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CLAVES
Columna
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El futuro del centralismo

Tanto en el independentismo como en el giro centralista hay miedos y deseos muy reales, y políticos que han hecho un mal trabajo

Alberto Penadés
Reunión del comité preparatorio, de impulso y de seguimiento de la Conferencia de Presidentes el mes pasado en Madrid.
Reunión del comité preparatorio, de impulso y de seguimiento de la Conferencia de Presidentes el mes pasado en Madrid. Emilio Naranjo (EFE)

En la opinión pública española el apoyo al estado de las autonomías llegó a su máximo histórico durante los años 2006 y 2007, coincidiendo con la aprobación del Estatuto catalán, en un progreso constante desde la Transición. El número de partidarios de centralizar el Estado tocó un mínimo, el 10%. Además, los partidarios de modificar la organización territorial con más autonomía o con otras fórmulas se mantenían en unas cifras estables y moderadas. Poco después se abrió una brecha en la ciudadanía, disparándose tanto el número de independentistas en Cataluña como el número de centralistas, enemigos de las autonomías, en el resto de España.

Como es bien sabido, la publicación de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y el comienzo del Gobierno de Artur Mas, ambos en 2010, fueron un punto de ignición: se hundió el apoyo al Estado autonómico y los partidarios del derecho a la independencia llegaron a duplicar a los autonomistas moderados. Es menos común subrayar que el giro centralista en la opinión pública del conjunto de España fue aún más acusado. Durante los dos primeros años del Gobierno de Rajoy el número de ciudadanos dispuestos a limitar o eliminar las autonomías se disparó hasta ser mucho mayor que el de los autonomistas. Los centralistas llegaron a ser la mayoría o cerca de la mayoría de los votantes en casi todo el interior. Un territorio que, salvo Madrid, puede recordarse, está sobrerrepresentado en las Cortes.

Es notable que algunos piensen que el independentismo catalán es un fenómeno de arriba abajo, manejado por las élites políticas, pero no se planteen lo mismo para el giro centralista. En realidad, en ambos hay miedos y deseos muy reales, y políticos que han hecho un mal trabajo a la hora de buscar soluciones responsables.

Esa brecha se ha ido cerrando, la opinión pública es sensata. Según los datos del CIS, el consenso autonómico vuelve a dominar, aunque no en Cataluña. Pero la opinión centralista seguirá cayendo pues, aquí también, hay un salto generacional. Los españoles son menos centralistas cuanto más jóvenes: entre los menores de 45 años existen espacios de consenso entre soberanistas y autonomistas que parecen faltar entre los mayores. @AlbertoPenadés

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