Querido Fermín Romero de Torres
TODAVÍA RECUERDO aquel día que nos encontramos camino del Cementerio de los Libros Olvidados. Corría el año 1999 y mi alter ego Julian Carax y yo diseñábamos la escenografía de una Barcelona de tinieblas. Hacía unos días Carax había puesto un anuncio en El Correo de la Fábula, rotativo predilecto de los personajes en busca de papel, que rezaba: “Se busca superhéroe capaz de mantener el tipo en tiempos de contumaz papanatería. Salario modesto, sugus sin límite y oportunidades de hilar verbo fino y robarle escenas al niñato del protagonista”. Y allí se nos presentó usted, genio y figura, y sobre todo nariz. Traía cara de hambre carcelaria y ganas de dar guerra. Aquel fue el inicio de una larga amistad y una relación profesional que nos ha unido más de 15 años. Le prometí que empezaría de secundario estrella en la primera entrega de nuestro laberinto de historias, La sombra del viento, y que luego chuparía banquillo en la segunda, El juego del ángel (cosa que le alivió, porque me confesó que el gótico subido le alteraba la presión arterial), pero que para la tercera, El prisionero del cielo, sería usted el protagonista. Primo uomo. Recuerdo que me dijo entonces que si hacía falta se desnudaba lo exigiera o no el guion, sobre todo si le escribía escenas picantes en buena compañía. Le dije que no haría falta, pero se ofreció a cincelar esa musculatura en perpetuo estado de promesa a base de una dieta de salmorejo con tropezones de ibérico, rabo de toro y finos caldos de Rioja si me avenía a darle un adelanto. Sé que, en el fondo, esperaba usted, como Carax, Daniel, Bea y el resto del reparto, el gran final. La apoteosis. ¿Para cuándo la cuarta parte, jefe? ¿Para cuándo El laberinto de los espíritus?, me preguntaba todos los días al caer el telón. Y yo le decía lo de siempre, que Carax estaba trabajando en ello, pero que había que esperar. Y esperó usted. Esperó, sospecho, porque sabía que era el único modo de volver a encontrarse con nuestra Alicia en la Barcelona de las Tinieblas. Alicia Gris, nuestro angelito de las sombras a quien usted y yo tanto debemos y de quien nunca ya nada ni nadie nos podrá separar.
Es por eso que, 15 años después del estreno, me alegra poder darle al fin la buena noticia. Se acabó la espera. Carax, creo, se ha superado a sí mismo y nos ha entregado la historia que siempre soñamos y a la que conducían todos los hilos de la madeja. Nuestro gran final. Suyo, mío y, por qué no, de los lectores que nos han acompañado con tanta paciencia y generosidad en esta aventura a través del mundo de los libros. Alicia le recuerda que se ponga guapo, que vamos de estreno y que esta vez vamos a darlo todo. Y que es usted su superhéroe y siempre lo será. Me dispongo a prender las luces del gran decorado del Cementerio de los Libros Olvidados por última vez. Suena la música, se oscurece el patio de butacas y empieza la función. Alicia espera entre bambalinas, lista para su primer plano. Yo no sé usted, amigo mío, pero yo estoy muy contento. Ha valido la pena.
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