Paraísos criminales
¿Qué pensarían los suizos si un peligroso asesino o violador escapado de cualquiera de sus cárceles llegase a España y fuese protegido por las autoridades españolas? Si no solo le diésemos cobijo sino que además escamoteásemos información respecto a su paradero e impidiésemos cualquier posible extradición, ¿les indignaría? Cualquier súbdito de un paraíso fiscal debería saber que lo que hacen sus países es bastante más grave. Al acoger el dinero sucio, manchado de sangre o procedente del blanqueo de cualquier actividad delictiva o inmoral dan cobertura internacional a los peores criminales del mundo: corruptos, terroristas, jefes de redes de trata de personas, traficantes de armas, etcétera, casi siempre mucho más peligrosos y nocivos que el reo del que hablaba al principio. La justicia entre países es bastante difícil sin un mínimo de reciprocidad. Los paraísos fiscales (paraísos criminales, en realidad) deberían recapacitar sobre su ausencia de escrúpulos en la hora de ayudar a lo peor de la humanidad y en si les gustaría ser pagados con la misma moneda.— Pablo González Caballero. Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.