Bárbara Lennie, los estilos de las últimas décadas

LA MEMORIA de la actriz madrileña Bárbara Lennie (Madrid, 1984) parece torrencial. Conversar con ella sobre los últimos decenios invita a viajar a través de infinitos recuerdos. Aún conserva sensaciones tan vívidas que parece poder palparlas. La década de los ochenta, cuando apenas tenía seis años, le huele a sudor. El mismo que transpiraban las pieles de sus primos, y la suya propia, en cada juego, en cada pelea cuerpo a cuerpo. También a humedad: la de las calles de Buenos Aires, donde llegó al poco de nacer y donde se crio hasta los años noventa. Si cierra los ojos, la vista aún recorre el camino de casa al colegio. El gusto le sabe a asado. Resuenan en sus oídos las risas de los encuentros familiares. “Fueron años maravillosos, tuve mi despertar al mundo en una familia grande y muy unida en aquel momento”. El círculo se cierra como empezó, con el tacto, de nuevo, de las luchas entre primos. “Mis primeros años en Argentina fueron los más felices de mi infancia. Recuerdo los ochenta como el paraíso”.

Lennie se ha convertido en rostro habitual de destacadas producciones.

Lennie tiene 32 años, unos grandes ojos marrones llenos de expresividad y lleva actuando desde los 15. El reconocimiento de crítica y público no le llegó hasta 2015, año en el que recibió el Goya por su papel en Magical Girl, película dirigida por Carlos Vermut. Desde aquel punto de inflexión, Lennie se ha convertido en rostro habitual de destacadas producciones. Ya había dado el salto a las tablas. Entre otros, con Israel Elejalde, con quien comparte vida y escenario. El éxito ha venido acompañado de sesiones de alto calibre y portadas de revista, algo con lo que parece sentirse muy cómoda. Se mueve ante la cámara con la soltura de una modelo y se enfrenta al objetivo con la fuerza en la mirada y la intensidad en las facciones que tan útiles le resultan en su profesión.

En estas páginas ha recreado con ocho modelos distintos 40 años de historia y moda, década a década, desde 1976. También lo hace de palabra. Los setenta no los vivió, pero se viste de Annie Hall, la protagonista de la película homónima de Woody Allen, para recordarlos. Y así, con chaleco y pantalón beis de pinzas, describe aquellos años con las palabras “revolución” y “cine”. “Militancia, nouvelle vague, hombres y mujeres peleando a todos los niveles”./

Su aspecto era el de una chica muy tímida, con ciertos reparos a actuar delante de sus compañeros. Venció sus miedos, estrenó ocho películas, dos cortometrajes y dos obras de teatro. .

Sus dotes interpretativas destellan varias veces en pocos minutos de conversación. La primera ya ha aparecido: la memoria. La segunda: una voz con tal expresividad que permite adivinar el gesto de su rostro. Tardó en darse de bruces con su vocación. Tachados los setenta y los ochenta, aterriza a principios de los noventa. Acababa de llegar a España junto a sus padres para iniciar una nueva vida. Una época de cambio que resume así: “Descubrimiento”. Casi sin planteárselo, fue dirigiendo el rumbo hacia lo que es hoy./

Atrás quedó, en los 2000, su infancia. Estos años le huelen a palomitas. Fue la década en la que estrenó su primera película, Más pena que gloria, bajo la dirección de Víctor García León. Ella tenía 15 años. Se enganchó al celuloide. Pasaba los días en las salas de cine. Devoraba películas. Encarriló su vocación y a los 18 entró en la Real Escuela Superior de Arte Dramático./

Su aspecto era el de una chica muy tímida, con ciertos reparos a actuar delante de sus compañeros. Venció sus miedos, estrenó ocho películas, dos cortometrajes y dos obras de teatro. Llegaron series de televisión como Águila Roja o Amar en tiempos revueltos. “En España, el talento pasa desapercibido. Hay gente muy buena que se descubre tarde. Cuesta mucho que te tengan en cuenta. A la gente que está en el poder la cultura le importa muy poco, a menos que te conviertas en marca España, entonces sí están muy orgullosos. Pero es nuestra responsabilidad como artistas salir adelante”./

Hoy se enorgullece de pertenecer a una familia de “combatientes”, así que siguió luchando hasta que, sin esperarlo, llegó el Goya. “Los 2000 me sugieren desconcierto, el inicio de una gran etapa, el no saber muy bien hacia dónde me dirijo, pero siendo consciente de que algo está cambiando. No sé si para bien o para mal”./

El año 2016 no parece malo para ella. Son cuatro los filmes que tiene pendientes de estrenar entre finales de este año y principios del que viene. Entre ellos, María (y los demás), que acaba de presentar con buena acogida en el Festival de Cine de San Sebastián. Esta comedia dramática es la primera película de Nely Reguera. Un buen ejemplo, según la actriz, del tipo de proyectos que dibujan el futuro del cine español. “Entre los nuevos directores destacan cada vez más mujeres jóvenes, que comparten la misma generación de Reguera y tienen muy buena pinta”./