_
_
_
_
_

La familia no es lo más importante

lola beltrán
Íñigo Domínguez

EL 30 de noviembre, el Giornale di Sicilia publicó una esquela de Francesco Messina Denaro, capo mafioso fallecido en 1998. Era de esperar, sucede en cada aniversario. Lo firman “tus seres queridos” y se supone que la paga su hijo, Matteo Messina Denaro, 54 años, número uno de Cosa Nostra. Lleva en búsqueda y captura desde 1993, y sus primeros años de fuga los pasó con su padre, hasta que este falleció de muerte natural. Un privilegio en la Mafia, oficio con alta siniestralidad laboral. Su hijo le puso elegante y le dejó abandonado en el campo, cerca de su pueblo, Castelvetrano, para el funeral. Desde entonces no se olvida nunca de poner la esquela, esté donde esté, que no se sabe dónde es. Al principio eran vistosas, hasta con citas del Eclesiastés: “Es tiempo de nacer y es tiempo de morir, pero solo vuela aquel que quiere y tu vuelo ha sido por siempre sublime”. Últimamente son parcas, y este año había cierta expectación a ver si se publicaba, porque se dice que también su hijo puede estar muerto.

Lo anunció en verano un abogado de la familia en un juicio, uno de los púlpitos donde a veces los clanes lanzan sus mensajes. Procesaban a un sobrino del capo por integrar la red de apoyo del famoso fugitivo: “Hay informes que indican que Messina Denaro está muerto desde hace años y otros lo sitúan en Caracas”. Luego aclaró a la prensa: “Solo he hecho un razonamiento. Dadme la prueba de que está vivo, porque condenar al sobrino por ayudar a su tío, sin saber si está vivo, me parece absurdo”. Al tribunal no se lo pareció y confirmó la condena de 16 años de cárcel.

Acercarse a la ley es un deshonor en la mafia. Su sentido del honor es otro y la familia tiene obligaciones.

Obviamente, tratándose de cosas de la Mafia, no queda nada claro lo que quiere decir que está muerto. Si va en serio o es un despiste, si es literal o figurado. Como referencia, la última vez que un abogado de un capo dijo eso fue el de Bernardo Provenzano en 2006, que llevaba 43 años fugado. Anunció su muerte y lo arrestaron a la semana. Al escribir estas líneas no han detenido a Messina Denaro, pero se sigue hablando mucho de él en Italia. Hay 160 agentes dedicados a pillarle, algo inminente desde hace años.

Las explicaciones del letrado apuntan a una posible motivación: a la familia le conviene hacer creer que el capo está muerto. O quizá es al revés: a la Cosa Nostra le interesa mantenerlo vivo, aunque esté muerto. Hay más lecturas: puede querer decir que ya no manda, o que en su familia no quieren que mande, o que otros mafiosos han decidido que no lo haga, o que precisamente a todos ellos les interesa hacer creer que no manda. O que, como insinuó el abogado, no está ni en Italia y ha abandonado su territorio, una señal de debilidad. En algunas escuchas se han oído críticas de mafiosos hacia Messina Denaro, dentro de un cuadro de autoridad inestable en la Mafia siciliana.

Los rumores sobre su muerte no son nuevos, surgen de vez en cuando, pero no desde la familia. Y precisamente en ella están ocurriendo cosas nunca vistas: algunos parientes se han opuesto a él públicamente y, lo que es inédito, luego no han salido corriendo. Hasta hoy lo primero que hace la familia de un arrepentido es abandonar su hogar, de noche y a toda prisa, y desaparecer en el programa de protección de testigos. Es la señal de que un mafioso se ha pasado al otro lado. Pero los parientes de Lorenzo Cimarosa, condenado a cinco años por ayudar en la fuga de Messina Denaro y que ahora colabora con la justicia, no lo han hecho. Sigue en Castelvetrano.

Hasta hoy lo primero que hace la familia de un arrepentido es abandonar su hogar, de noche y a toda prisa.

El primero que dio el paso, el año pasado, fue su hijo, Giuseppe Cimarosa, 33 años. Su madre es prima del capo. Tiene un centro de equitación en el pueblo. Una vez estuve con él. Uno siempre se acerca a estos personajes con cautela, no sabes si son sinceros o te pueden liar en una farsa. Él era muy consciente de que su primer obs­táculo era ese, convencer al otro de su buena fe, al margen del mayor, naturalmente: que le peguen un tiro. Es diabólico, pero el hecho de que no ocurriera no le ayudaba a ser creído. Y tampoco el hecho de que no huyera. “Hemos elegido ser libres. No somos nosotros los que tenemos que escapar, no hemos hecho nada. Es nuestro pueblo, son los mafiosos los que se tienen que ir”, insistía. Y tenía razón. Recibió amenazas. Su mejor caballo murió de repente, de un extraño cólico fulminante. Y se llamaba Lorenzo, como su padre. Muchos de sus alumnos de hípica no volvieron. De pronto dejó de ver a familiares, amigos, vecinos, clientes. Desaparecieron. Aunque a cambio llegaron otros que se pusieron de su parte. Y él ha seguido dando entrevistas sin callarse. Para él la familia ya no es lo más importante, una famosa frase de El Padrino que, por cierto, nadie dice en la película.

Hay que comprender lo que significa esto en un pueblo como Castelvetrano, 30.000 habitantes, que vive sometido por un fantasma, el de Messina Denaro. También Giuseppe Cimarosa creció oyendo hablar de esa presencia que infundía temor y reverencia. Nunca lo ha visto, pero en casa era una misteriosa autoridad que condicionaba sus vidas. Su madre, Rosa Filardo, lo tuvo delante por última vez en su boda, hace 35 años. Se les ve juntos en una foto de ese día, una de las pocas que se conocen del capo. Ahora no se sabe ni la cara que tiene. La familia, como otros parientes, ha tenido que ayudar, sufragar la huida del ilustre pariente. “Ni siquiera te lo piden, es automático”, ha confesado Filardo. Es el orden natural de las cosas. Hasta que se hartaron. Esta mujer apareció el pasado 23 de octubre en televisión a dar la cara y decirlo, en el canal RAI 1.

Ya fue un escándalo en su día que estudiara, siendo mujer en ese ambiente, para ser enfermera. También Lorenzo, cuando era su novio, quería ser agente de la Guardia di Finanza, pero la familia de ella se lo prohibió, es una afrenta en Cosa Nostra: o eso o la chica. Eligió la chica. Que venía con todo el paquete mafioso incluido. Y él acabó como acabó. A ella le pusieron un mote despectivo, femmina di caserma, mujer de comisaría, porque una vez se le ocurrió ir a poner una denuncia por un problema con un alquiler. Acercarse a la ley es un deshonor en la Mafia. Su sentido del honor es otro y la familia tiene unas obligaciones. Ahí está el tío Mimmo, Domenico Scimonelli, detenido como correo de Messina Denaro. Utilizaba un buen sistema para moverse con los papelitos del capo: iba a buscar a su sobrina, los escondía en sus bolsillos, sabiendo que no la registrarían, y se la llevaba de paseo a tomar un helado. Con cinco años y sin saberlo, y sus padres tampoco, ya ayudaba en casa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_