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La pandemia que empieza en el hígado

Se calcula que la hepatitis B y C afectan a unos dos millones de personas en Camerún. La coexistencia con el VIH y el consumo de alcohol, principales causas

El joven N. J. P., de 28 años, apenas puede hablar y sus piernas no responden. En la pantalla, los médicos observan un tumor en el hígado.
El joven N. J. P., de 28 años, apenas puede hablar y sus piernas no responden. En la pantalla, los médicos observan un tumor en el hígado.Alberto G. Palomo
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Tres meses. Cuatro, máximo. El veredicto es unánime. Los doctores que miran la pantalla de la ecografía lo tienen claro. Es un tumor de gran tamaño. Un cáncer tan desarrollado que probablemente se haya extendido a la columna vertebral. De ahí que el paciente no pueda mover las piernas. Proviene del hígado, muy afectado por culpa de una hepatitis B y C. Caso terminal, lo trasladan a la unidad de hospitalización. El paciente es uno de los 2,2 millones de personas afectadas por este virus en Camerún, según datos del Ministerio de Salud. La coexistencia con el VIH, cuya prevalencia en el territorio nacional se sitúa en torno al 4,5% en una población de 22,25 millones —según el censo de 2013—, y el creciente consumo de alcohol son los culpables.

Estamos en el centro de salud de Bikop, un pueblo de casas esparcidas entre la fecunda vegetación de un bosque ecuatorial con alrededor de 6.000 vecinos. Forma parte de la Misión de la Congregación Católica de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y el diagnóstico lo realiza Rosi García Martínez Peñalver, misionera española de 51 años. Junto a ella, la pareja francesa de médicos voluntarios Guillaume y Gwenole Martinot, de 35 y 33 años, respectivamente. El lugar, a unos 70 kilómetros al sur de Yaoundé, la capital, se ha convertido en referencia de cuidados paliativos, como los que va a recibir N. J. P., de 28 años, mirada de terror, palabra amputada y un bulto en la tripa sentenciándolo de muerte. "Ha llevado una vida desordenada", lamentan los padres.

"Viene con líquido en el estómago", explica Rosi García. En el último mes, es el sexto caso de hepatitis libre de VIH en el centro, aunque suela presentarse junto a él, ya que se transmite de la misma forma: por trasmisión sexual o de sangre y de madre a hijo en el embarazo. Se calcula que un tercio de los infectados de VIH a escala global también porta el virus de la hepatitis B, que, tanto como la C, ataca al hígado. La mayoría de estas infecciones agudas se cura de manera espontánea, mientras que un porcentaje se vuelve crónica.

Desde 2012, en Bikop se ofrece apoyo y seguimiento a estos pacientes. "En estos países donde no hay una seguridad social, todo se paga y no hay acceso a muchas de las terapias disponibles en otros lugares más desarrollados, los cuidados paliativos son la única alternativa a pacientes con patologías crónicas muy avanzadas y cada vez más prevalentes. Se intenta ofrecer una muerte digna sin dolor", aseguran las hermanas.

La prevención y la cura dependen de los medios familiares y de una cultura de la enfermedad que, a veces, tiene más de creencia que de ciencia

A las dependencias del hospital se acercan a diario personas con estas enfermedades y, muchas veces, en convivencia con otras repentinas (paludismo, infecciones, patologías ginecológicas, etcétera). Apoyado por la fundación Recover y fundado hace 50 años, el centro de salud se erige puntero en detección, seguimiento y sensibilización sobre VIH. Por eso, entre otras cosas, recibe en torno a 1.200 pacientes al mes. "En los primeros 11 meses del año hemos tenido 14 tumores. Si es pequeño, se puede hacer una cirugía menor o mandar el paciente a una clínica más grande. Este último no puede ni extirparse de lo grande que está. Y cada vez se ve en gente más joven”, apostilla la hermana.

Como pandemia mundial, pero con mayor incidencia en África y Asia Central, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en 686.000 las muertes anuales por cáncer hepático causado por hepatitis B y unas 700.000 por dolencias relacionadas con la C. En ambos casos, la prevención y la cura dependen, en estos lugares, de los medios familiares y de una cultura de la enfermedad que, a veces, tiene más de creencia que de ciencia. "Primero, la gente tarda en venir; luego, no sigue el tratamiento. Y, por último, busca alternativas porque cree que es una maldición que alguien le ha echado", expresa García Martínez Peñalver. Las transfusiones de sangre no seguras o la transmisión venérea desembocan en que la estimación de afectados hasta el pasado julio por la hepatitis B sea de 240 millones de personas y de entre 130 y 150 millones de C en el mundo.

