. La convivencia no es exclusión. La convivencia no es competencia. La convivencia no es discriminación. La convivencia es comunicación. La convivencia es respeto. La convivencia es paciencia y voluntad. La convivencia es también solidaridad.
La convivencia no es exclusión. La convivencia no es competencia. La convivencia no es discriminación
Hoy en día, en cualquier parte de España, encontramos barrios, pueblos y ciudades repletas de personas de diversa índole cultural, religiosa o sexual. Esta diversidad es un reto para invertir en un mundo mejor. Podemos seguir buscando defectos y posibles, pero casi nunca ciertas, amenazas para rechazar al otro, o podemos arrimar el hombro y ayudarnos. La televisión y la mayoría de medios de comunicación nos dictan a diario que el mundo da miedo, las personas diferentes a nosotros son de desconfiar y nos aconsejan no dar ni gota de agua al vecino. ¿Con qué fin? Para alcanzar nuestro afán de la búsqueda de la perfección. Hoy en día, el canon de perfección lo cumple aquella persona que lo tiene todo y no pide nada. Hemos llegado al punto de darnos vergüenza o miedo pedir algún condimento al vecino. ¿Dónde está esa fraternidad con y por los demás? Nuestro ego nos asfixia y nos impide seguir evolucionando. Estamos estancados.
No tenemos que pedir dinero a nadie y mucho menos darlo. No pidas ropa a familiares porque se van a reír de tu necesidad. No pidas trabajo a algún vecino porque el pueblo entero hablará de ti. No pidas nada a nadie, búscate la vida. Estas normas, propias de un reality de supervivencia se han aprehendido en el imaginario social.
¿Cuándo cambiará esto? No estamos hablando de meteorología, así que el tiempo lo dirá, aunque espero poder admirarlo. Con la suma y cooperación de todos se puede lograr fácilmente pero es necesaria nuestra voluntad. Confía en mí. Soy diferente a ti. Soy musulmán y llevo túnica. Tengo barba y no me relaciono con personas del otro sexo. Tengo mujer y trabajo para cuidarla y mantener nuestro sistema social. Si encuentro un mendigo le ayudo, si veo una persona desubicada la oriento y si alguien me pide algo se lo doy encantado. Soy muy diferente a ti y a las personas de tu entorno. Pero a mí tampoco me gusta robar ni hacer mal a nadie y me gusta vivir en un mundo donde la justicia sea ley. No me temas porque nunca te temeré. Quizás algún día nos crucemos, tú conmigo o tú con mi mujer, votando en unas elecciones por una España más justa. Solo te pido que no me temas ni inculques a tus hijos el temor a las personas diferentes a ellos porque, allí entonces, estarás destrozando más de una generación; la tuya y las posteriores a la de tus hijos. Hazte mejor y forma mejores hijos. La esperanza nunca se pierde, yo no la pierdo.
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