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CLAVES
Columna
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Pobres hombres blancos

Al parecer, las mujeres, los negros y los gays somos “grupos culturales”

Máriam M-Bascuñán
Manifestantes en la 'Marcha de las Mujeres' contra Donald Trump en Washington.
Manifestantes en la 'Marcha de las Mujeres' contra Donald Trump en Washington. Lucas Jackson (REUTERS)

Se dice que el triunfo de Trump se basó en su apelación al pueblo frente a la atomización demográfica del discurso demócrata. Ante las fracturas étnicas, raciales o sexuales, el magnate propuso una visión general integrada en un agente colectivo. Rascando, resultó que al pueblo lo representan los blancos trabajadores dejados al albur de la globalización. Estos sujetos oprimidos optaron por un señor histérico y disparatado, descargando su ira sobre una mujer. Clinton habría fraccionado al electorado y simbolizaría el mal radical del neoliberalismo y el establishment político.

Al lamento se unió la tradicional izquierda con su habitual sentido religioso: nos hemos salido del redil de la clase trabajadora que encarna nuestras esencias, y estamos purgando la culpa. Embaucados por las trivialidades de la gauche caviar, como la violencia, el lenguaje, la división sexual o racial del trabajo, abandonamos a nuestro electorado más ultra, desconcertado ante el imparable progreso igualitario. ¡Pobres! Volvamos, pues, a la volonté générale, al ansia totalizadora de la homogeneidad, a cantar a la nación unificada con una sola voz al precio de siempre: identificar la masculinidad blanca heterosexual con el ciudadano universal. Al parecer, las mujeres, los negros y los gays somos “grupos culturales” y racismo y sexismo no son modos de dividir a los trabajadores. Lo sabemos desde Marx: la categoría de trabajo socialmente reconocida no nos pertenece.

Por lo visto, incorporar la perspectiva femenina es divisivo: se pierde “visión de conjunto”, aunque no exista ningún país que trate a las mujeres igual que a los hombres; aunque la desigualdad de género esté en profunda correlación con la pobreza o las mujeres seamos vistas esencialmente como cuidadoras, reproductoras o puntos de descarga sexual. Cuando el pensamiento político y económico debiera ser feminista, resulta que hemos olvidado al pobre hombre blanco. Curiosamente, quienes más sufren la discriminación por la misoginia de tipos como Trump son las únicas que levantan una oposición real en las calles. Así será el 8 de marzo, y previsiblemente durante muchos años más. @MariamMartinezB

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