Para obtener la vitamina C que le hace falta, no tiene que atiborrarse de naranjas
Los cítricos cosquillean la lengua, refrescan, son sanos y están repletos de vitaminas. Propiedades del pomelo, la naranja, el limón, la mandarina y la lima
En otros tiempos, hace ya mucho, Alejandro Magno y sus chicos guerreros trajeron al Mediterráneo oriental estas frutas, pero se empleaban como remedios cosméticos y medicinales. Los árabes se encargaron más tarde de popularizar el cultivo del limón y, bueno, con el paso de los años apareció (hay muchas teorías al respecto y ninguna definitiva) la naranja dulce, quizás procedente de mercaderes que llegaban de esa otra esquina del Mare Nostrum y de Venecia. El caso es que los cítricos españoles están en plenitud durante el invierno y hay que aprovecharse de sus virtudes.
La naranja tiene el libro de familia más definido: proviene de India, Vietnam y China. Es muy agradable al paladar: dulce y fragante, al principio se utilizaba para usos medicinales y para elaborar perfumes. “Ahora se ha convertido en una de las frutas más consumidas por sus propiedades e intensidad de su dulzor”, explican desde Carrefour. Existen infinidad de variedades (Pérsica, Navel, Salustiana, Cadenera, de Sangre…), pero en España, reina la naranja Valencia, deliciosa y aromática.
El árbol genealógico de la naranja
La historia del pomelo no está tan claro. Dicen que su nacimiento ocurrió cuando una naranja dulce tuvo sus flirteos con un limón. Hacia el siglo XIX se introdujo en Europa: “Hoy en día es de los cítricos más extendidos que, además, aporta muy pocas calorías y es muy rico en vitaminas A, B y C”, apuntan desde Carrefour. Amargo hasta decir basta, es recomendable, tras pelarlo, rasurar al máximo la piel blanca que cubre la carnosa pulpa rosácea y luego zampárselo fresco, en rodajas finas (o en zumo, maravilloso).
La hermana pequeña de la naranja (por el tamaño) es la mandarina, procedente de Asia y cuyo nombre, según teorías, viene del color de los trajes que vestían los mandarines, gobernantes de la antigua China. Aterrizó en Europa hacia el siglo XIX, y es tan fácil de pelar y de comer, que sus gajos repletos de vitamina C se han convertido en un imprescindible en todos los hogares durante el invierno.
Del limón poco se puede descubrir. Su sabor ácido aliña ensaladas (sustituto ideal del aceite y más sano), carnes, sopas… Proviene, claro, de China, donde se considera símbolo de la felicidad y es un complemento idóneo para dar ese toque alegre a muchos zumos. Se hizo famoso por sus cualidades para prevenir el escorbuto en las travesías en barco, y hoy se sabe que sus propiedades antioxidantes son evidentes.
Poco a poco se están descubriendo las virtudes de la lima, y en eso ha tenido mucho que ver el auge y la moda de los gin-tonic. No es un mal comienzo. Más ácida y de piel más verde que el limón, su pulpa es jugosa y dulce, y no se comprende un ceviche sin el toque de esta fruta que procede del sudeste asiático.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.