Salvador Trump
El presidente se presenta como el líder que devolverá el poder al pueblo en un país de fábricas cerradas, crimen y drogas
Donald Trump es lo que parece y no otra cosa. Aunque la pompa de la ceremonia inaugural pareció disfrazar por momentos a su protagonista, el 45 presidente de EEUU tomó posesión este viernes con un discurso mesiánico e iniciático y con el tono de salvador de un país que pintó en ruina industrial, abatido por el crimen y la droga.
"Es vuestro momento, os pertenece", aseguró Trump, que no tardó muchas palabras en convertir su discurso en lo que llamó la entrega del poder "al pueblo". "El 20 de enero de 2017 es el día en el que el pueblo recuperó el poder. Nunca más seréis olvidados".
"Nosotros, los ciudadanos de Estados Unidos nos unimos en el esfuerzo nacional para reconstruir nuestro país y cumplir nuestras promesas", aseguró, como si el país se levantara de las ruinas de una guerra o un desastre. "Estamos transfiriendo el poder de Washington y devolviéndooslo a vosotros, el pueblo, que habéis cargado con los costes. Washington floreció en este tiempo, pero la gente no pudo participar en la prosperidad".
Trump pintó un panorama de drogas, crimen y peligros que "acaba aquí y ahora". "Somos una nación, las penas de los demás son nuestras penas, tenemos un solo corazón y un destino glorioso"
Donald Trump no solo ganó la presidencia con la campaña y el tono menos presidencial que se recuerda en Estados Unidos, sino que malogró la etapa de transición con el mismo estilo de salidas de tono, de descalificaciones emocionales a quienes le critican y sin añadir ninguna dosis de autoridad moral a un hombre que la necesitaba con urgencia. El editorial de New York Times este viernes sentenciaba que “la esperanza de los ciudadanos en un futuro mejor ha sido rehén de sus ataques impetuosos a individuos, instituciones y naciones”.
Así ha sido. Trump ha disparado a golpe de 140 caracteres a Meryl Streep, a la prensa que le criticara, a México y a las empresas que inviertan allí, sin elevar la calidad del discurso hacia ningún lugar. El arranque, por tanto, no fue esperanzador y quedaba escuchar el discurso de toma de posesión para dar por estrenada la presidencia más controvertida en generaciones.
El discurso, sin embargo, no ha augurado gran cosa mejor. El millonario neoyorkino, protagonista de programas de telerrealidad y con negocios en numerosos países del mundo, convirtió su arranque en una exhibición del poder masculino, blanco y privilegiado que le rodea. Demostró que es el mismo que llegó hasta la victoria con sus comentarios racistas, machistas, despectivos hacia el diferente y su proyecto xenófobo de hacer "América más grande".
"Se acabó el tiempo de las palabras huecas", dijo. "Es la hora de la acción".
Los hechos hablarán.
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