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Así es la primera canoa solar del Amazonas

El pueblo indígena achuar aspira a utilizar la tecnología limpia para mejorar su calidad de vida

Los achuar navegan y pintan de diversidad los ríos de oro del Ecuador.
Los achuar navegan y pintan de diversidad los ríos de oro del Ecuador.Esteffany Bravo S.
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Como un diminuto punto en el horizonte que se agranda poco a poco, la embarcación se aproximó al precario puerto de la comunidad de Sharamentsa. La primera canoa solar de la Amazonía concluyó así su periplo de 25 días a través de cinco grandes ríos selváticos de Ecuador y Perú. Sus impulsores, un equipo coordinado por un barbudo joven estadounidense y todo el pueblo indígena achuar, demostraban así que un transporte limpio y comunitario es posible en la profundidad de la jungla. Kara Solar, el nombre del pionero proyecto, terminó su primer viaje a orillas del río Pastaza tras haber recorrido la Amazonía peruana en busca del territorio achuar ecuatoriano. Movida solo por la energía del sol, la canoa encarna la materialización de un añorado sueño: poner la tecnología al servicio de los pueblos indígenas y del medio ambiente.

Kara significa sueño. Un sueño de nuestros ancestros achuar”, explica Hilario Saant, originario de Kapawi, la comunidad que ejercerá de núcleo de operaciones de la canoa. “Este barco es un kara, un sueño hecho realidad”, asegura convencido este hombre de 52 años que participó en su primera expedición.

En su fase inicial, el proyecto dotará de un transporte ecológico y barato a nueve comunidades achuar situadas en los ríos Pastaza y Capahuari, en la Amazonía sur de Ecuador. No obstante, la canoa fue construida cientos de kilómetros al norte: en la provincia petrolera de Sucumbíos. Allí, los promotores de Kara Solar dieron a luz al sueño, que facilitará la movilidad de la población hacia los centros educativos y sanitarios y fomentará el intercambio comercial. Aprovechando la existencia de carreteras y demás infraestructura creada por la industria petrolera, el equipo de Kara Solar construyó el barco en esa región amazónica fuertemente afectada por la contaminación. La canoa fue bautizada como Tapiatpia, dando vida a una vieja leyenda sobre un gran pez eléctrico que ayudaba a los animales del bosque a cruzar el río. Una vez concluido el ensamblaje y puesta a punto de Tapiatpia, solo restaba conducirla hasta la región achuar, adonde solo se puede acceder por avioneta o embarcación, dada la falta de vías terrestres.

Tras completar su primera hazaña, ahora Tapiatpia tendrá que servir como medio de movilidad comunitario para los indígenas

La canoa, cuya estructura respeta el diseño tradicional de los pueblos originarios, partió a finales de marzo de la Amazonía norte de Ecuador para alcanzar casi un mes después la comunidad achuar de Sharamentsa, al sureste del país. Todo ello sin abandonar el agua. Para conseguirlo tuvo que recorrer 1.800 kilómetros descendiendo los ríos Aguarico y Napo hasta llegar a la ciudad peruana de Iquitos, en la ribera del Amazonas, para después remontarlo hasta el Marañón y, posteriormente, el Pastaza. Una odisea difícil de igualar. Más aun teniendo en cuenta lo novedoso de la aventura: surcaban las aguas a lomos del primer barco solar de la cuenca amazónica. “Después de este viaje tan largo sin mayores problemas, el recorrido de 67 kilómetros que hará en el territorio achuar será un chiste para la lancha”, argumenta Peter May, ingeniero eléctrico de Kara Solar. “Estamos demostrando que las energías alternativas también sirven”, agrega.

Las nueve comunidades que recorrerá la canoa solar (Mapa cedido por Kara Solar).
Las nueve comunidades que recorrerá la canoa solar (Mapa cedido por Kara Solar).

