Las mujeres de Dior
NO Dior, no Dietrich”, la frase se le atribuye a la propia Marlene y resume el papel que jugó el célebre diseñador en la construcción de la actriz durante los años de posguerra. Women in Dior-Portraits of Elegance (Rizzoli), escrito por la periodista de moda Laurence Benaïm, indaga en la relación del modisto –y tras su muerte, de sus herederos al frente de la casa– con sus clientas más representativas. Una lista de elegidas (de Grace Kelly a Rihanna, pasando por Carla Bruni-Sarkozy, Eva Perón, Geneviève Page, Rita Hayworth, Natalie Portman, Jennifer Lawrence, Charlize Theron o Marion Cotillard) sin las que Dior no sería Dior.
“Las mujeres, con su acertado instinto, han entendido que yo no soñaba con volverlas solo más guapas sino más felices”, sentenció el francés. Felices o no, Dietrich o Ava Gardner exigían ropa suya en sus películas y mujeres poderosas como Farah Diba o princesas como Diana encontraron en el diseñador un aliado frente al férreo muro del protocolo. “Muchas mujeres buscaban en Dior un ideal parisiense”, asegura Benaïm, “por el dominio del corte y de los acabados”. Para esta periodista, el caso de Marlene iba aún más lejos: “Ella representa el sentido absoluto de la perfección, el dominio de la apariencia al extremo, el espíritu tailleur por excelencia”.
Dior tuvo el talento de devolver el optimismo en unos tiempos sombríos.
Lejos de la disciplina militar que caracterizó a la actriz de El expreso de Shanghái (si a Dietrich le pedían caminar con tacones por el desierto, ella cumplía sin quejarse), otra de sus fieles, la mexicana María Félix, llevó su propio exceso a Dior. La Doña, con su gusto por las joyas más barrocas, siempre le planteaba un reto. “Tenía sus piezas favoritas”, explica la periodista, “como el Bateleur, un abrigo mitad lana negra, mitad pantera, de 1947, o el vestido de noche Bruxelles de tul rosa, totalmente bordado de perlas, que le daba un aire muy goyesco, del 59. La Doña se vestía para cócteles, grandes cenas y bailes y siempre adornaba sus trajes con joyas extraordinarias. Si Dietrich era el blanco y el negro, piernas y hombros, María Félix era la piel, las curvas y ese resplandor suyo tan profundo e intenso”. Una de las últimas divas del cine que ha representado el evocador universo Dior ha sido Charlize Theron, cara del perfume J’adore. Para la grabación del anuncio publicitario, la maison creó un vestido de seda dorado a la altura de las piernas de la actriz sudafricana.
Dior tuvo el talento de devolver el optimismo en unos tiempos sombríos. Desenterró fantasmas, y en nombre de nuestro insondable derecho a toda belleza, abanderó una nueva revolución estética en la que un vestido era capaz de cambiar el mundo. “Con Dior, cada vestido era una invitación a soñar. En 10 años construyó no solo una casa de moda, sino un lugar donde sentirse viva y amada”.
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