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Tribuna
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Tras la victoria de Trump

Ya hay indicios de cómo será la política respecto al mundo del nuevo presidente de EE UU

Donald Trump el pasado miércoles en  Palm Beach, Florida.
Donald Trump el pasado miércoles en Palm Beach, Florida.JIM WATSON (AFP)

No es fácil predecir qué va a significar para el resto del mundo la victoria de Donald Trump, el primer presidente de EE UU sin experiencia previa en las fuerzas armadas ni el Gobierno. Pero existen ya varios indicios. He aquí cuatro.

Las relaciones transatlánticas, muy tensas desde hace tiempo, tienen ante sí serios problemas. Piensen en la felicitación pública que hizo la canciller Angela Merkel a Trump tras su victoria: “Alemania y Estados Unidos están unidos por los valores de la democracia, la libertad y el respeto a la ley y la dignidad de la persona, independientemente de su origen, color de piel, sexo, orientación sexual u opiniones políticas. Ofrezco al próximo presidente de Estados Unidos una cooperación estrecha basada en estos valores”. En otras palabras, señor Trump, renuncie a la mitad de lo que dijo cuando era candidato y nos llevaremos bien.

Merkel tiene buenos motivos para dudar sobre el compromiso de Trump con los valores transatlánticos, dado el impulso que ha supuesto para los populistas xenófobos y antieuropeístas de Gran Bretaña, Francia, Italia y muchos más países. Además, sus comentarios conciliadores respecto a la Rusia de Putin atemorizan a mucha gente en Europa central y del este y hacen que los miembros de la OTAN se pregunten si va a mantener su compromiso con la alianza y sus objetivos.

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En el Pacífico la situación es más ambigua. Varios países del sudeste asiático, como Filipinas y Malasia, ya están esforzándose más en congraciarse con China. Las alianzas de Estados Unidos con Japón, Corea del Sur, India, Australia y otros países se basan más en los intereses comerciales y de seguridad que en los valores democráticos. Todos están preocupados por la expansión de China. La retórica de campaña de Trump y la composición del equipo que está formando indican la posición más dura de todos los presidentes norteamericanos en los últimos 50 años.

El japonés Shinzo Abe cree, con razón, que ahora surgen nuevas oportunidades. La actitud favorable del presidente electo hacia Putin abrirá al primer ministro japonés la posibilidad de dialogar con Rusia para intentar recuperar las islas perdidas durante la II Guerra Mundial. La zona más conflictiva de Asia en los próximos años va a ser Corea del Norte, cada vez más cerca de tener una capacidad militar que constituye una amenaza directa contra EE UU, y eso reforzará las relaciones con Japón y Corea del Sur, aunque estos dos países tengan que pagar un alto precio. Sobre las relaciones entre Washington y Pekín es posible que Trump presione mucho en aspectos comerciales y que sus críticas indignen a los halcones chinos. Pero las autoridades del país asiático saben que los derechos humanos y reformas le importan menos que a sus predecesores.

En Oriente Próximo habrá un deterioro aún mayor de la relación con los aliados tradicionales en el Golfo, en especial Arabia Saudí. Tampoco tranquilizará a los saudíes ver que Trump seguramente acabará olvidándose de sus promesas de romper el acuerdo sobre Irán. La relación sufrirá, además, por la apertura hacia Putin, aliado de Irán y del sirio Bachar el Asad. Es decir, podemos prever una rivalidad más intensa entre Arabia Saudí e Irán, origen de gran parte de la agitación regional.

Menos claras están las consecuencias de la victoria de Trump en Latinoamérica, que ya estaba apartándose del dominio de la izquierda. Hay una excepción fundamental. La nueva situación impulsará a la izquierda en México, en concreto a Andrés Manuel López Obrador. La victoria de Trump, sus insultos contra los inmigrantes mexicanos, su promesa de construir un muro en la frontera y obligar a México a costearlo, sus amenazas —sinceras o no— de imponer pesados aranceles a los productos mexicanos que entran en EE UU y de renegociar el Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio, así como su promesa de expulsar a millones de mexicanos que viven de forma ilegal en EE UU, han transformado las relaciones entre los dos países. El Gobierno mexicano tendrá que hacer numerosas concesiones, porque México envía el 80% de sus exportaciones y recibe el 60% del país vecino. López Obrador, brillante populista, está obteniendo ya apoyos para presentarse como candidato a la presidencia en 2018, con sus críticas a la debilidad del Gobierno ante las presiones de un presidente estadounidense detestado en todo el país.

Ian Bremmer preside Eurasia Group y es autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World. @ianbremmer.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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