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Por qué Irina Shayk sí puede machacarse en el gimnasio durante el embarazo y la mayoría de nosotras no

Realizar entrenamientos intensos exige venir muy curtida de antes. Para las famosas no es un problema, pero sí para quienes intentan emularlas sin tener la misma preparación

Bien porque lo documentan en sus redes sociales, bien porque lo evidencia su anatomía, es evidente que muchas famosas no ven razón para dejar de machacarse en el gimnasio cuando están embarazadas. Irina Shayk, la última en anunciar que espera un bebé, ya ha publicado en sus cuentas alguna discreta imagen que lo atestigua; otras, como la modelo Bar Refaeli o la cantante Kelly Rowland, lucieron orgullosas sus barrigas entre pesas y máquinas de entrenamiento. Se sabe que la actriz Megan Fox siguió hasta el final de su último embarazo una estricta rutina de yoga, Pilates, cardio y pesas, mientras que Kim Kardashian era más partidaria de hacer sentadillas y curls de piernas, según reveló su entrenador.

Los ejercicios se extreman en las cuentas de influencers de Instagram vinculadas al fitness, como la entrenadora personal Brittany Perille Yobe (con casi un millón de seguidores en esta red social) o Chontel Duncan, fundadora de una cadena australiana de ejercicios HIIT (High Intensity Interval Training o entrenamiento en intervalos de alta intensidad). ¿Por qué ellas pueden y la mayoría de mujeres no?

La respuesta parece estar en que ellas vienen curtidas de antes. Al menos eso se desprende de un trabajo del doctor Ángel Gutiérrez Sainz, profesor del departamento de Fisiología de la Universidad de Granada. Él y su equipo de investigadores realizaron un seguimiento exhaustivo durante más de un año a la deportista María Luisa Baena, quien, durante su embarazo, se sometió a un entrenamiento deportivo de alta intensidad (atletismo, natación y ejercicios de musculación con pesas). Los resultados del examen (con pruebas de esfuerzo máximo con control de ECG de 12 derivaciones, tomas de tensión arterial, saturación de oxihemoglobina, RPE y lactacidemia, entre otras variables) permiten al doctor Gutiérrez afirmar que “mantener una actividad física intensa durante el embarazo tiene muchos efectos sobre la salud del feto y de la madre, y todos positivos. Cualquier ejercicio que mejore la capacidad aeróbica, el tono muscular y la fuerza es recomendable durante el periodo de gestación”.

La cosa cambia cuando la mujer no ha practicado deporte con anterioridad. En ese caso, lo más aconsejable, según el experto, es que se inicie en el deporte una vez haya dado a luz. Es decir, si su resistencia física no está a la altura, absténgase de imitar a las famosas de Instagram.

Desde el terreno de la psicología también lo desaconsejan. Estas celebrities “son personas para las que el culto al cuerpo es prioritario, tienen tendencia al perfeccionismo y la inflexibilidad, y en su interior puede más la pasión que la razón”, señala Mireia Cabero, profesora de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya. Por eso advierte de que una cosa es admirar sus fotos y vídeos y otra intentar emularlas. “Cuando las decisiones propias vitales se ven sometidas a las sugerencias de la persona admirada, estaríamos ante los síntomas que revelarían una conducta preocupante”.

Estas serían, por tanto, las líneas maestras de lo que se puede hacer y lo que no, y el efecto de cada disciplina en el embarazo:

HIIT

En 2015, investigadores noruegos investigaron la influencia de esta técnica de entrenamiento en el embarazo, aunque solo en ratones. Concluyeron que esta clase de ejercicios no tiene un efecto negativo en la función cardiaca de la madre ni en el crecimiento del feto, aunque descubrieron que en estos se alteraban algunos genes relacionados con el estrés oxidativo en el corazón y el hígado, lo que indicaba que se activaban ciertos mecanismos de defensa. Como comenta el profesor Gutiérrez, póngase a ello solo si lo ha practicado anteriormente con regularidad.

