“Si el productor de cacao no vive bien, el chocolate desaparecerá”
Marc Medina Serrahima representa a una empresa familiar catalana, SIDCAO, que se implica directamente en la mejora de las condiciones de vida de los plantadores en Costa de Marfil
Marc Medina Serrahima (Barcelona, 1970) llegó a Costa de Marfil a finales de 2012, poco después de que terminara la última guerra, cuyo balance estimado por la ONU es de 3.000 muertos. Se instaló en el país africano de forma definitiva a principios del año siguiente. y recuerda que algún kalashnikov le paró por la carretera, que el ambiente asustaba y no daban ganas de quedarse en la que fuera la tierra más próspera, acogedora y atractiva de África occidental en los 70. “Se ha dado una evolución en lo que se refiere a la tranquilidad y ahora no sientes nada la inseguridad”, puntualiza por Skype. “Y también hay estabilidad. Ves que todo empieza a funcionar. Ojalá dure”.
Marc habla desde la oficina de SIDCAO, la empresa que dirige, en el puerto autónomo de Abiyán, la capital económica del país. Allí recibe camiones cargados con sacas de cacao procedentes del oeste y centro del país, que luego procesan, limpian y convierten en manteca de cacao. Precisa que la marca de bombonería y chocolate de alta gama Sampaka forma parte del mismo grupo industrial familiar al que pertenece SIDCAO, Nederland, propiedad de la familia Rius y originario de Barcelona. Sampaka ha decidido implicarse en una acción de responsabilidad social a través de SIDCAO y mejorar la vida de los agricultores de una de las zonas más castigadas por la inestabilidad y la violencia en el país, Duekoué, un enclave agrícola en el camino a Liberia. Allí se produjo la peor masacre de la última guerra, con un número indeterminado de muertos aun descomponiéndose ocultos en pozos y fosas comunes. Allí comenzó también la construcción de un colegio en este mes de octubre. Una escuela de primaria que, además, ejercerá de centro de alfabetización de adultos y de formación profesional para los trabajadores del cacao.
Pregunta. ¿Qué hace SIDCAO en Costa de Marfil?
Respuesta. SIDCAO lleva implantado aquí, en Costa de Marfil, ocho años. Nosotros empezamos como clientes, luego entramos como socios y al final tuvimos que coger la empresa como propietarios, al cien por cien, por temas de gestión. Nuestra materia prima es lo que se denomina brisures, fragmentos de cacao, o cacao de hors norme, que no cumple con la calidad para ser exportado. Al comprar esos residuos de cacao, conseguimos varias cosas: le das a un producto un valor que no tenía antes, mejoras la calidad del cacao porque así no se mezclan estos residuos con el resto, y además extraemos manteca.
En el fondo, se ha dado valor a un desecho aunque, en realidad, la palabra desecho no es exacta. Es cacao roto. El proceso de trabajo de SIDCAO se basa en transformar esta materia primera para extraer la manteca de cacao y, después de ser tratada en Barcelona, comercializarla en los sectores de cosmética y farmacia. Tenemos una red de proveedores y llegamos ya directamente a gran parte de los plantadores. Una cosa muy positiva es que todo está muy repartido: hay 800.000 plantadores. Y como no puedo ir a un pequeño productor, es necesario que se organicen en cooperativas para defender sus intereses. Se juntan varios y cuando consiguen un mínimo de producto, que es la carga de un camión, 20 ó 30 toneladas, nos lo envían, se pesa y se paga al momento.
P. ¿Cuál es la vertiente social del trabajo que hacen en Costa de Marfil?
R. La parte empresarial aporta trabajo y mejora, modestamente, la situación del país. La parte social es un acuerdo con una cooperativa para hacer una escuela y para intentar que su cacao sea reconocido para que llegue directamente a Europa, sin intermediarios. Como dentro del grupo tenemos la marca Sampaka, de venta directa al consumidor, la hemos utilizado para implicarla en estos temas sociales. Encontramos una cooperativa de plantadores en Duekoué que se esfuerza muchísimo en cultivar muy buen cacao y aplica de manera impecable el proceso de recolecta, fermentación y secado, consiguiendo una calidad excelente. Hemos ido allá para preguntarles cuáles eran sus necesidades reales, porque a veces estás en España y piensas que hay una carencia y llegas aquí y es otra. Cada año vemos lo que falta en la zona: agua corriente o electricidad, por ejemplo, que ahora llegan.
La idea es que la escuela de primaria que construyan y apoyen se integre en el sistema educativo público
Y hemos decidido comenzar con el proyecto de la escuela. Queremos implantar un modelo intensivo. Que por las tardes se utilice para alfabetización de adultos y que también sirva para la formación profesional de la gente del sector del cacao. Utilizar la infraestructura lo máximo posible para ayudar a la población. Trabajamos con el Ministerio de Educación para que esta escuela se integre en el sistema oficial de enseñanza. Hacemos la donación, ayudamos en la gestión, si hace falta pagamos los profesores en el primer año, pero después formará parte del sistema público educativo marfileño y así nos aseguramos una sostenibilidad y durabilidad del proyecto. Ya hay un acuerdo con la cooperativa y se ha planteado ante el Consejo Café Cacao. El 1 de octubre comienzó la nueva campaña del cacao y Albert Rius, CEO de Sampaka y parte de la tercera generación de la familia Rius, vino desde Barcelona para participar en los actos de campaña y también para empezar a dar forma al proyecto y ejecutarlo. Puede ser que la construcción arranque este mes. Ya se están discutiendo presupuestos y se puso la primera piedra física y legalmente.
P. ¿Cuál es el papel del cacao en la economía marfileña?
R. El cacao representa el 20 % del productor interior bruto de Costa de Marfil. El país depende totalmente del cacao.
P. Los informes sobre el sector hablan de un envejecimiento del sector, del éxodo rural y de las dificultades de los muchos pequeños agricultores para sobrevivir.
R. La gente joven se va desde las plantaciones a la ciudad, aunque cuando yo he estado en ellas creo que hay mucha más calidad de vida en los campamentos y pueblos que en las barriadas de Yopougon o Abobo o Adjamé, en Abiyán. Es algo que pasa en todas partes. La gente tira más a la ciudad que al pueblo y pierdes calidad de vida. Pero te atrae la ciudad porque escuchas que alguien cobra un sueldo asegurado en la fábrica, por ejemplo. En el campo, se intenta que haya dispensarios, que cada vez estén un poco mejor. Se busca que el plantador reciba el 60 % del precio del mercado internacional. Ahora mismo está cobrando 1.500 euros por tonelada. Es un precio correcto. Creo que las cooperativas de plantadores están animadas, porque lo normal es que cada uno de ellos tenga cuatro o cinco hectáreas y pueda producir unos 700 kilos por hectárea y mover unos 5.000 ó 6.000 euros en cada colecta. En total, unos 15.000 euros al año. Esto es un ingreso importante. Las empresas chocolateras se está implicando cada vez más, el Consejo de Café Cacao también. Al final, ya no de modo altruista, sino de modo interesado, hay que ser conscientes de que el mundo del chocolate necesita un plantador. Y de que si el productor no vive, esto acabará desapareciendo.
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