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¿Cuánto costaría el iPhone 100% estadounidense con el que sueña Trump?

Las amenazas proteccionistas del presidente podrían condicionar los futuros productos de Apple. Analizamos todos los escenarios posibles

“Vamos a obligar a Apple a construir sus malditos ordenadores en este país en vez de en otros países”. Son palabras textuales del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en enero de 2016, cuando solo era una sombra en el horizonte. Un año después, las amenazas a Apple toman forma con el posible aumento de los aranceles a los productos chinos, que pretenden obligar a la fabricación local.

La relación de Trump con Apple, tuit a tuit, va desde la llamada al boicot porque el gigante de la manzana se negó a descifrar sus teléfonos para los servicios de inteligencia, al manifiesto firmado por 97 tecnológicas ─incluida Apple, claro─ en contra del decreto anti-inmigración.

En este contexto digno de thriller político surge la pregunta: ¿cuánto costaría el futuro iPhone si Trump cumple sus amenazas proteccionistas? En realidad, Apple ─al igual que otras gigantes del sector─ es como la gallina de los huevos de oro para Estados Unidos, porque se calcula que deja en el extranjero cerca de 2.500 millones de dólares anuales, que evitan los impuestos estadounidenses. Todo fair play, pero es una cantidad que a Trump le gustaría embolsar en el país. “¿Por qué no lleva ese dinero a casa?”, preguntaban al CEO de Apple, Tim Cook, en una entrevista en el programa 60 minutos de la CBS. “Me encantaría hacerlo, pero eso me costaría un 40% más y no me parece razonable. Se trata de una normativa fiscal que se hizo para la era industrial, no para la era digital. Es un retroceso; es terrible para América. Se debería haber arreglado hace años”, sostiene Cook.

Un coste medioambiental y económico

Además del escaqueo impositivo, existen más argumentos para fabricar en China en lugar de Estados Unidos. Cook asegura que no es por la mano de obra barata, ni por la laxitud en las normativas asiáticas respecto a la contaminación de sus fábricas, sino porque los chinos “tienen más habilidades” para el ensamblaje de sus productos. No solo la cadena de operarios, sino de ingenieros y logística capaces de sacar al mercado una extraordinaria cantidad de smartphones en dos semanas. En Estados Unidos se tardaría mucho tiempo en conseguir llegar a ese nivel, mientras las marcas asiáticas ganan en competitividad. Con todo esto sobre la mesa, ¿a qué precio saldría empeñarse en sacar un iPhone made in America y cómo afectaría al usuario final?

Según un análisis de MIT Technology Review, la revista del Instituto de Tecnología de Massachusets (MIT), un iPhone 6 Plus sale al mercado por algo más de 700 euros, aunque el coste de los componentes fabricados en China no suma más de 220 euros. Ensamblar esos componentes cuesta entre 4 y 10 euros con las condiciones del mercado de trabajo oriental. Si las plantas de trabajo se instalasen en Estados Unidos (construcción de la fábrica aparte), habría que sumar entre 30 o 40 euros más por iPhone, debido al coste laboral y la logística para enviar los componentes a tierras americanas. Al final, en ese contexto, el iPhone 6 Plus solo sería un 5% más caro de lo que es ahora: 735 euros.

¿Qué pasaría si, además de la mano de obra y ensamblaje, se obligase a Apple a dejar de importar los componentes a sus proveedores de China, Japón y Taiwán? Entre la pantalla táctil ultrarresistente, el procesador del teléfono, los microchips de administración de energía, la memoria interna, los amplificadores de la señal de radio y los transceptores, habría que reconvertir toda la industria estadounidense porque, hoy por hoy, no existen proveedores especializados en su territorio. Con todo, el iPhone costaría 100 euros más de lo que cuesta ahora, según los analistas de la publicación del MIT: por encima de 800 euros.

Y ya en el colmo de la locura, ¿qué sucedería si Trump se obsesionara con fabricar a niveles microscópicos el iPhone en su país, incluso la extracción de los elementos químicos que tiene el teléfono? Pues que no podría. Es materialmente imposible construir un smartphone 100% estadounidense porque su continente no produce suficientes “tierras raras” para construir el teléfono, como la bauxita del terminal, el neodimio de los imanes que hacen vibrar al móvil o el lantano necesario para el objetivo de la cámara. Además, el coste medioambiental de explotación es tan alto que ningún país con sentido común querría extraerlas en su territorio. En China, en cambio, hay barra libre de este tipo de metales (con un 90% de la producción mundial), sin leyes ni control medioambiental y una orgía radioactiva en sus lagos, cultivos y granjas, donde la toxicidad supera con creces los niveles compatibles con la salud, según ha documentado la Universidad de Bangalore (India).

Mientras tanto, en California, Apple pedía en marzo a sus proveedores que valorasen la posibilidad de construir fábricas de ensamblaje en Estados Unidos. La compañía electrónica taiwanesa Pegatron ya respondió un ‘no’ rotundo. Foxconn, referencia mundial de fabricación de smartphones y videoconsolas, también de Taiwán, se lo planteó (durante unos minutos) y la respuesta de su presidente, Terry Gou, fue aplastante: “¿Ofrece Estados Unidos programas de incentivos para los inversores extranjeros? Que nos pasen las cuentas primero y esperaremos las medidas de las autoridades norteamericanas para tomar una decisión”. Es decir: si no proponen incentivos fiscales y subvenciones, están esperando a comprobar si la amenaza de aumentar un 45% los aranceles a los productos chinos es un farol o va en serio. Y en función de eso, tomarán decisiones.

Tecnología con firma española

Entre las tecnológicas españolas también encontramos fabricantes, como Bq, que diseña sus teléfonos en España y externaliza su ensamblaje en el extranjero, principalmente China, por el ahorro de costes que supone. En teoría, según fuentes de Bq, no lo hacen "por la mano de obra barata”, sino porque “el ecosistema de la industria está allí”. ¿ Y cómo se asegura una compañía española de que sus proveedores chinos garantizan unas condiciones laborales mínimas de sus empleados? Preguntada sobre este tema, Bq ha preferido no participar en este reportaje ni responder a las preguntas. Tampoco ha querido valorar si sería sostenible para una compañía asentada en países de fabricación barata ─como Bq o Apple─ trasladarse a territorio nacional.

En el otro extremo se encuentra la valenciana ImasD (anteriormente Nuevas Tecnologías y Energías Catalá), que mantiene el diseño, la ingeniería y el ensamblaje en territorio español por una cuestión de principios. “Nuestro principal objetivo es controlar la calidad del producto de cerca, sin tener que irnos al mercado asiático y quedar en sus manos. Se trata también de una cuestión de conciencia social: como empresa, lo que quieres es ganar dinero, pero también debes considerar el coste medioambiental y humano”, concluye Pedro Peláez, CEO de ImasD, cuya empresa ─que ha generado 18 puestos directos y 30 indirectos─ ha dejado el negocio de los smartphones para reconvertirse en Rhomb, orientada a la revolución tecnológica de los sistemas modulares.

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