Tras completar su primera hazaña, ahora Tapiatpia tendrá que servir como medio de movilidad comunitario para los achuar. “Por primera vez va a haber aquí un transporte confiable y regular”, afirma Oliver Utne, el cooperante norteamericano de 31 años que concibió la idea en 2009 tras convivir durante meses con la comunidad. “Hasta ahora el transporte era totalmente dependiente de los aviones que venían de la ciudad con gasolina”, aclara uno de los artífices de un proyecto en el que se han invertido 127.000 dólares procedentes de donaciones privadas y que ganó el premio IDEAS sobre innovación energética del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Rayos de sol en vez de gasolina

Separada de la capital provincial, Puyo, por casi 200 kilómetros de frondosa vegetación, Sharamentsa es una diminuta aldea formada por un puñado de chozas de madera y techo de palma. La pista de tierra que sirve de aeropuerto es la única conexión con el exterior. Allí aterriza una avioneta casi todas las semanas, trayendo consigo la gasolina que alimenta a las canoas motorizadas, único medio de desplazamiento entre las comunidades del río. Dada la inaccesibilidad del lugar y el alto coste de los vuelos, el combustible multiplica su precio en Sharamentsa.

“Aquí, un galón (3,8 litros) de gasolina cuesta cinco dólares, mientras que en la ciudad cuesta 1,45”, expone Agustín Tentets, presidente de la Nacionalidad Achuar del Ecuador (NAE). “Por eso a veces la gente no tiene dinero para movilizarse. Pero ahora con Kara Solar podrán desplazarse con un mínimo presupuesto”, reconoce el dirigente indígena.

En el territorio achuar, como en casi toda la Amazonía, abundan las embarcaciones motorizadas. Las familias con más recursos adquieren un motor fuera de borda de dos tiempos y lo usan a modo de taxi, cobrando a los pasajeros por el desplazamiento entre comunidades. Sin embargo, la mayoría opta por los llamados motores peque peque, más lentos y ruidosos, pero más económicos. Kara Solar, con capacidad para 18 asientos, aspira a sustituir a esos motores de gasolina por un transporte limpio, más barato y más fácil de mantener, que no dependa de los vuelos del exterior, sino de los rayos del sol.

“En esta región no hay ningún taller válido para motores fuera de borda”, sostiene May, explicando la dificultad de la gente local para arreglar los daños en sus motores, demasiado pesados para trasladarlos en avioneta. “Hemos trabajado para que la lancha solar necesite el mínimo mantenimiento, aunque es muy importante que limpien los paneles”, admite este científico alemán, convencido de que Tapiatpia será más sostenible económicamente que los motores tradicionales.

La canoa, cuya estructura respeta el diseño tradicional de los pueblos originarios, tuvo un mes de trayecto hasta alcanzar la comunidad achuar de Sharamentsa

El barco, que tiene instalados 32 paneles solares en su techo, 12 baterías que almacenan la energía y dos motores eléctricos, cobrará una pequeña cuota a los usuarios para cubrir gastos de operación y mantenimiento. A pesar de moverse a menor velocidad que los de combustión, permitirá a los viajeros escuchar el concierto de la selva, donde los sonidos de la exuberante fauna suelen quedar opacados por el ruido de los peque peques.

“Me gusta este barco porque no usa gasolina y no daña el río”, declara Isabel Wisum, vicepresidenta de la NAE. “Lo mejor es que no hace ruido. Durante el viaje veníamos escuchando los sonidos del río”, añade Saant, cuyas principales preocupaciones son la fragilidad de los motores eléctricos —que cuentan con hélices plásticas y no metálicas— y la posible falta de luz solar por condiciones meteorológicas adversas.

Además de los beneficios ecológicos y económicos, Kara Solar también pretende mejorar las condiciones de educación, sanidad y alimentación de los indígenas. Al ofrecer un transporte regular y barato, más jóvenes podrán continuar sus estudios en la única escuela secundaria de la región. Asimismo, facilitará la movilidad hacia los centros de salud de la zona, dado que no todas las comunidades cuentan con uno. En cuanto a la alimentación, Tapiatpia favorecerá el intercambio de frutas, verduras y animales entre localidades, permitiendo la diversificación de la dieta de una población que tiene difícil acceder a productos del exterior.

