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Cinco alimentos que nunca debería comprar en el supermercado No son productos prohibidos , pero el modo en que se suelen dispensar los convierte en grandes tramposos. ¿Por qué ese bote de pesto viene cargado de azúcar? Versiones fáciles, sanas y económicas Con algunos supermercados abiertos las 24 horas, es demasiado tentador pasear por los pasillos y llenar la cesta de la compra de productos que nos facilitan la vida. O eso creemos, porque si los analizamos con nutricionistas, vemos que sus versiones caseras no son tan complicadas de preparar, y no son equiparables ni a nivel nutricional, ni de calidad ni de sabor. Repasamos los cinco alimentos que debería ir quitando de su lista de la compra. No se deje engañar por esos paquetes plastificados con un uniforme tono rosado, en las que el producto está repartido con un cuidado casi milimétrico. “En un supermercado, no vas a encontrar carne picada sino algo que se parece pero que llaman ‘burguer meat’ y no es solo carne, sino que contiene una serie de aditivos”, explica Juan Revenga , biólogo, nutricionista y autor de varios libros sobre alimentación. Y aunque puntualiza que los aditivos no tienen por qué ser malos , es mucho mejor pedir al carnicero que él mismo pique la carne que nosotros elijamos, para no tener dudas sobre qué compramos exactamente. Revenga advierte: “Lo que hay que hacer es cocinarla inmediatamente, ya que es un alimento sumamente perecedero”. 48 horas como máximo, puntualiza. Es muy posible que en su memoria sensorial guarde el recuerdo del sabor inigualable del tomate frito casero que hacía su abuela o su madre. Y sin embargo es una práctica que se va perdiendo, desterrándose por los 'tetrabrick' que se muestran tentadoramente cómodos en los supermercados. Pero, como también diría su abuela, nadie da duros a cuatro pesetas. “El comercial tiene aproximadamente el doble de calorías y de grasa (1,5 gramos el casero, y 3,5 gramos el industrial). Pero lo más destacado es el azúcar (2,3 gramos el que preparamos en casa, frente a 7,5 gramos en los de supermercado) y la cantidad de sal (165 mg de sodio, frente a 1200 mg el de lata)”, puntualiza la dietista-nutricionista Silvia Romero . Una buena opción para prepararla en casa es utilizar tomates maduros, aceite de oliva, y optar por sal sin sodio en caso de tener hipertensión. Las que compramos en bolsas individuales para preparar en el microondas cuestan unos 4,70 euros el kilo, mientras que a granel salen por menos de 3 euros. Y claro, las que preparamos en casa son más sanas. “La diferencia nutricional de cualquier producto siempre dependerá de la calidad de los ingredientes”, explica Joan Carles Montero , nutricionista y miembro de AlimentAcción. En este caso, no solo controlamos el maíz, sino también el tipo de aceite que utilizamos y la cantidad de sal con la que queramos aderezarlas, aromas (como el suero de leche), potenciadores de sabor, colorantes, emulgentes y antioxidantes. En casa es más habitual que usemos aceite de oliva, mientras que las industriales suelen utilizar el de girasol y de palma para ahorrar costes. En este sentido, lo mejor es evitar el azúcar o la mantequilla, o las palomitas dejarán de ser saludables. Y es que es importante tener presente el aviso de Montero: “Es un picoteo estupendo, aunque hay que tener en cuenta que el maíz es rico en energía [393 calorías por cada 100 gramos, lo equivalente a cuatro cañas de cerveza]”. Cada vez proliferan más en los estantes de los supermercados, y van mucho más allá del clásico kétchup y de la mayonesa: carbonara, boloñesa, pesto, cuatro quesos, asiáticas, picantes, etc. Sin embargo, su principal problema es la falta de detalles de su composición. “No sabes qué tipo de aceite están utilizando, y desde el punto de vista de la nutrición, y atendiendo también a cuestiones de precio, no suelen utilizar los ingredientes que elegiríamos para hacer esa salsa en casa”, afirma Revenga. Eso sí, hay un ingrediente que rarísima vez falla en una salsa industrial: el azúcar. “Todas lo llevan, incluidas aquellas en las que si las preparamos en casa, jamás le echaríamos”, sentencia el nutricionista. Por ejemplo, la salsa pesto estándar que venden en los supermercados tiene unos 3 gramos de azúcar (en los botes de 150 gramos). Además contiene un 43% de aceite de girasol, un 20% de albahaca, un 16% de queso rallado (sin especificar el tipo), un 12% de aceite de oliva (aunque en el envase se destaque en letras grandes), proteínas de leche, almidón de patata, sal, ajo, piñones y varios tipos de conservantes. ¿Y las calorías? La versión industrial, unas 565; y la casera, depende de la cantidad y tipo de aceite, queso y frutos secos. “Las que compramos congeladas absorben mucho más aceite en la fritura porque suelen ser más delgadas, y eso incrementa la cantidad de grasa y calorías (unas 500 por cada 100 gramos de tubérculo). En casa, además, también podemos hacerlas al horno, con mucho menos aceite y por tanto menos grasa y menos calorías (unas 200 por cada 100 gramos de patata)”, explica Silvia Romero. “Las patatas que se anuncian con aceite vegetal, suelen tener grasa de palma, aunque lo más recomendable sería utilizar aceite de oliva”, concluye Romero.