Manuel Fuertes, receta para rentabilizar la ciencia
HAY MUNDOS que claramente se necesitan pero no saben cómo encontrarse. Manuel Fuertes supo, a una edad en la que muchos todavía no han salido del cascarón, que la ciencia que prometía cambiar el mundo desde los laboratorios necesitaba del capital y de la visión empresarial para materializarse en productos reales destinados a revolucionar nuestras vidas. Y a eso se dedica desde los 21 años, cuando, sin haber acabado aún su carrera de Ciencias de la Ingeniería en Oxford, montó una consultoría que ya entonces tenía sede en Bristol, Londres y Shanghái.
“Buscamos ciencia por todo el mundo. Somos una catapulta de ideas rompedoras”.
Quince años después es director general para España de la Oxford University Innovation y ocupa el mismo cargo en su propia empresa, Kiatt. En ambos puestos, su principal misión es buscar proyectos de investigación para después diseñar mecanismos de financiación para empresas de base científica. “Lo llamamos la pata de las tres emes”, explica, “minds (mentes), money (dinero) y management (gestión). En Kiatt buscamos ciencia por todo el mundo y, cuando encontramos algo que puede cambiar la industria, enviamos un equipo experto en la materia y en patentes que garantiza la viabilidad del proyecto. Después creamos una empresa con un equipo gestor que ayuda a los científicos y, por último, invertimos para convertir el conocimiento en un producto que el mercado demanda. Digamos que somos una catapulta de ideas rompedoras”.
En su rampa de lanzamiento se encuentran proyectos tan revolucionarios como un biorreactor celular o fotocopiadora de células de base española que Fuertes compara con lo que supuso la aparición de la imprenta para la escritura, o un protector de pantallas que permite ver en 3D sin utilizar gafas y que está evolucionando para conseguir que cualquier aparato electrónico pueda graduarse según las necesidades del usuario que lo utilice.
Hablar con Manuel Fuertes es adentrarse en el futuro y experimentar la misma emoción de los descubridores. Células de piel que consiguen latir, nanorrobots que llevan remedio solo a las células dañadas, robots que monitorizan a las personas en tiempo real, exoesqueletos… “Me siento un privilegiado porque colaboro con la gente más inteligente del mundo”, afirma.
Fuertes cree que su principal valor es saber calcular la velocidad a la que la tecnología va a ser absorbida por la sociedad. “Nos centramos en ideas que den rentabilidad en un plazo de tres a cinco años, y suele ser alta porque estamos desde el inicio del proyecto, aunque eso tiene sus riesgos. Siempre decimos que saltamos del precipicio y luego montamos el avión”. Puestos a vaticinar el futuro, asegura que los grandes avances de los próximos 10 o 15 años se centrarán en temas de salud, principalmente en biotecnología, nanotecnología y robótica aplicadas a la calidad de vida. Y que el foco de la ciencia comercial se está desplazando hacia Asia.
¿Y qué pasa con Europa y con España? “En Europa el problema es sobre todo político. No se está apostando por la nueva economía del conocimiento. Hay normas muy rígidas y el emprendimiento exige flexibilidad”, explica. “En España solo rentabilizamos el 1% de los descubrimientos porque se prima más publicar que comercializar la investigación y porque la conexión entre universidad y empresa está bastante rota. Hace falta que la ciencia se entienda como una oportunidad y no como un coste”.
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