“En algunas comunidades hay condiciones de desnutrición muy fuertes”, asevera con preocupación Paola Maldonado, presidenta de la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea), responsable legal de Kara Solar. “El único alimento que tienen los niños es la chicha”, manifiesta refiriéndose a la bebida de yuca omnipresente en las comunidades amazónicas.

Está por ver si Kara Solar cumple las expectativas. A pesar de algunas disputas entre las comunidades que han sido beneficiadas y las que no, los promotores del proyecto aseguran que, si todo va bien, piensan aumentar la cobertura geográfica del barco. Hasta el momento, Tapiatpia solo llegará a una pequeña porción de los 84 asentamientos achuar que existen en Ecuador. “Lo más importante es hacer que el proyecto sea sostenible, es decir, crear las condiciones para que las comunidades puedan llevarlo ellas solas adelante”, expresa Wain Collen, director de PlanJunto, la organización encargada de fortalecer las estructuras de gobernanza indígena.

A veces la gente no tiene dinero para movilizarse. Pero ahora con Kara Solar podrán desplazarse con un mínimo presupuesto

En sus planes también está construir otra embarcación solar que conecte tanto con el resto de las comunidades achuar de Ecuador como con las de Perú, tratando de fortalecer los lazos entre un mismo pueblo indígena dividido por una frontera estatal. “Cuando llevemos trabajando un año, queremos acercarnos a nuestros hermanos de Perú para hacer visitas familiares y dar salida a nuestros productos”, pronostica Saant. Pese a los nexos de parentesco que los unen, los achuar de Perú —alrededor de 12.000— han vivido históricamente separados de sus congéneres ecuatorianos — unos 7.000—. Comparten lengua y cosmovisión, pero en las numerosas guerras que enfrentaron a los dos países, los de un lado y otro de la frontera lucharon por sendos estados en vez de unirse por una misma causa. “Siempre hemos tenido esa idea de construir una nueva conexión entre los dos”, asegura Utne, quien durante el primer viaje de Kara Solar comprobó las diferencias entre los indígenas de ambos países. “En Perú, los achuar no están unidos en una sola organización, hay mucha presencia de colonos por la industria petrolera”, comenta este ecologista que fue obligado a abandonar Ecuador en 2014 por participar en la disuelta Fundación Pachamama, pero que regresó poco después para continuar el proyecto solar.

Precisamente para hacer frente al avance de la explotación petrolera, Kara Solar busca dar salidas socioeconómicas al pueblo achuar para que este no se vea tentado a ceder su territorio de aproximadamente 679.000 hectáreas para esa actividad. Creando una alternativa de transporte fluvial de gestión comunitaria, tratan de aplacar la necesidad de construir carreteras que unan la remota región con el resto de Ecuador. “En vez de explotar el petróleo, nosotros queremos implementar un proyecto sostenible que nunca se vaya a terminar. Con el petróleo todos los desechos se quedan en la Amazonía, pero todos los recursos se van fuera”, revela Tentets, quien también trabaja en la creación de una reserva ecológica comunitaria junto a WWF. “Siempre nos han dicho que las nacionalidades indígenas somos un obstáculo para el desarrollo, pero vamos a demostrar que somos una alternativa”, reitera el presidente achuar, un pueblo conocido por su espíritu innovador y que cuenta con su propia aerolínea y proyecto turístico.

Buscando materializar el sueño achuar, Kara Solar se erige como una tecnología limpia y moderna capaz de mejorar las condiciones de vida de este pueblo aislado de la ciudad. “La energía solar en la Amazonía podría tener un rol muy importante, capaz de contribuir a que la gente se sienta orgullosa de lo que tiene”, revela Utne, quien en uno de sus primeros viajes al territorio achuar hace casi una década se dio cuenta de la trascendencia de empoderar a los pueblos indígenas mediante la tecnología. Mientras, en Sharamentsa la vida discurre tranquila, como las aguas del imponente Pastaza que descienden de los volcanes nevados de los Andes. Al ver la canoa solar por primera vez, muchos sonríen esperanzados: saben que el sueño de sus ancestros está ahora más cerca de cumplirse.

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