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Desmontando a las farsantes de Instagram: ¿se puede aclarar la piel de las axilas con miel y carbón?

La 'blogger' de belleza Farah Dhukai asegura que es posible. Deborah García Bello, experta en la química de los cosméticos, nos cuenta si esta ocurrencia tiene sentido

La piel de las axilas puede oscurecerse con el tiempo y la depilación. Una bloggera y youtuber de temas de belleza se ha propuesto luchar contra ello. Con su propia fórmula. Farah Dhukai, que así se llama esta gurú de internet, tiene tres millones y medio de seguidores en Instagram y se dedica a recomendar cosméticos y compartir trucos caseros para evitar las ojeras, la celulitis o el olor corporal. Aunque ella asegura que le funcionan, las críticas a los efectos de sus fórmulas mágicas son constantes. En este caso, la receta está compuesta por miel y carbón activado, sin importar demasiado la dosis.

Con estos dos productos, Farah prepara un ungüento negruzco y, con un pincel, lo extiende sobre sus axilas. Tras unos minutos lo retira y su piel luce más blanca. Farah explica que la miel contiene peróxido de hidrógeno que actúa como blanqueante y bactericida, y que el carbón activado es un agente détox que hace que sus axilas huelan bien.

¿Ciencia o ficción?

Es cierto que la miel puede producir peróxido de hidrógeno (H2O2) —más conocido como agua oxigenada—; su uso como antibacteriano en la antigüedad se debe a esta propiedad. Pero esto sólo ocurre cuando está en contacto con una herida, si no, no produce H2O2. Según este razonamiento, sería más sencillo aplicar directamente agua oxigenada sobre la piel. Aun así, la eficacia del agua oxigenada como despigmentante es muy deficiente.

Con respecto al carbón activado: esta sustancia es muy porosa y capaz de adsorber gran cantidad de compuestos. Se emplea en potabilización de aguas, en máscaras de gas y en tratamientos por intoxicación. Actualmente, también es uno de los ingredientes que algunos laboratorios de cosmética incluyen en sus mascarillas específicas para pieles grasas y con acné.

La razón es que el carbón activo adsorbe el exceso de sebo de la piel y con él arrastra la suciedad superficial que queda retenida en los poros. Se trata de productos específicos, por lo que un uso excesivo y prolongado, o sobre una piel seca, puede provocar sequedad y descamación. Por esto, aplicarlo en las axilas pude ser contraproducente. Además, el carbón activado no produce ningún efecto desodorante una vez se ha retirado de la piel.

El uso de carbón activado como agente détox sólo tiene sentido si se ingiere como tratamiento médico de intoxicaciones alimentarias. La piel de nuestras axilas no necesita desintoxicarse para oler mejor. Para controlar los olores, existen los desodorantes.

El origen de las manchas y el oscurecimiento de la piel es la excesiva producción de melanina. La formación de esta sustancia tiene lugar en unas pequeñas estructuras conocidas como melanosomas, que se hallan en el interior de unas células de la epidermis llamadas melanocitos. Este proceso se ve afectado por varios factores como la incidencia de rayos UVA, la actividad hormonal y la genética. Las sustancias despigmentantes que se utilizan en dermocosmética son inhibidores de melanina y antioxidantes como el resorcinol y el ácido ferúlico, o tratamientos más agresivos a base de hidroquinona.

Conclusión: no es ciencia, es ficción

Si la hiperpigmentación que sufre es severa, ya sea en las axilas o en otra parte del cuerpo, acuda al dermatólogo. Una opción drástica para deshacerse de las manchas es el láser, pero en la actualidad existen tratamientos eficaces poco agresivos como los peelings despigmentantes.

Si el problema es menor, bastará con una crema despigmentante que contenga resorcinol.  Y no olvide proteger la zona diariamente con un filtro solar de protección alta.

Deborah García Bello es doctoranda en química especializada en la ciencia de alimentos y cosméticos, divulgadora científica y escribe el blog dimetilsulfuro.com, galardonado con el Premio Bitácoras 2014 y el Premio Tesla de Divulgación Científica 2016. También es autora del libro Todo es cuestión de química (Ed. Paidós, 2016)

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