_
_
_
_
_

Astronaves en Argentina

Entrada al cementerio de Azul, 
un municipio de la provincia 
de Buenos Aires.
Entrada al cementerio de Azul, un municipio de la provincia de Buenos Aires. Enrico Fantoni

SALDUNGARAY ES un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, a unos 550 ki­­lómetros al suroeste de la capital. Tiene solo 1.350 habitantes y un trazado urbano compuesto por una docena de calles, con apenas una avenida. Sin embargo, el portal de su modesto cementerio, situado al costado de la ruta de acceso al pueblo, posee una monumentalidad digna más bien de una metrópolis: enmarcada en una hipertrófica rueda de unos 15 metros de diámetro, una enorme cruz de cemento con una sufrida cabeza de Cristo en el centro de sus brazos se eleva imponente sobre la entrada. La escala del monumento es totalmente desproporcionada respecto al entorno, causando en el ocasional visitante asombro y fascinación a la vez

Exactamente los sentimientos que su creador, Francisco Salamone, un arquitecto de origen italiano que llegó a Argentina siendo un niño, buscaba despertar en los habitantes de Saldungaray cuando lo diseñó, en el año 1938. Encargado por el entonces gobernador Manuel Fresco, un político conservador admirador del fascismo italiano, para modernizar la inmensa provincia de Buenos Aires, Salamone proyectó y realizó en apenas cuatro años, entre 1936 y 1940, más de sesenta edificios públicos –ayuntamientos, mataderos y cementerios en su gran mayoría– desparramados por un territorio de 300.000 kilómetros cuadrados que el arquitecto recorría en una avioneta puesta a su disposición.

Portal del cementerio de Saldungaray, con una descomunal cruz.pulsa en la fotoPortal del cementerio de Saldungaray, con una descomunal cruz.

Sus ayuntamientos, con asombrosas torres de hasta treinta metros, dominaban pueblos compuestos enteramente por casas bajas, encarnando el poder central del Estado que el gobernador Fresco quería reafirmar; sus mataderos eran símbolos de eficiencia y expresión de la proyección exportadora de una economía pujante; sus cementerios —los de Azul y Laprida son particu­larmente notables— exhibían la cara de una religión aterradora y aplastante. El conjunto de su obra, realizada en un estilo monumental (y un poco bizarro) y empleando técnicas constructivas inéditas basadas en la utilización masiva del hormigón armado, compone uno de los legados arquitectónicos más interesantes y menos conocidos de Argentina.

Sin embargo, tras la caída en desgracia de su patrocinador político, también la estrella de su arquitecto preferido declinó rápidamente: Salamone se retiró en la capital, donde solo proyectó otros dos edificios antes de su muerte, en 1959. Tras varias décadas en el olvido, su obra se ha revisitado en los últimos años. Y, recientemente, ha sido declarado personalidad destacada de la cultura por el Gobierno de la provincia de Buenos Aires. Los seguidores que recorren la Ruta de Salamone aumentan cada año.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_