Energía para el buen vivir
Las comunidades indígenas apuestan por alternativas energéticas respetuosas con la naturaleza y con su identidad cultural
Tras casi una hora en avioneta desde la población de Shell (llamada así por la compañía petrolera que actuaba en su territorio) nos adentramos en las profundidades de la Amazonía ecuatoriana, el territorio más empobrecido y con menor tasa de electrificación del país a pesar de su biodiversidad única en el mundo y sus más de 40 años de explotación petrolera. Nos dirigimos concretamente hacia el territorio Achuar, situado en las mismas entrañas de la Amazonía Centro-Sur. Siguiendo la estela de consultorías realizadas por la empresa de no lucro Ecooo, nuestro trabajo consiste en apoyar al Ministerio de Electricidad y Energía Renovable de Ecuador a diseñar el modelo de gestión de sistemas de electrificación rural que van a ser instalados en comunidades indígenas de la Región Amazónica.
Como la mayor parte de las comunidades, la etnia achuar no tiene servicio de energía eléctrica. La población se alumbra con velas, linternas u otras fuentes naturales de iluminación hechas a partir de la resina de los árboles. El uso de generadores eléctricos es limitado y si existen, se utilizan mayoritariamente para actividades comunitarias puntuales, puesto que conseguir combustible se convierte en toda una odisea debido a las condiciones de aislamiento.
El significado de la energía
Para la población achuar la energía es el medio a través del cual las personas se relacionan con la naturaleza. Consideran que en la selva habitan los seres que proveen la energía que otorga la fuerza a las personas: “la naturaleza nos puede dar la fuerza, la fuerza del espíritu”, afirma un poblador. Es de la naturaleza de donde obtienen los alimentos para subsistir, pero también otros elementos de carácter simbólico, por ejemplo la guayusa o la yuca.
Todos los días, entre las tres y las cuatro de la madrugada, a la luz de un pequeño fuego en el interior del hogar, las mujeres Achuar preparan el agua de guayusa, una infusión con propiedades medicinales y estimulantes que, como señalaba un indígena Achuar “nos da la energía positiva para la fuerza”. Aproximadamente una hora más tarde, todos los integrantes de la familia se sientan a compartir esta bebida. Es en las horas de guayusa, donde se toman las decisiones importantes a nivel familiar y necesarias para empezar el día. Y lo mismo pasa con la chicha de yuca, una bebida la cual es la base principal de la dieta achuar y se sirve en todas las reuniones y encuentros de la comunidad, reemplazando muchas veces a una o a todas las comidas diarias, especialmente cuando no se ha tenido éxito en la pesca o la caza.
Los achuar se alumbran con velas, linternas u otras fuentes naturales hechas con resina
Y es justo en la preparación de la guayusa y la chicha dónde las mujeres achuar encuentran su mayor dificultad por no tener energía eléctrica. La falta de luz a la hora de preparar estas bebidas provoca que en numerosas ocasiones entren insectos dentro, hecho que puede romper la armonía familiar y comunitaria, que, junto con la armonía con la naturaleza constituyen los tres pilares del buen vivir para la población achuar. O en lengua achuar, del Penker Pujustin. Esta dificultad que nos puede parecer tan lógica y simple en un espacio como es la selva amazónica, no la habíamos detectado casi ninguno de los actores que trabajamos el tema energético en el territorio.
El buen vivir como alternativa
Para aquellos que trabajamos en el campo de la cooperación al desarrollo en América Latina, el concepto de buen vivir se nos ha vuelto ya familiar. Este término pasó a formar parte de la Constitución ecuatoriana en 2008 (y un año más tarde en la de Bolivia). El buen vivir se concibió como una alternativa al desarrollo usualmente promovido desde los países enriquecidos. Esto es, como una alternativa plural y diferente para cada sociedad según sus características y con el potencial de combinar los saberes ancestrales de las comunidades indígenas con la modernidad. Pero eso sí, siempre, en armonía con la naturaleza, pues por primera vez en el mundo esta se reconoce como sujeto de derechos.