"En nuestro centro, un 12% de los pacientes sufre de hepatitis B y un 1,3% de hepatitis C", cuenta la directora del centro, la hermana y también médico Ana Gutiérrez. "Hay muchas infecciones en niños por transmisión vertical, es decir, de madre a hijo. Ahora empieza a cobrar interés nacional, pero nosotras llevamos tiempo detectando estos casos. Además, el incremento del consumo de alcohol agrava el estado del enfermo".

La doctora Gutiérrez muestra unas notas sobre un aumento en el gasto en bebidas alcohólicas por parte de adolescentes, algo inaudito pocos años atrás. Y no hace falta mirar su cuaderno sino fijar la vista en el suelo. En las calles de Yaoundé o en los caminos arcillosos de extramuros, se acumulan miles de bolsitas de plástico mordidas y arrugadas. Contenían cinco centilitros de ginebra o whisky de hasta 43 grados. Fighter, King Arthur o Lion D'Or son los nombres elegidos para estos saquitos que la gente absorbe a diario desde por la mañana y que han causado un verdadero problema de salud en el país centroafricano. Una de estas marcas, Odontol, fue retirada del mercado el pasado mes de noviembre por estar vinculada con la muerte de 21 personas en un pueblo del este debido a una intoxicación alcohólica. Una gráfica de la ONU concluye que el 5,7% de la población tenía en 2010 graves desórdenes debido al consumo de alcohol.

Los exámenes de diagnóstico de la hepatitis C valen unos 460 euros, a los que se suman unos 180.000 para el tratamiento, en un país donde un salario mensual es de unos 100 euros de media

Los síntomas que comparten ambos trastornos son la fatiga, los dolores musculares, la fiebre baja o la orina turbia. Pueden desarrollarse de forma inminente o incluso seis meses después de contraerlos. De la inflamación del hígado por hepatitis B o C, en los casos crónicos, se pasa a una ictericia, traducida externamente en una coloración amarillenta de la piel por un aumento de la bilirrubina. Estos síntomas alertan de la enfermedad y de la posibilidad de que la persona pueda estar padeciendo cirrosis, que puede desembocar en cáncer. A lo que se enfrentan en Bikop no es solo a esta enfermedad, sino a los factores sociales, culturales y económicos del país, como la escasa costumbre de prevenir o de seguir el tratamiento, una realidad que entra en confrontación directa con los ritmos que imponen los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la ONU. En 2030 se deberían haber combatido la hepatitis y erradicados el VIH o la tuberculosis en el mundo.

Para lograrlo hay dos líneas de actuación: pedagogía y tratamiento. En el centro de salud de Bikop, la concienciación sobre hepatitis va muy ligada a la información sobre VIH. Un equipo de profesionales locales se encarga del programa de sensibilización, educación terapéutica y acompañamiento a las personas que viven con él. Cada día, la gente espera en un patio central su turno para las distintas consultas y servicios. Atienden por un precio reducido hasta 90 personas al día, por hora de llegada. En el laboratorio realizan las pruebas necesarias para el diagnóstico y seguimiento de todos estos enfermos y sus afecciones; en la sala de espera de la consulta prenatal explican temas relacionados con la salud de la madre y el bebé, entre ellos, cómo cuidar a las madres seropositivas y evitar la infección si son portadoras del VIH.

El Gobierno, además, ha subvencionado el tratamiento para tratar el VIH (totalmente gratuito) y el año pasado anunció una reducción en el coste de los medicamentos trimestrales de la hepatitis C, pasando de 11 millones de CFA (unos 17.000 euros) a 450.000 (687 euros). Ambas opciones, en cualquier caso, quedan lejos de las posibilidades de los cameruneses, con un salario mensual de unos 100 euros de media. "El tratamiento de la hepatitis B cuesta 5.000 CFA al mes (7,6 euros) y para la hepatitis C, los exámenes previos de diagnóstico valen 300.000 CFA (460 euros) y luego unos 180.000 (274 euros) de tratamiento al mes", relata Gutiérrez.

Con una esperanza media de vida de 61 años, los cameruneses se han subido al carro de las enfermedades hepáticas. Y aquellas que no pueden curarse por falta de medios están saliendo del ámbito familiar para convertirse en un asunto fundamental en la estructura sanitaria del país. Teniendo 620.000 habitantes con VIH, el siguiente paso es reducir las estadísticas de nuevas afecciones para que el diagnóstico de N. J. P. no sea una sentencia de tres o cuatro meses, máximo, sino un veredicto de esperanza.

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