Entrenamientos de intensidad media-alta

Investigadores de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) realizaron un seguimiento a 80 mujeres, durante las semanas 14 a 25 de su embarazo, que practicaban ejercicios de resistencia que iban de moderados a vigorosos, dos días a la semana durante una hora. Concluyeron que no tenía un impacto negativo en el desarrollo del feto, ni provocaba alteraciones en cuanto a dolor o presión sanguínea.

Las madres que practican ejercicios intensos (aunque no tanto como los HIIT) tienen bebés que pesan más, aunque por otra parte se previene la macrosomia (un peso excesivo). Es lo que determina un estudio publicado en 2013 por investigadores de Serbia y Croacia, en el que además se señala que el ejercicio ligeramente por debajo de la máxima intensidad previene la diabetes gestacional. En la misma línea se halla una revisión de la literatura científica realizada por la pediatra Tiffany Field, de la Universidad de Miami (EE UU), en la que se afirma que “una rutina de ejercicios moderada aumenta positivamente el peso del bebé al nacer, pero solo si el ejercicio se reduce durante la fase final del embarazo”. Otro estudio, de la Universidad de Columbia, en Nueva York (EE UU), cuantificó en 300 gramos el aumento de peso del bebé al nacer cuando la madre había practicado ejercicios intensos durante el embarazo.

Entrenamientos de baja intensidad y yoga

El estudio antes citado de la doctora Field también encontró que “ejercicios de baja intensidad como el aeróbic acuático alivian el dolor lumbar más que los deportes de impacto. Quienes practican yoga tienen la tensión y el ritmo cardiaco más bajos que quienes caminan”.

‘Running’ y bicicleta

El running es otra modalidad en la que el bagaje marca la diferencia. Para el profesor Gutiérrez, una corredora habitual podría seguir practicándolo hasta las últimas seis o cuatro semanas de embarazo (“a fin de evitar cualquier impacto”, indica); una neófita debería descartarlo desde el día uno. “Una corredora experimentada ya ha realizado los ajustes musculares necesarios en el abdomen y suelo pélvico para mantener protegido al bebé”, dice. Una persona sedentaria que no ha corrido jamás y que se encuentra en sus primeras semanas de embarazo, "tardaría en ponerse en forma los mismos meses que dura la gestación", asegura el experto.

Entonces, ¿qué pasaría si una futura mamá ignorara este consejo? “Con cada zancada la cabeza del bebé impactaría en el anillo óseo pélvico de la gestante, ya que el feto está encajado en una estructura rígida y no disfruta de la hamaca natural que conforma el abdomen de los animales a cuatro patas y que le acuna durante todo el período de gestación", argumenta el profesor. Eso no significa que haya que quedarse tirada en el sofá. "Si no está acostumbrada a correr, bastaría con practicar marcha rápida, ejercicios de fuerza o ejercicios aeróbicos como nadar, ir en bicicleta o elíptica", sugiere Gutiérrez. Para el especialista, los paseos en bicicleta estarían indicados hasta la semana 28, “sustituyéndola después por la bici estática hasta la semana 36, y, a partir del segundo trimestre, la práctica del yoga y el tai-chi-chuan".

Deportes de contacto y aventura

Hay que evitarlos a toda costa. “Son aquellos con riesgo de caídas, deportes de aventura, de combate, esquí náutico o alpino, jockey, rugby, submarinismo y todas aquellas actividades de riesgo por los traumatismos, más que por razones de tipo fisiológico", según el profesor Gutiérrez.

En definitiva, el profesor de Fisiología insiste en que “en una mujer sana hay pocas contraindicaciones cuando se queda embarazada. Aunque hay que distinguir entre contraindicaciones absolutas, como infecciones agudas recientes, enfermedades cardíacas, trombosis, incompetencia del cuello uterino, embarazo múltiple o hemorragia genital, y las relativas, como la hipertensión esencial, arritmias, historias de RCIU (Restricción del Crecimiento Intrauterino), abortos, enfermedad tiroidea, obesidad o delgadez extrema, entre otros”. Otra cosa es pretender seguir el ejemplo de famosas muy en forma y deportistas ultraentrenadas: en tal caso, déjelo para más tarde.

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