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Amigos, los justos

ilustración: Diego Mir

POCAS RELACIONES humanas despiertan pensamientos y consideraciones tan abundantes y elogiosas como la amistad. Hay quienes piensan que es la relación más importante y valiosa que el ser humano pueda tener, incluso más que el amor. Destacados personajes de la historia le han hecho hermosísimos tributos con sus definiciones. Para Aristóteles, por ejemplo, un amigo es un alma que vive en dos cuerpos, mientras que para la escritora sordociega Helen Keller, caminar con un amigo en la oscuridad es preferible a caminar solo bajo la luz. Hermoso, ¿no?

Ese sentimiento milenario y universal sobre la amistad ha sido avalado por profusos estudios e investigaciones que documentan sus diversos beneficios; desde aquellos muy generales, como que la gente que tiene amigos vive más tiempo, es más saludable y más feliz, hasta muy específicos, como que quienes tienen amigos gozan de una mayor autoestima, menos estrés o se recuperan más rápidamente de enfermedades severas. Todas estas bondades podrían hacer suponer que cuantos más amigos tengamos, mejor, y que, por tanto, debemos tratar de sumar tantos como queramos y podamos. Pero no es así. Poseemos una capacidad limitada para tener y atender a nuestros amigos, para mantener con ellos una relación significativa.

En total son 150 personas las que constituyen el máximo de individuos con quienes podemos mantener amistad.

El antropólogo británico Robin Dunbar lleva décadas estudiando cuántos amigos podemos tener y ha concluido que, de manera general, nuestras amistades se distribuyen en cuatro círculos de proximidad. En el más cercano solo caben alrededor de cinco personas. Esos son nuestros mejores amigos. En el segundo círculo hay 10; en el tercero, 30, y en el cuarto, el de los más distantes, puede haber unos 100. En total son 150 personas las que constituyen el máximo de individuos con quienes podemos mantener alguna relación amistosa.

Ese sería nuestro máximo círculo social, el que recibiría invitaciones para una gran celebración como, por ejemplo, una boda. El número está bastante por debajo de los 338 amigos que mundialmente tienen como promedio los usuarios de Facebook. Un dato que no hace más que reafirmar algo que todos sabemos: que en esta red social tenemos muchos amigos que realmente no lo son.

Las cifras que ha manejado Dunbar las ha obtenido utilizando, entre otros métodos, grandes bases de datos en las cuales puede analizar la frecuencia de las comunicaciones telefónicas entre personas. A partir de ahí puede establecer, por ejemplo, con quiénes nos comunicamos con asiduidad y que, por tanto, pueden ser considerados amigos muy cercanos. Sus datos coinciden con los resultados de encuestas en las cuales se ha indagado directamente sobre este asunto.

En 2016 la empresa Gallup preguntó a muestras representativas en más de 100 países cuántos amigos y familiares cercanos tenían los entrevistados, y la respuesta promedio del total de los encuestados estuvo ligeramente por encima de ocho. Dado que en la pregunta se incluía no solo amigos, sino también familiares cercanos, el valor promedio obtenido sigue la misma línea de las conclusiones de Dunbar: el número máximo de amigos cercanos ronda las cinco personas.

Investigaciones más recientes ratifican y arrojan ­nuevas luces sobre la importancia del contacto presencial y frecuente con esos amigos próximos. La conclusión principal es que es positivo pasar tiempo con ellos haciendo cualquier cosa, incluso no haciendo nada. La amistad es en primer lugar una experiencia emocional, no intelectual. Por tanto, dedicar tiempo a los amigos es la primera obligación de quien quiera practicar y disfrutar la hermosa experiencia de esta conexión. Con muchísima determinación solemos reservar espacio para las más diversas actividades: para ir al gimnasio, para leer, para nuestra pareja y nuestros hijos. De la misma manera tenemos que asignar tiempo para los amigos. No solo lo disfrutaremos: los datos señalan que además nos ­aportará beneficios.

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