Una ‘app’ acelera el control del chagas
El control en tiempo real de la aparición de los insectos transmisores permite avanzar en Bolivia
La tecnología no sirve de nada sin que la comunidad se involucre. Porque la aplicación funciona así: en el corazón de Cochabamba, en una zona rural de la provincia de Narciso Campero, con un 40% de la población afectada por el mal de Chagas, una mujer corre y da la alerta: “¡Vinchuca, vinchuca!”. Es el insecto, el vector, la principal fuente de transmisión del chagas. La tecnología viene después.
Catalogada por la OMS entre las 17 enfermedades tropicales olvidadas, el chagas afecta a más de seis millones de personas, y algo más de un millón de ellas se encuentra en Bolivia. No hay vacuna, solo dos tratamientos anticuados pero efectivos, sobre todo en niños y jóvenes. También en adultos, pero solo si se aplican a tiempo, antes de que se generen daños irreversibles en el corazón o el aparato digestivo. El tiempo corre en contra de, al menos, el 30% de los afectados.
La vinchuca que encontró la mujer en esta zona se había colado en una grieta. Las paredes de muchas construcciones en la región aún son de adobe. Es decir, el escondite ideal para este insecto de la familia de los triatominos. La vinchuca espera a que caiga la noche para picar a sus víctimas, cuando estas duermen. Al principio, hace miles de años, solo afectaba a los animales silvestres, pero luego hizo de los animales domésticos y de los seres humanos parte de su reservorio. Endémica en América Latina, la enfermedad ya ha viajado a otros países como Estados Unidos o España, los dos países no endémicos con mayor número de casos.
Tras más de 15 años de trabajo con pacientes de Chagas, en coordinación con las autoridades sanitarias en zonas rurales de Bolivia, Médicos Sin Fronteras cierra su misión tras compartir un modelo de atención integral. En los últimos años, la organización ha comprobado con la aplicación móvil de código abierto eMOCHA que se puede controlar en tiempo real la presencia del insecto y la respuesta que se da. Es una tecnología barata, pero se necesitan aunar voluntades y recursos para hacerlo posible a nivel nacional, según MSF.
Desarrollado por un equipo de la universidad Johns Hopkins, eMOCHA (Electronic Mobile Open-source Comprehensive Health Application), tiene un nombre muy enrevesado para una aplicación que necesita de la participación comunitaria para que sea efectiva plenamente.
Tras el aviso de la mujer, un líder de la comunidad avisa mediante un sencillo SMS a un sistema central de información. Casi de inmediato se activa el protocolo y se programa la visita de un técnico de control vectorial para rociar la casa. En este caso, es Humberto Castellón el que llega. Castellón recopila los datos en la aplicación de su smartphone. Estos se reciben en una plataforma web que permite observar y vigilar en tiempo real la presencia del vector y las acciones de respuesta que se llevan a cabo. Antes, recuerda el técnico, el proceso era muy lento. Debían rellenarse formularios por escrito que luego tardaban en llegar a los centros de referencia. “Muchas veces ni siquiera llegaban. Y se podía tardar hasta un mes en ir a hacer el rociado”.
“Solo el 10% de los infectados en Bolivia recibe tratamiento”
Al no existir vacuna contra la enfermedad, es indispensable el control del vector, al igual que el de otras formas de transmisión, como la de madre a hijo o mediante transfusiones de sangre y trasplantes de órganos. Pero durante los últimos años, las labores de fumigación y la mejora de viviendas han dado sus frutos. Por ejemplo, en la última década la presencia del vector en esta zona de Cochabamba se ha reducido del 30% al 3%. Por eso, los avances en tecnologías de eSalud pueden acelerar el proceso y no permitir que se retroceda en los logros obtenidos.
En muchos casos, la lucha consiste en ganarle tiempo al avance de la infección. Y aún queda mucho por hacer, alerta Nicolás Gildersleeve, coordinador general de MSF en Bolivia: “Solo el 10% de las personas infectadas en Bolivia han recibido tratamiento. El programa debe cumplir su objetivo de aumentar ese porcentaje para 2020. Y si bien el tratamiento está cubierto por el programa nacional, no así el de las complicaciones de la enfermedad, incluido el implante de marcapasos, lo que requiere más recursos”.
Antes del cierre de su trabajo sobre el chagas, MSF compartirá con los agentes de salud de Bolivia un manual de manejo integral de la enfermedad que recoge la experiencia de la organización en los cuatro componentes más básicos: actividades de IEC (información, educación y comunicación), control vectorial, diagnóstico y tratamiento. MSF también ha trabajado en otros países afectados como Nicaragua, Guatemala o Colombia.
“Con mayor voluntad política e inversión de recursos se podrían lograr más avances en la lucha contra la enfermedad. Prueba de esto son los logros en el control del vector. Lo mismo debería pasar ahora, para ampliarla la cobertura del tratamiento”.
Bolivia iniciará el próximo año una campaña de sensibilización sobre el tratamiento de Chagas, con la ayuda de la Coalición Global de Chagas. La movilización comunitaria que se necesita para que el eMOCHA funcione empieza con la alerta activa de los vecinos afectados. Falta que otros no ignoren a los pacientes para que el Chagas deje de estar entre las enfermedades olvidadas y sus víctimas entre los pacientes olvidados.
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