Como uno de los elementos más importantes del buen vivir se encuentra la energía y los usos diferenciados que hacen las poblaciones de las distintas partes del planeta. A la hora de apostar por alternativas de abastecimiento eléctrico, la población achuar no solo aspira a contar con sistemas que les ayuden a superar las dificultades con las que se encuentran en su día a día por el hecho de no tener energía, sino que defiende alternativas energéticas que sean, ante todo, respetuosas con la naturaleza y les permita establecer un diálogo con la modernidad sin perder su identidad cultural y territorial. Es por ello que apuestan por sistemas descentralizados de energías renovables que además de permitirles generar su propia energía, gestionarla y controlarla, representen una manera de enfrentar colectivamente las intervenciones de las empresas petroleras en su territorio. Unas intervenciones que, para ellas y ellos, atentan contra el eje vertebrador de su buen vivir: la naturaleza.
Comunidades en territorios petroleros
Un mes más tarde, nos vamos a la Amazonía Norte, en cuyo territorio llevan incidiendo las empresas petroleras desde hace varios años. Nos dirigimos hacia una comunidad siona, a la cual accedemos tras un viaje de dos horas y media en canoa. La naturaleza que envuelve a esta comunidad es abrumadora. Damos una vuelta y en las distintas casas, ahora de varios pisos de altura, podemos ver numerosos aparatos eléctricos de gran consumo como congeladores, neveras, o incluso sistema de aire acondicionado que no encontrábamos en las comunidades achuar.
Preguntamos a la población el origen de estos aparatos eléctricos y, aunque son pocos los que nos quieren contestar, algunos nos confirman que los han podido obtener gracias a sus ingresos trabajando como mano de obra no cualificada para las compañías petroleras y, en menor medida, a los ingresos turísticos. Las empresas petroleras (estatales y privadas) han dotado a la comunidad de numerosos proyectos de bienes e infraestructuras como medida de compensación por la explotación de los recursos naturales de sus territorios. Entre estos, encontramos generadores diesel y comunitarios, por lo que la mayor parte de sus habitantes posee energía eléctrica.
Es imprescindible trazar proyectos que integren y contribuyan a las aspiraciones y valores de las poblaciones indígenas
Pero las y los siona, al igual que la población achuar, siguen poniendo a la naturaleza en el centro a la hora de hablar del buen vivir. Por eso, en lugar de generadores diesel preferirían contar con sistemas de energías renovables por su potencial para generar energía eléctrica de manera silenciosa, puesto que los generadores diesel producen un ruido que no les permite vivir tranquilamente en su territorio y ahuyenta a los animales. Sin embargo, a diferencia de las comunidades achuar que apuestan por una mayor soberanía energética, las comunidades ubicadas en territorios petroleros destacan su derecho a tener energía y el deber del Estado a proporcionársela lo más barata posible o, al menos, a abastecerles con el mismo servicio del que gozan los habitantes de la ciudad.
Diálogo y participación
Estas dos visiones, a pesar de estar encontradas, siguen apostando por instalaciones alternativas energéticas que sean sostenibles y sobre todo respetuosas con el medio ambiente. Pero para ello, no sólo basta con la simple dotación de sistemas energéticos, sino que es necesario tener un diálogo previo para saber en qué medidas y bajo qué circunstancias el sistema energético que se va a establecer será adecuado para los diversos colectivos sociales y su entorno. De esta manera, durante este proceso, es importante explicar las tareas de mantenimiento de las instalaciones, así como el potencial que tienen estas alternativas energéticas para que las poblaciones más vulnerables puedan mejorar su calidad de vida acorde con sus propios principios y valores.
Con este punto de partida, las oportunidades que el acceso a la energía renovable supone para estas poblaciones indígenas son muy amplias y diversas. En este sentido, es imprescindible trazar proyectos que integren y contribuyan a las aspiraciones y valores de las poblaciones indígenas y que aporten al mismo tiempo una construcción de alternativas energéticas que sean más democráticas y sostenibles socialmente. Una tarea nada fácil, pero necesaria, si queremos transitar hacia nuevas maneras de vincular energía, territorio y sociedad, donde la energía se establezca como un elemento para la transformación social tanto en el Sur como en el Norte.
Maria Ten Palomares es ingeniera Industrial especializada en energía, desarrollo y cooperación internacional del Instituto de Gestión de la Innovación y el Conocimiento (INGENIO)
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