_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Malos tiempos

El arte y la cultura son nuestra única defensa duradera contra el fascismo

Félix de Azúa
André Malraux (a la izquierda) junto a Jaume Miravitlles.
André Malraux (a la izquierda) junto a Jaume Miravitlles. ANC

Hay razones para admirar a algún viejo político. Esta es una de ellas. Fue en junio de 1935. El Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura iba a concluir. Había sido peligroso y tormentoso. Los estalinistas habían amenazado de muerte a los trotskistas. La delegación soviética quiso impedir que hablara Victor Serge, un represaliado por Stalin. Cuenta Jean Cassou en sus memorias que allí fue cuando se percató de que los comunistas hablaban igual que los nazis.

Uno de los presidentes, Malraux, tomó la palabra para clausurar aquel temible augurio de la próxima guerra. Ante el pasmo general comenzó por definir la obra de arte. Dijo que las obras de arte tienen vida propia y su sentido cambia según quien las ve (o lee o escucha). “Una obra de arte —dijo— es un objeto, pero también un encuentro con el tiempo”. Creamos las obras de arte, añadió, cuando ellas nos crean a nosotros. Se dirigió entonces a los soviéticos para decirles que estaban allí para crear una nueva conciencia “con el milenario dolor de los humanos”. Para lo cual era imprescindible que las obras de arte resucitaran y nos miraran a los ojos y nos permitieran ver, porque eso era la cultura, volver a ver. Estupefacción soviética.

También comentó los discursos que días atrás habían aullado los fascistas franceses contra el congreso de escritores por ser “cosmopolita”. Entonces dijo aquella frase de tan perfecta actualidad: “La nación está en la naturaleza del fascismo y el mundo en la nuestra”.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Hay quien cree que esto del arte y la cultura es una pijada para ricos. No comprenden que es nuestra única defensa duradera contra el fascismo. Y no lo comprenden porque, aunque se crean todo lo contrario, son fascistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_