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Tengo dos papás y una mamá

SARAH Y ZOE visitan a Carlos Simón, director científico de Igenomix, en Valencia. Le explican su sueño: concebir un hijo de dos madres. Antaño esto parecía imposible. Ahora, Sarah proporciona los óvulos, que son fertilizados con el esperma de un banco de semen. Una vez comprobado que el embrión es sano y no tiene deficiencias cromosómicas, el equipo de Simón lo implanta en el útero de Zoe. Será ella la madre gestante del hijo biológico de su compañera. “He tenido varios casos de parejas de lesbianas. Si entre ellas existe un vínculo legal, lo demás no es un problema”. Los avances genéticos en la biología de la reproducción están produciendo milagros en los que el concepto de padre o madre es cada vez más borroso.

Una pareja de homosexuales puede convertirse en padres de un bebé. Uno de ellos aporta el esperma, pero necesitan una donante de óvulos para producir un embrión y una madre de alquiler para implantarlo. En España no es posible, sí en Estados Unidos. Un padre y dos madres para una misma criatura.

Otra posibilidad: un bebé con tres progenitores gracias al implante extra del ADN de las mitocondrias, esas minúsculas factorías energéticas de las células que poseen su propia identidad genética, separadas del núcleo y flotando en el citoplasma celular. Hace poco más de un año, en Reino Unido, nació el primer bebé con tres padres con un procedimiento asombroso. Extrajeron el núcleo del óvulo de la madre y lo insertaron en el óvulo de una donante, al que le habían previamente desposeído de su núcleo. A continuación, lo fertilizaron con el esperma del padre. El resultado, un bebé que tiene el material genético nuclear de sus padres biológicos y los genes mitocondriales de una tercera madre.

Hace poco más de un año, en Reino Unido, nació el primer bebé con tres padres con un procedimiento asombroso.

El futuro podría cambiar este panorama de forma más radical. “Ahora es ciencia-ficción”, advierte Simón. “Pero es teóricamente concebible crear un gameto a partir de una célula de la piel”. Esto implicaría, en una pareja homosexual, reprogramar un espermatozoide de uno de los hombres para convertirlo en un óvulo; o incluso una célula de la piel. Ese óvulo de origen mascu­lino se fertilizaría con el esperma del otro acompañante. El hijo resultante tendría dos padres biológicos y una madre gestante, que prestaría su útero. Quizá dentro de 30 o 40 años. Incluso una posibilidad más audaz y lejana, aunque terrorífica, confiesa este experto: un hombre extrae células de su piel y a partir de ellas cultiva esperma y óvulos para producir un embrión: sería una especie de padremadre del bebé.

Que quede claro: los científicos no tienen interés en reeditar las andanzas del doctor Frankenstein, sino en evitar el sufrimiento. La naturaleza no siempre es sabia. “El 1,5% de los niños que nacen mueren debido a defectos congénitos”, recuerda Simón. Y un futuro en el que los niños, sin importar la orientación sexual o el número de sus progenitores, nazcan siempre sanos gracias a la asesoría genética de las clínicas resulta alentador.

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