Claudio López Lamadrid y el increíble ronquido de ‘Tor’
CUANDO EL editor Claudio López Lamadrid vuelve de un viaje de trabajo, su perro Tor le espera impaciente en la puerta. El animal experimenta tal emoción por el reencuentro que se hace pis en el acto. “Le pasa desde cachorro, y aunque ya tiene 10 años, no puede contenerse”, cuenta el director editorial de Penguin Random House. Descendiente de los marqueses de Lamadrid y Comillas, escogió un bóxer con pedigrí. “Su madre era cordobesa, y su padre, un alemán campeón del mundo”. Como su dueño, el perro desprende elegancia y sencillez. Lo compró para su hijo mayor, Jacobo, cuando tenía 18 años. Fue él quien quiso llamarlo como el dios del trueno. Poco después se fue a estudiar a EE UU. “Siempre he sostenido que las mascotas que les compramos a los hijos acaban siendo de los padres”.
Este amante de la literatura, que fue el primero en editar en español La broma infinita, de David Foster Wallace, se considera un admirador de los perros, a los que se refiere como “criaturas celestiales”. “La generosidad que implica quererlos es una lección diaria”. Desde el punto de vista editorial, no cree que los libros de animales –en aparente auge– vayan a convertirse en una moda. “Al menos, no como fueron en su día los de cocina”.
López y Tor viven en Barcelona, pero viajan constantemente a Madrid. En el municipio de Pozuelo reside su pareja, la guionista y exministra de Cultura Ángeles González-Sinde. “A Tor le gusta más Madrid porque el clima es seco y respira mejor”. En casa de González-Sinde tiene una cama junto al sofá. Amo y mascota comparten la hora de la siesta. El problema es que, en cuanto se duermen, los ronquidos de su celestial criatura despiertan a López: “¡Son increíbles!”.
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