Votar a tu jefe
El futuro secretario general del PSOE tendrá demasiado poder. Pronto se acumularán resentimientos para intentar echarlo


Imagínate que puedes votar al jefe de tu empresa. Un empleado, un voto. Imagínate, además, que tu jefe tiene poder para nombrar, cesar y promocionar a todos los cargos medios y altos. ¿Cómo sería tu vida?
Seguramente dedicarías muchas horas, y esfuerzo, a todo el proceso electoral. Quién se presenta. Qué colegas, y qué competidores por ese ascenso que llevas tanto tiempo esperando, apoyan a cada candidato. Cómo puedes acercarte al favorito en las encuestas, pero sin perder la simpatía del segundo mejor situado. Y un largo etcétera de interrogantes. La elección directa de un jefe que tiene las riendas para hacer y deshacer una organización es un sudoku para cada empleado. Porque su carrera profesional puede depender más de quién gane que de cómo desempeñe su trabajo.
Dos de las organizaciones más disfuncionales de España —las universidades y el PSOE— comparten ese mecanismo de selección de sus jefes máximos. Tanto los rectores como el secretario general del PSOE son elegidos democráticamente por sus bases. Con resultado parejo: politiqueo y conspiraciones desde abajo para favorecer a un nuevo contendiente contrarrestadas por redes clientelares y distribución de prebendas desde arriba para asegurar la victoria del candidato orgánico.
Hay un debate interesante sobre si las primarias son útiles para elegir candidatos electorales. Algunos creen que polarizan la política, porque benefician a los candidatos extremos. Y otros que las primarias conectan a los partidos con sus simpatizantes antes de los comicios. Pero donde no tienen sentido las primarias es para elegir al responsable de un partido que disfruta de discrecionalidad para reestructurarlo a su imagen y semejanza.
Muchos temen que, como se espera un resultado ajustado, el vencedor de las primarias del PSOE no tendrá poder suficiente. Pero, al contrario, el problema del PSOE es que el secretario general tendrá demasiado poder. Por ello, pronto se acumularán resentimientos suficientes para intentar echarlo.
Ya lo sufrieron los emperadores romanos. Cuanto más poder amasaban, antes podían esperar que les cortaran la cabeza. @VictorLapuente
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