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El punto nórdico

César Lucadamo

UN ANTIGUO proverbio dice que “la lana es el oro de las islas Feroe”. Pero en 1998, cuando Gudrun Ludvig volvió a casa tras una larga temporada estudiando y trabajando en Dinamarca, descubrió con horror que la industria local había tocado fondo: la lana áspera y resistente al agua que había abrigado a los feroeses durante generaciones se quemaba después de sacrificar al animal. Los precios eran tan bajos que no merecía la pena procesarla. “Yo no sabía tejer, pero era diseñadora y me propuse hacer lo posible para utilizar nuestra fantástica materia prima”, explica Ludvig. Gudrun Rógvadóttir, otra feroesa que vivía en Copenhague, se enteró de sus intenciones por un periódico local y le propuso sumar esfuerzos. Gudrun & Gudrun nacía en 2002

En sus colecciones, Gudrun & Gudrun combina diseños tradicionales y contemporáneos. “Los primeros son una concesión a nuestra historia. En las islas Feroe, las mujeres de los pescadores tejían a sus maridos jerséis con motivos personalizados; así, cuando iban a esperarlos al puerto, enseguida los reconocían desde la distancia”, señala. “Y los segundos son una apuesta más innovadora, con cortes arriesgados y colores vibrantes”. Estos últimos son los que más seducen a los japoneses, uno de sus mercados más importantes junto con Italia y Reino Unido.

Gudrun Ludvig, una de las fundadoras y encargada de los diseños de la marca.

En la tienda de la firma en Tórshvan, la capital de las islas Feroe, Ludvig explica que todo –jerséis, chaquetas, vestidos, gorros, calcetines– está tejido a mano con lana orgánica. Al principio solo utilizaban los ásperos ovillos de las más de 75.000 ovejas feroesas que pastan en libertad por los prados del archipiélago, pero con el tiempo incorporaron materia prima de Perú y Jordania. “Nos vimos obligados a crecer”, aduce con modestia.

En 2006, tras la presentación de su nueva colección en Copenhague, recibieron un pedido de una estilista que ultimaba el vestuario de una serie que pronto se estrenaría con rotundo éxito en la televisión danesa: Forbrydelsen, que internacionalmente se conocería con el título de The Killing (el mismo de su adaptación estado­unidense). Su protagonista, la taciturna detective Sarah Lund, lució distintos modelos de jerséis de Gudrun & Gudrun durante las tres temporadas de la producción. “Y eso supuso una campaña de publicidad tremenda. De repente, nos puso en el mapa a nosotras y a las islas. Nos reportó muchísimos pedidos mientras se emitía en Dinamarca y en Reino Unido”, relata con expresión de alivio. “Afortunadamente, ya han pasado varios años. Fue una auténtica locura”.

Gudrun & Gudrun empezó utilizando lana feroesa, pero hoy trabaja también con materia prima de Perú y Jordania.

Ludvig vive en Tórshvan –su socia, encargada de la parte comercial, reside en Copenhague con su familia– y no cambiaría por nada la quietud y el “maravilloso” aislamiento que le ofrecen las islas. “Viajo a menudo a Tokio, a Nueva York, a Copenhague, a Londres, pero después de cinco días necesito regresar. No sabría hacer lo que hago en una metrópoli tan frenética”. Reparte su tiempo entre la tienda, un destino ahora obligado en el itinerario de todo viajero, y el taller de confección que están a punto de estrenar. El situado encima de su boutique se les ha quedado pequeño. Hoy están en plena mudanza y un caos de ovillos de todos los colores adorna estanterías, mesas, suelos. “Hacemos tan solo una colección al año. No queremos someternos a las prisas de la industria de la moda. Contamos con un equipo de 30 tejedoras aquí en las Feroe y colaboramos también con una treintena de mujeres en Perú y Jordania. En parte nuestra misión consiste en no dejarnos arrastrar por la rapidez. Tenemos tienda online y hay que hacer mucha pedagogía para que los clientes entiendan que nuestras prendas están hechas a mano y a veces no van a poder recibirlas en 24 horas”. Además, sus jerséis, al menos los tejidos exclusivamente con lana feroesa, están concebidos para la eternidad: “La lana de nuestras ovejas tiene una gran cantidad de lanolina y eso hace que sean extremadamente resistentes. ¡Basta con lavarlos una vez al año!”.

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